Los Misterios Gozosos
1. La Anunciación (Lc 1,26-38 ; Mt 1,18-25)
“…el Espíritu Conmigo y con el Padre dijimos: ‘María llena de gracia, Nosotros estamos contigo. no Te esconderemos ninguno de Nuestros secretos. Nuestro Aliento será tu aliento. Pura emanación de Nuestra Gloria, María, imagen de Nuestra Bondad, Nosotros te damos Nuestra Paz en Tu Corazón. En ese perfecto Corazón, Yo, el Hijo, triunfaré. Nuestro Corazón será Tu Corazón, un horno ardiente de amor divino. Nuestra Alma será Tu Alma (…) Nuestro Espíritu será Tu Espíritu. Sí, porque todo el que esté unido a Nosotros es un espíritu con Nosotros’ (…) Ésta es Aquella a quien Nosotros tan altamente favorecimos…”
(20 de marzo de 1996)
2. La Visita de la Virgen María (Lc 1,39-55)
“…todo tu ser se elevará y tu corazón exultará y se extasiará cuando desaparezca el velo de tus ojos para ver el Bendito Corazón de los corazones benditos, el Más Santo de los santos, el Incomparable Corazón, ardiendo de un amor sin límites, un fuego encendido y brillantísimo. Entonces, amigo Mío, entenderás lo que es la Virtud, y cómo, en ese Virtuoso y Virginal Corazón, Yo, Dios, Me hice Dios-Hombre. Verás a la Madre de tu Salvador, Madre de los profetas, Madre de los discípulos, Madre de los carismas, Madre del Triunfo, Madre de las gracias ilimitadas, Madre de la inigualable Redención.”
(20 de marzo de 1996)
3. El Nacimiento de Jesús (Mt 2,1-12 ; Lc 2,1-20)
“Es en ese Corazón, en ese Abismo de gracia donde Yo ejercí Mi Poder. El Autor del cielo y de la tierra, el Autor de la gracia, encontró Su cielo en el cielo, Su gracia en la gracia, para venir en condición de esclavo. Yo vine a la Prodigiosa Humildad para servir y no ser servido. Yo, el Redentor de toda la humanidad, el Mesías prometido, vine a la imagen perfecta de Mi Sagrado Corazón, para compartir las penas, las alegrías, los sufrimientos, el martirio, las maravillas, las traiciones, las angustias, la flagelación, la transfixión, y la crucifixión. Nuestros Corazones expiaron juntos; …”
(20 de marzo de 1996)
4. La Presentación de Jesús (Lc 2, 22-38)
“Hoy miro hacia abajo, desde el cielo, para contar los limpios de corazón: ¿Qué he de decir? ¿Fue Mi sacrificio en vano? Mi Espíritu está quebrantado… Me he sacrificado por vosotros para liberaros de toda maldad y para purificar a un pueblo que pudiese ser el Mío Propio, y que no tuviese otra ambición que hacer el bien. He hecho todo para que pudierais ser justificados por la gracia y os hicierais herederos de Mi Reino. Os he estado enseñando intensamente a todos, y con gran compasión, Mi Ley, renovándoos con el Espíritu Santo de Gracia, incluso hasta repetirme invariablemente. Ahora os enseño y os doy instrucciones a la manera de la Santa Sabiduría. No es una nueva doctrina sino la misma de la Esposa en la que podéis confiar. Todos vosotros pertenecéis a Mi Casa, pues he comprado Mi Casa con Mi Propia Sangre y he derramado cada gota de Mi Sangre por todos… vosotros sois Mi Casa… ”
(20 de enero de 2001)
5. Jesús hallado en el Templo (Lc 2,40-51)
“Ven, tú que sigues errante en este desierto, diciendo: ‘He buscado a Mi Redentor, pero no Lo he encontrado’. Encuéntrame, amadísimo Mío, en la pureza de corazón, amándome sin interés propio. Encuéntrame en la santidad, en el abandono que Yo deseo de ti. Encuéntrame observando Mis Mandamientos. Encuéntrame sustituyendo el mal por el amor. Encuéntrame en la sencillez de corazón. No peques más, deja de hacer el mal, aprende a hacer el bien. Busca la justicia, ayuda al oprimido. Que este desierto y esta aridez exulten, que tu tibieza se inflame en una llama ardiente. Renuncia a tu apatía y reemplázala por fervor. Haz todo esto para que puedas decir: ‘He buscado a mi Redentor y Lo he encontrado. Él estaba cerca de mí todo el tiempo, pero, en mi oscuridad, no lograba verlo. ¡Oh, Gloria a Dios! ¡Bendito sea nuestro Señor! ¿Cómo he podido estar tan ciego?’ Entonces te recordaré que guardes y atesores Mis Principios para que puedas vivir.”
