En el comienzo
Al principio, una de las primeras cosas que escribió mi ángel de la guarda en el papel fue el dibujo de un corazón; del centro del corazón dibujó una rosa como si estuviera creciendo desde allí. Luego, gentilmente y para mi gran asombro, se presentó como mi ángel de la guarda, Daniel. Me dejó desconcertada pero, al mismo tiempo, una gran alegría se apoderó de mí. Estaba tan feliz que casi volaba por la casa, mis pies apenas tocaban el suelo y repetía en voz baja: «¡Soy la persona más afortunada del mundo y, probablemente, la única en la tierra que se comunica de esta manera con su ángel!»
Al día siguiente, mi ángel regresó a mí como antes. Pasé horas interminables y felices comunicándome con Él. Al día siguiente regresó, pero esta vez, para mi gran sorpresa, trajo con él una multitud de ángeles de diferentes coros. Sentí que las puertas del cielo se habían abierto de pronto y completamente, porque podía percibir fácilmente este gran movimiento de ángeles allá arriba. Todos parecían emocionados y felices, como cuando alguien espera que suceda algo maravilloso. Por la forma en que se regocijaban, entendí que en el cielo había una fiesta y que ellos estaban celebrando. Entonces, todos los ángeles juntos cantaron a una sola voz estas palabras: «¡Un evento feliz está por suceder!» Sabía que, fuera lo que fuera ese evento, me concernía directamente, pero, aunque me esforcé por adivinarlo, no pude determinar qué era. Este estribillo se cantó durante todo el día, con las mismas palabras y solo hubo unos pocos minutos de silencio entre un canto y otro. Cada vez que se abría el cielo, los ángeles repetían el mismo canto.
Las primeras palabras que mi ángel pronunció sobre Dios fueron las siguientes: «Dios está cerca tuyo y te ama». Debo haber herido mucho al Señor en ese momento, porque Sus palabras no tuvieron ningún efecto en mí. Cuando mi ángel pronunció esas palabras sobre Dios, recuerdo que pensé que era esperable que un ángel dijese eso, ya que los ángeles viven cerca de Dios. No respondí y mi ángel no agregó nada más.
Sólo unos días después, mi ángel cambió repentinamente su actitud hacia mí y me dí cuenta de lo serio que se había puesto. Con una voz muy solemne me pidió que leyera La Palabra. Pretendí no saber qué significaba «La Palabra» y le pedí que me lo explicase. Con mi pedido, mi ángel se puso más serio aún diciéndome que sabía muy bien lo que quiere decir. Sin embargo, me lo explicó y me dijo que «La Palabra» era la Santa Biblia. Yo ya tenía mi respuesta preparada en mi lengua y le dije que no tenía ninguna en casa. Me dijo que él sabía que no tenía una biblia en casa. Me pidió que fuera a buscar una. Argumentando todavía con él, le dije que me estaba pidiendo lo imposible, porque en el país musulmán en el que vivía entonces (Bangladesh), las librerías no vendían Biblias. Me dijo que debía ir inmediatamente al Colegio Americano, donde fue mi hijo, y buscar una en la biblioteca. Debatí internamente si debía ir o, simplemente, quedarme en casa y negarme. La otra cosa que me estaba incomodándo era como reaccionaría mi esposo y mis amigos a todo esto. ¡Simplemente, no me imaginaba a mí misma parada frente a ellos con una Biblia! Ya estaba pensando en lugares de la casa donde la escondería, si tuviera que llevar una a casa. Pero al ver de nuevo la expresión seria en el rostro de mi ángel, decidí obedecerle. Entonces fui al escuela y ví varias Biblias en los estantes. Elegí una y la llevé a casa. La abrí para leer, justo como mi ángel me lo había pedido. Mis ojos se posaron en los Salmos: leí, pero no pude entender ni una palabra. Esto fue un signo de Dios, mostándome cuán ciega estaba.
La Purificación
Mi ángel regresó a mí manteniendo su expresión seria y me reprochó ciertas acciones que yo había realizado en mi vida que desagradaron mucho a Dios. Luego me reprochó cómo había arrojado en el Rostro de Dios Sus dones, dones que Él me había dado pero que yo no había apreciado en absoluto. Con ello, él empezó a recordarme y mostrarme los pecados que nunca había confesado. Me los mostró como en una pantalla. Me recordó cada evento y cuanto había ofendido a Dios. Pero los reproches más severos que recibí fueron por haber rechazado los dones de Dios. Mi ángel me dijo que era una gran ofensa para Dios negar y desechar Sus dones. Me hizo ver mis pecados con los ojos de Dios, como Dios los ve y no como nosotros los vemos. Eran tan monstruosos que me despreciaba mientras lloraba amargamente. Este estado al que fuí llevada fue, lo entendí más tarde, una gracia de Dios para que me arrepintiera sinceramente. Se me mostraron mis pecados tan claramente, exponiendo el interior de mi alma tan abiertamente, que fue como si me hubiesen dado vuelta. De repente me di cuenta de cómo debieron haberse sentido Adán y Eva después de haber pecado, cuando Dios se acercó a ellos en Su Luz, enfrentándolos. Mi alma fue descubierta y exhibida; la sensación era de desnudez, repugnancia y fealdad. Solo pude decir a mi ángel entre sollozos que no merecía una muerte decente, y que, siendo como soy, tan malvada, debería morir y ser cortada en pequeños trozos y ser arrojada a las hienas.
Esta purificación debe haber durado casi una semana. Se sentía como fuego, un fuego purificador que purificaba el interior de mi alma, y fue una experiencia realmente dolorosa.
El Padre Nuestro Enseñado por Nuestro Creador
Después de esta experiencia que me había dejado destrozada, Dios nuestro Eterno Padre se me reveló. No lo vi con los ojos de mi alma, como solía ver a mi ángel, pero supe que era Él y lo escuché. Recuerdo que mi reacción fue como, «¡Ah, es Dios y Él puede ayudarnos ahora!» Por eso, Él me preguntó: «¿Realmente crees que Yo puedo ayudarte?» Y yo le respondí: «¡Sí!» luego recuerdo haberme acercado a la ventana y decirle: «¡Mira! ¡Mira en lo que se ha convertido el mundo!» Quería mostrarle a Él en qué se había convertido el mundo. Dios no hizo ningún comentario, pero me pidió que Le rezara el Padre Nuestro. Le recé el Padre Nuestro mientras Él estaba conmigo, escuchando, y cuando terminé, me dijo que no estaba satisfecho con la forma en que lo había dicho porque lo oré demasiado rápido. Entonces lo repetí nuevamente completo para Él pero más lentamente. Nuevamente me dijo que no estaba complacido porque me estaba moviendo. Me pidió que lo rece nuevamente. Lo recé nuevamente y al final Dios me dijo que seguía sin estar satisfecho. Lo recé varias veces pero Él, cada vez, dijo no estar satisfecho. Comencé a preguntarme, comencé a preguntarme si Él no me estaría haciendo rezar todos los Padres Nuestros que no había rezado todos estos años ¡en un sólo día! Había empezado a la mañana y ya era de noche. De pronto, Él se mostró satisfecho, de cada oración pronunciada, y dijo «Bien», con deleite. Trataré de dar un ejemplo para explicar lo que realmente sucedió:
Si un día te visita un familiar que no conoces porque vive en otro país, al comienzo de tu encuentro, puedes sentirte distante de él y tal vez le dés un trato formal. Pero a medida que transcurre el tiempo, te sentirás más cercano a él, y al final de ese día notarás que nació en ti una simpatía hacia él que al principio no existía.
Y es así como sucedió en mi primer encuentro con Dios. Cuando Le estaba rezando el Padre Nuestro, al principio estaba distante, pero Su visita, que duró todo el día, me fue cambiando mientras Le recitaba esta oración; estaba disfrutando de Su presencia y las palabras que Le decía comenzaron a cobrar sentido. Él era tan paternal, muy tierno y muy cálido. La entonación de Su Voz me hacía sentir tan a gusto, que de alguna manera, durante el día, en vez de responder «Sí Señor», me encontré a mi misma diciendo «Sí, Papá.» Le pedí disculpas, luego, a Dios, por haberLe dicho «Papá», pero me dijo que guardó esa palabra como una joya. Parecía muy complacido. Y así fue como me dí cuenta que Dios tiene sentimientos y que quería que Le dijera esa oración desde MI CORAZÓN.
Los asaltos de Satanás
Antes de abordar el siguiente tema, me gustaría escribir lo que dice el Padre Marie-Eugene en su libro «Soy una Hija de la Iglesia» sobre los ataques demoníacos.