(8 de julio de 1989)
Los Misterios Luminosos
1. El Bautismo de Jesús en el Río Jordán (Mateo, 3,13-17)
“¿A qué podéis comparar Mi Sagrado Corazón? ¿A una Fuente que hace fértiles los jardines? Sí, por tanto, si un hombre está sediento, ¡que venga a Mí! Que venga ese hombre y beba. Mi Corazón es un pozo de agua viva. Venir a sumergiros en esos torrentes que fluyen de Mi Sagrado Corazón;”
(28 de noviembre de 1996)
2. Las Bodas de Caná (Juan 2,1-12)
“Encuentra tu consuelo en Su abrazo, en esos mismos brazos que llevaron a Mi Hijo a Egipto, a través del desierto. Honra a la Madre que Me honró a Mí con Su bondad. En efecto, ¿acaso no La he favorecido Yo sobremanera? He hecho grandes cosas por la Mujer vestida del sol, para que, desde el día en que Mi Espíritu La cubrió, todas las generaciones la llamen Bienaventurada (…) ¿Quién os dice que Yo no La voy a escuchar? ¿No intercedió vuestra Madre en Caná? Esas señales se realizaron para que vuestro espíritu pudiera entender lo que vuestro espíritu rechaza hoy; Esa señal estaba destinada para todas las edades venideras. La Mujer adornada del sol, adornada de Mi Espíritu Santo tres veces Santo y que llena el mundo, tiene rango de Madre de Dios;”
(27 de enero de 1996)
3. La Proclamación del Reino de Dios y el llamado a la conversión (Marcos 1,15)
“Dios viene a todos vosotros, incluso a los más miserables. Volved a Dios y Él volverá a vosotros. Venid a establecer vuestro hogar en Su Corazón, como Él establece el Suyo en el vuestro. Sabed que sin fervientes oraciones no seréis capaces de ver el Reino de Dios. Su Reino sobre la tierra está al alcance de la mano. Recordad que lo que Dios desea de vosotros es un cambio de corazón. No tengáis miedo de reconocer vuestros pecados. Vivid y practicad el sacramento de la confesión.”
(23 de abril de 1993)
4. La Transfiguración (Lucas 9, 28-36)
“Como en la Transfiguración, Yo transfiguraré Mi Iglesia para que recupere toda la radiante gloria de Su juventud, en Sus días nupciales;” (20.10.90) “Mi Voluntad se hará en la tierra como en el Cielo, porque seréis uno, adorándome alrededor de un solo Tabernáculo, con amor en vuestro corazón y un Fuego ardiendo en vuestro interior. Yo cumpliré Mi oración sacerdotal en la tierra como en el Cielo. Vuestras almas estarán enraizadas en Mí, en el Amor, en la Unidad, y colmadas de la absoluta plenitud de Mi Espíritu. Sí, amadísimos Míos, no sólo os daré vuestro pan de cada día, sino también un Tesoro escondido que saldrá de Mi Corazón: El Maná Celestial, que transfigura, que eleva vuestro espíritu para hacerlo copia de Mi Espíritu. Seréis transfigurados con la efusión de Mi Espíritu.”