«Lo que está en juego en este encuentro entre lo humano y lo divino, entre la pureza de Dios y la impureza del alma, es demasiado importante para que el diablo no intervenga con todo el poder de que dispone. Después de poco tiempo, el alma purificada por la noche oscura estará segura contra sus ataques y esto será para él una cosa terrible. De ahí que el diablo aproveche las ventajas que aún posee sobre el alma, debido a sus imperfecciones y sus apegos a lo sensible. San Juan de la Cruz señala que ‘el maligno toma su posición, con gran astucia, en el camino que lleva de los sentidos al espíritu.» (Living Flame, st.iii; Peers, HI, 83)
«La oscuridad de estas regiones, el desorden del alma, desconcertada como está por la novedad de sus experiencias y la intensidad de su sufrimiento, crea condiciones particularmente favorables para las intervenciones del príncipe de las tinieblas y de la mentira».
«Por ciertos signos exteriores de calma y de profundo silencio en los sentidos, el diablo adivina fácilmente que el alma está recibiendo comunicaciones divinas. Nuestro místico doctor dice:
‘Dios habitualmente permite que el enemigo tenga conocimiento de los favores que provienen de un ángel bueno: en parte para que pueda hacer lo que pueda contra él según la medida de la justicia, y para que así no pueda alegar con verdad que no se le da oportunidad de conquistar el alma, como dijo acerca de Job (Noche Oscura, Bk. II, xxiii; Peers, 1,449)
«Tales son los hechos en el problema de la noche oscura del espíritu, y las causas que la producen. Esta noche es un encuentro, o más bien un combate real, organizado por la Sabiduría amorosa. Dios establece Su reino perfecto en el alma, sólo después de quitar su incapacidad para lo divino y conquistar todas las fuerzas del mal que tienen algún poder sobre ella.»
Esto fue para que el lector entendiera mejor por qué Dios permite que Satanás intervenga.
Justo después de ese maravilloso día que compartí con nuestro Padre Celestial, ¡estalló toda la furia del infierno! Satanás me atacó de una manera muy salvaje. La primera cosa que escuché de él, pareció más el gruñido de un animal salvaje que una voz. Ese gruñido parecía decir: «¡VETEEEE!» Supuse que ese «Vete» significaba que debía dejar de tener comunicación con mi ángel y con Dios. Completamente estresada me di la vuelta en busca de mi ángel, pero Satanás parecía haber tomado todo el espacio y con gran odio comenzó a insultarme con insultos de todo tipo. Él produjo tal angustia y tal terror en mi alma que podría haber muerto si no hubiera sido porque Dios tenía un plan para mí. Nunca antes había sentido tanta furia. Le ordené que se retirara y eso pareció aumentar su furia aún más. Era como la furia de un loco. Furioso de rabia y, como alguien fuera de sí, gruñó, -su voz era muy ronca cuando dijo-: «¿EH? ¡Retírate de aquí, tú, p…, retirate, o si no, el fuego del infierno hace el resto!» Me escuché a mi misma respondiendole: «¡No!» Con mi «No» quise decir que NO ME ALEJARÉ de la presencia de Dios ni de mi ángel. Luego respondió que yo estaba maldita y me dijo todo tipo de nombres obscenos.
Es dificil de explicar la angustia que el demonio puede infundir en el alma. Este fenómeno es algo que, aunque tu lógica te dice que uno no está loco, uno no puede controlar. Esta angustia solía venir en oleadas. Como si el mismo Satanás no fuera suficiente, también envió a otros demonios a atacarme. Cuando me atacaban, el terror crecía dentro de mí; nada que ver con el miedo habitual. Era un sentimiento que no podía apartar.
Mi pobre ángel, en esos terribles momentos, momentos que me hicieron creer que me volvería loca, solo podía decirme una palabra: «¡ORA!» Oré y le rogué a mi ángel que me ayudara a salir de esta experiencia, porque parecía que iba a durar para siempre.
La Batalla Entre Mi Ángel y Satanás
Como si no fuera suficiente ser atormentada durante el día, Satanás vino a atormentarme también durante la noche. No me dejaba dormir. Cada vez que estaba a punto de quedarme dormida, intentaba asfixiarme. A veces lo sentía como un águila que metía sus garras dentro de mi estómago y me exprimía todo el aliento. Sentí la batalla a mi alrededor, sentí cómo estaba en medio de esta batalla, entre mi ángel y el diablo. Entonces un día, como si nada hubiese sucedido, todo cesó. Satanás abandonó sus ataques y tuve unos pocos días de paz. Toda esta experiencia me dejó bastante débil, pero más apegada que nunca a mi ángel.
Para mí, mi ángel de la guarda comenzó a ser todo y llenaba mi vida. Me aferré a él para salvar mi vida, por así decirlo. Me di cuenta de lo mucho que nuestros ángeles de la guarda nos protegen, nos aman, nos cuidan, nos guardan, lloran por nosotros, rezan por nosotros, sufren con nosotros y comparten todo con nosotros. Penas y alegrías fueron compartidas.
Para horror del diablo, ya que adivinó lo que Dios tenía reservado para mí, regresó a la escena. Astuto como es, esta vez cambió de estrategia. Usó la forma clásica de engañarme y se me apareció como mi ángel. Él le dio una gran importancia a cómo presentarme ante Dios. Su objetivo, ya que supuso que Dios se me acercaba para darme una misión, era hacerme temer a Dios de manera incorrecta, para que cuando llegara el momento de que Dios se comunicara conmigo, yo huiría de Él.
Admito que al principio logró engañarme y yo creí lo que decía de Dios, porque usó mi ignorancia para alimentar mi cerebro con una falsa imagen de Dios. Me describió a Dios como un juez tremendo, con poca tolerancia hacia sus criaturas, y que, si cometemos el más mínimo error, Él nos castiga de una manera terrible. Esto continuó durante unos días.
Llegué a no poder discernir quién era quién. No sabía si estaba con mi ángel o con el maligno imitando a mi ángel. No tenía a nadie a quien acudir para consultar o recibir consejos. Estaba sola. Tampoco quería compartir esto con mi esposo, por temor a disgustarlo. Satanás, creyendo que ahora tenía la delantera, comenzó a apretar el nudo, mostrando signos de maldad, iniquidad, confundiéndome. Para empeorar las cosas, cada día que pasaba, traía más y más demonios con él, para invadirme, haciendo muy difícil para mi ángel de la guarda protegerme. Dios me permitió escuchar al diablo una vez, mientras daba órdenes a sus ángeles para que fueran a atacarme y paralizarme. Estos ángeles caídos me rodearon, se burlaron de mí, me mintieron y se dirijían a mí utilizando todo tipo de nombres obscenos. También me apodaron «Pía», pero de una manera burlona. Dios permitió que todo esto sucediera, porque esta también fue otra forma que usó para purificar mi alma.
Mi Purificación Continúa
Pasaron unos días y de repente mi ángel me pidió que fuera al seminario a buscar un sacerdote y le mostrase los mensajes. Hice exactamente lo me dijo. Pero tuve una gran desilusión. Tenía grandes expectativas y lo que obtuve fue un golpe. El sacerdote pensó que estaba atravesando una crisis psicológica y creyó que estaba al borde de la esquizofrenia. Quizo examinar mis dos manos. Tomó mis dos manos y las examinó. Sabía lo que tenía en mente: estaba tratando de encontrar rastros de algún tipo de anormalidad en mis manos como le sucede a ciertas personas con problemas mentales. Creía que ahora Dios le había dado esta pesada cruz, que era yo, para que la llevara. Se compadeció de mí y me pidió que fuera a verlo en cualquier momento. Iba cada dos o tres días a visitarlo. No me gustaba ir con él porque, al principio, me trataba como a una persona con problemas psicológicos. Fuí con él más o menos tres o cuatro meses. La única razón por la que perseveré en mis visitas fue para demostrarle que no era una persona con problemas mentales. Finalmente, después de un tiempo, se dió cuenta que era una persona sana. Un día dijo incluso que lo que tenía podría ser un carisma de Dios.
Mientras tanto, mi ángel de la guarda me estaba guiando hacia Dios, y una de las primeras lecciones que me dio fue sobre el discernimiento. Estas enseñanzas sobre el discernimiento enfurecieron aún más al diablo porque significaban que, aunque apareciera como el ángel de luz, yo reconocería la diferencia.
Mi ángel me dijo que Jesús se acercaría a mí y que su misión (la misión de mi ángel), estaba llegando a su fin. Cuando escuché esto, me puse triste. No quería que mi ángel me abandonase. Trató de razonar conmigo explicándome que él era solo un siervo de Dios y que ahora yo debía volverme hacia Dios. Trató de explicarme que su misión conmigo era acercarme a Dios y entregarme a salvo a Él. Pero esto fue aún más doloroso para mí. No podía soportar la idea de que ,de un día para otro, no me comunicaría más con mi ángel.
Como me predijo mi ángel Daniel, un día Jesús tomó su lugar. Cuando se me reveló, Él me preguntó: «¿Qué casa es más importante, tu casa o Mi Casa?» Yo Le respondí: «Tu Casa». Lo sentí feliz con mi respuesta, me bendijo y se fue.