(19 de diciembre de 1990) “Haré de cada uno de vosotros una ciudad radiante. Os renovaré enteramente, porque así es como os tendré preparados para desposaros con Mi Espíritu Santo;”
(13 de mayo de 1991) “Yo estoy en Mi camino de retorno para transfigurar a Mi creación entera en la bondad y la santidad de la Verdad;”
(21 de diciembre de 1992)
5. La Institución de Eucaristía (Juan 13)
“Yo os revelo Mi Gracia, y la salvación se os ha dado por medio de Mi Hijo Jesucristo. Para liberaros, Él se sacrificó por vosotros. Para que compartierais una Vida Divina, Él instituyó la Sagrada Eucaristía, a fin de santificaros y haceros partícipes de Su Cuerpo y de Su Sangre. No participáis de un simple pan o vino, sino de Dios Mismo. ¡Si tan sólo reflexionarais sobre este Misterio y lo comprendierais plenamente! El Dios Inaccesible os es accesible, el Dios Invisible se os hace visible y está dispuesto a divinizaros. ¡Él, cuya grandeza sobrepasa todas las fuerzas angélicas y todos los seres y todo lo que ha sido creado, está a tu disposición, creación! Dios Mismo se os ofrece para devolveros vuestra divinidad, divinizando vuestra alma para que entre en la Vida Eterna;
(30 de junio de 1999) “Restableceré Mi Eucaristía en las casas que han sido despojadas de Mi Presencia, y se volverán santas;”
(16 de octubre de 2000)
Los Misterios Dolorosos
1. La Agonía en el Huerto (Mateo 26,36-50; Marcos 14,32-46; Lucas 22,39-48; Juan 18,1-8)
“¡Oh Getsemaní! ¡Qué has de revelar sino miedos, angustias, traiciones y abandonos! Getsemaní, has agotado la valentía de los hombres. Has retenido en tu aire inmóvil Mis angustias, para toda la eternidad. Getsemaní, ¿qué tienes tú que declarar que no haya sido declarado? Has sido testigo, ante la quietud de la Santidad, de la traición a tu Dios; has sido testigo de Mí. La hora había llegado, las Escrituras tenían que cumplirse. Hija, sé que muchas almas creen en Mí como si yo no fuese más que un mito, creen que sólo he existido en el pasado. Para muchos, no soy más que una sombra pasajera, eclipsada ahora por el tiempo y la evolución. Muy pocos se dan cuenta de que existí encarnado sobre la tierra y existo ahora entre vosotros. Yo Soy Todo lo que fue y lo que será. Conozco sus miedos, conozco sus angustias, conozco sus debilidades: ¿No he sido Yo testigo de todas esas fragilidades en Getsemaní? Hija, cuando el Amor oraba en Getsemaní, miles de diablos temblaron; los demonios, aterrados, huyeron. Había llegado la hora: el Amor glorificaba al Amor. Oh, Getsemaní, testigo del Traicionado, testigo del Abandonado: levántate, testigo, y da testimonio. Hija Mía, Judas Me traicionó, pero ¡cuántos más, como Judas, Me traicionan todavía! En aquel mismo instante, supe que su beso se propagaría entre muchos y que, durante futuras generaciones, ese mismo beso Me sería dado una y otra vez, renovando Mi dolor, lacerando Mi Corazón. Vassula, ven, déjame consolarme, déjame descansar en tu corazó”
(16 de mayo de 1987)
2. La Flagelación (Mateo 27,26; Marcos 15,15; Juan 19,1)
“Después de flagelarme, Me escupieron y Me dieron varios golpes violentos en la cabeza que Me dejaron aturdido. Me dieron tales patadas en el estómago que Me cortaron la respiración y Me hicieron caer al suelo, gimiendo de dolor. Me tomaron como objeto de diversión, dándome patadas por turno. Estaba irreconocible. Mi cuerpo estaba destrozado y también lo estaba Mi Corazón. Mi carne, desgarrada en pedazos, Me colgaba por todo el cuerpo … Uno de ellos Me levantó y Me arrastró, porque Mis piernas ya no podían sostenerme.”
(9 de noviembre de 1986)
3. La Coronación de Espinas (Mateo 27,27-30; Marcos 15,16-20; Juan 18.7; Juan 19,2-15)
“Después Me vistieron con una de sus túnicas, Me tiraron al suelo y continuaron dándome golpes. Me pegaron en la cara, partiéndome la nariz, y Me torturaron. Oía sus insultos. Hija, ¡con qué odio y con qué mofa resonaban sus gritos, aumentando Mi cáliz! Les oía decir: “¿Dónde están reunidos tus amigos mientras su Rey está con nosotros? ¿Son todos los judíos tan traidores como ésos? ¡Mirad a su Rey!”. Y Me coronaron con una corona tejida de espinas, hija Mía. “¿Dónde están tus judíos para aclamarte? Eres rey, ¿no es cierto? ¿Puedes imitar a uno? ¡Ríete! No llores. Tú eres rey, ¿no? Pues compórtate como tal …”
(9 de noviembre de 1986)
4. Jesús con la Cruz a Cuestas (Mateo 27,31-33; Marcos 15,20-22; Lucas 23,26-32; Juan 19,16-17)
«Me ataron los pies con cuerdas y Me ordenaron que caminara hasta donde estaba Mi Cruz. Hija, Yo no podía andar, porque tenía los pies ligados. Así que me tiraron al suelo y Me arrastraron hasta Mi Cruz, agarrándome por los cabellos. Mi dolor era intolerable. Se Me arrancaron jirones de carne que colgaban por la flagelación. Desataron las cuerdas de Mis pies, Me dieron patadas para que me levantara y alzara Mi carga sobre Mis hombros. Yo no podía ver donde estaba Mi Cruz, porque Mis ojos estaban llenos de la sangre que Me resbalaba por la cara, debido a las espinas que se clavaban en Mi cabeza. Entonces, levantaron la Cruz y la echaron sobre Mis hombros, empujándome hacia la puerta. Hija, ¡qué pesada era la Cruz que tuve que llevar! Avancé a tientas hacia la puerta, conducido por el látigo a Mi espalda. Intentaba ver el camino a través de la sangre que Me quemaba los ojos. Entonces sentí que alguien Me enjugaba el rostro: unas mujeres llenas de congoja se acercaron para limpiar Mi rostro tumefacto. Las oía llorar y lamentarse, las sentía. “¡Benditas seáis!”, les dije. “Mi Sangre lavará todos los pecados de la humanidad. Mirad, hijas Mías, el tiempo de vuestra salvación ha llegado”. Me levanté con dificultad. La multitud se había enfurecido. Yo no conseguía ver a ningún amigo a Mi alrededor; nadie estaba allí para consolarme. Mi agonía parecía aumentar y caí por tierra. Temiendo que expirase antes de la crucifixión, los soldados ordenaron a un hombre llamado Simón que llevase Mi Cruz. Hija, no se trataba de un gesto de bondad o de compasión, sino de conservarme vivo hasta la Cruz.»
(9 de noviembre de 1986)
5. La Crucifixión (Mateo 27, 34-61; Marcos 15, 23-47; Lucas 23, 33-56; Juan 19,18-42)
«Al llegar al Monte, Me arrojaron al suelo, arrancándome Mis vestidos y dejándome desnudo para exponerme a la vista de todos. Mis heridas se reabrieron y Mi Sangre corría hasta el suelo. Los soldados Me ofrecieron vino mezclado con hiel. Yo lo rechacé, pues ya tenía en lo más profundo la amargura que Me habían producido Mis enemigos. Rápidamente Me clavaron primero las muñecas y, después de haber fijado los clavos a la cruz, estiraron Mi cuerpo destrozado y Me atravesaron los pies con violencia. ¡Hija Mía, oh hija Mía, qué sufrimiento! ¡Qué agonía! ¡Qué tortura para Mi Alma! Abandonado por Mis bienamados, renegado por Pedro sobre el que fundaría Mi Iglesia, renegado por el resto de Mis amigos, dejado completamente solo, abandonado a Mis enemigos, lloré, porque Mi alma estaba llena de dolor. Los soldados levantaron Mi Cruz, asentándola en el hoyo preparado. Desde donde Me encontraba, miré a la multitud. Viendo a duras penas a través de Mis ojos hinchados, contemplé el mundo. No vi a ningún amigo entre todos los que se burlaban de Mí. Nadie estaba allí para consolarme. “¡Dios Mío, Dios Mío! ¿Por qué Me has abandonado?” Abandonado por todos los que Me amaban… Mi mirada se posó sobre Mi Madre. Yo la miré y nuestros corazones se hablaron. “Te entrego a Mis amadísimos hijos, para que sean también tus hijos. Tú has de ser su Madre”. Todo se estaba acabando, la salvación estaba próxima. Vi abrirse los cielos y todos los ángeles se hallaban erguidos, en silencio. “Padre Mío, en Tus manos encomiendo Mi Espíritu. Ya estoy Contigo”.
Yo, Jesucristo, te he dictado Mi agonía. Lleva Mi Cruz, Vassula, llévala por Mí, (…) porque te amo, hija Mía.»
(9 de noviembre de 1986)
Los Misterios Gloriosos
1. La Resurrección (Mateo 28,1-15; Marcos 16,1-18; Lucas 24,1-12; Juan 20,1-28)
«Señor de señores, unción de nuestra alma, Luz tres veces santa, Tú has deificado Tu divino Cuerpo mientras estabas en la tierra, por medio de Tu Resurrección, haciéndolo espiritual e incorruptible. Tú has conquistado todas las cosas materiales de la tierra. Tú has triunfado sobre la Muerte. Tú has creado una Revelación para toda la eternidad. Amante de la humanidad, Tú eres el Dios vivo que nos ha dado a Tu Esposa, que sostiene la Verdad y la mantiene a salvo. Ah, Luz tres veces santa, Te hiciste visible en la carne para mostrarnos al Padre; el Padre que está en Ti y Tú estás en Él.» (31 de diciembre de 2000)
2. La Ascensión (Lucas 24,39-53; Marcos 16,19-20; Hechos 1,6-9)
«Permanece leal a Mí y ansía todo lo que soy Yo para borrar todo lo que eres tú. Aniquila todo lo que eres tú, absorbiendo todo lo que soy Yo. Ora por la conversión de las almas. Ora por la paz, el amor y la unidad. Recuerda que Mi Amor es Infinito, un Amor que nadie sobre la tierra puede comprender plenamente. Yo te bendigo. Vuélvete hacia Mí y bendíceme» (20 de julio de 1990)
3. Pentecostés (Hechos 1,14; 2,47)
«Mi Espíritu Santo ha pronunciado repetidamente, para todos vosotros, palabras más dulces que la miel, incluso que la miel que destila del panal. He estado perfumando todo el cosmos, ungiendo a toda Mi creación. He permitido que, todos los que deseen conocerme, se aproximen a Mí e inhalen de Mi Boca las gracias que necesitan para mantener su alma sosegada y su corazón injertado en Mí y en Mi Ley… ¿Quién podría dar a un alma tal tranquilidad y libertad, sino Mi Espíritu Santo? ¿Quién podría elevar vuestra alma hacia lo Divino, sino Mi benevolencia y la inefable condescendencia de Mi Amor?» (7 de agosto de 2002)
4. La Asunción (Apocalipsis 2,11)
«el Corazón Inmaculado de Mi Madre está unido al Mío. Deseo de cada uno de vosotros la devoción que Su Corazón Inmaculado merece. Mira, hija, cómo Nuestros Corazones Divinos están cubiertos de espinas por los hombres que sólo nos muestran ingratitudes, sacrilegios y falta de amor: es el conjunto de sus pecados. Vassula, Yo, que soy el Verbo, La amo y La respeto. Deseo que os acerquéis a Mi Madre y La honréis como Yo La honro. Deseo que toda rodilla se doble para honrarla. Deseo que recéis el Rosario y saludéis a vuestra Santa Madre. Quiero que reparéis vuestros pecados y Le pidáis que os enseñe» (25 de enero de 1988)
5. La Coronación de María en el Cielo (Apocalipsis 12,1)
«…Es la Reina del Cielo. Es Mi Madre y Tu Madre, la más hermosa de las mujeres, bella como el Cielo, radiante como Mi Gloria, única en Su Perfección, la Delicia de Mi Alma. Es la Mujer con las doce estrellas sobre Su Cabeza, como corona, el Vaso de Mi Gloria, un Reflejo de Mi Luz Eterna. Es Aquella cuya Presencia en Mis Atrios brilla más que todas las constelaciones juntas. Es el Vaso de la Luz Verdadera, de la Palabra hecha carne, y que vivió entre vosotros.» (11 de noviembre de 1993)
«Mira, no sólo La he designado como Reina de Mis Ángeles y de Mis criaturas, sino que La he designado para ser Mi Trono.» (20 de marzo de 1996)