Una vez más, en lugar de mi ángel, el Señor vino a mí y dijo: «Soy Yo», y cuando vio que estaba dudando, dijo claramente: «Soy Yo, Dios». Pero, en vez de alegrarme, me sentí infeliz. Extrañaba terriblemente a mi ángel. Amaba profundamente a mi ángel y la sola idea de que no volvería porque su lugar sería tomado por Dios me estaba perturbando. Me gustaría mencionar aquí lo que el Señor me dijo sobre el amor que tenía por mi ángel. Dijo que nadie había amado a su ángel tanto como yo, y esperaba poder decirme algún día estas palabras: «Ningún hombre en tu época Me amó tanto como tú».
Ahora mi ángel se mantuvo en un segundo plano. Dios me preguntó: «¿Me amas?» Le dijé que sí, que lo quería. No me culpó por no amarlo lo suficiente, sino que dijo muy gentilmente: «Ámame más».
La otra vez que el Señor se me reveló, me dijo: «Revive Mi Casa», y nuevamente, «Renueva Mi Casa». No recuerdo haberle respondido, pero sabía que lo que me estaba pidiendo era imposible.
Los días siguientes fueron visitas de mi ángel o de Jesús, a veces ambos al mismo tiempo. Mi ángel me estaba predicando, me estaba pidiendo que hiciera las paces con Dios. Cuando me dijo eso, me sorprendí mucho y le dije que no estaba en guerra con Dios, entonces, ¿cómo iba a hacer las paces con Él?
Dios me pidió nuevamente que Lo ame. Me pidió que tuviera intimidad con Él como la tenía con mi ángel, para que pudiera hablarLe libremente, con confianza, pero no pude. Todavía Lo sentía como un extraño y no como un amigo. Mi ángel me estaba recordando que él era solo un siervo de Dios y que yo debía amar a Dios y glorificarLo. Cuanto más me empujaba mi ángel hacia Dios, más entraba en pánico por miedo a que él me dejara. Me estaba diciendo que me abandonara a Dios, pero no lo estaba haciendo.
Mientras tanto, Satanás no se había rendido, todavía esperaba debilitarme. Dios me permitió una o dos veces escuchar una conversación entre Jesús y Satanás. Satanás Le estaba pidiendo poder ponerme a prueba. Le dijo a Jesús: «Veremos acerca de tu Vassula … tu querida Vassula no te será fiel, caerá y esta vez para siempre, puedo probárTelo en los días de sus pruebas». Entonces nuevamente se le permitió a Satanás someterme a todo tipo de tentaciones. ¡Increíbles tentaciones! Cada vez que me daba cuenta de que era una tentación y la vencía, él ponía en mi camino otra tentación más grande. Tentaciones que si hubiera sucumbido a ellas, mi alma estaría destinada al infierno. Luego, sus ataques comenzaron de nuevo. Salpicó aceite hirviendo en mi dedo medio donde coloco el lápiz para escribir. Inmediatamente apareció la ampolla y tuve que vendarla para poder sostener el lápiz mientras escribía. El diablo estaba tratando una vez más y con todas sus fuerzas de impedirme comunicarme con Dios y escribir. Escribí con gran dolor. Cada vez que mi dedo sanaba, repetía lo mismo una y otra vez, y así durante semanas escribí, pero no sin sufrimiento.
Cuando mi familia y yo fuimos de vacaciones a Tailandia, fuimos en barco a visitar una isla. En el camino de regreso, tan pronto como nos detuvimos, el bote se sacudió y perdí el equilibrio. Para no caerme, me agarré de lo primero que vi y fue el tubo de escape del bote, que estaba muy caliente. Me quemé toda la palma de mi mano derecha. Mi primer pensamiento fue: «¿Cómo voy a hacer para escribir?» Mi mano se hinchó, estaba roja y muy dolorida. Estábamos a media hora del hotel, pero cuando llegamos allí, toda la hinchazón y el dolor se habían ido. No tenía señales de heberme quemado. El Señor me dijo más tarde que no había permitido que Satanás llegara tan lejos, así que sanó mi mano. El diablo trató de otro modo que dejase de escribir. Se le apareció a mi hijo, (en ese entonces tenía diez años), en sus sueños. Tomó la forma de un anciano y le dijo mientras estaba sentado cerca de su cama: «Será mejor que le digas a tu madre que deje de escribir, y si no lo hace, te haré lo mismo que le hice a ella cuando era joven. Vendré cuando estés acostado en la cama, echaré tu cabeza hacia atrás y te estrangularé «.
Esto fue lo que experimenté cuando tenía unos seis años. Había visto una noche justo enfrente de mí, mientras estaba en la cama, justo encima de mi garganta, dos manos terriblemente feas de un anciano. Lo siguiente que supe fue que algo tiró mi cabeza hacia atrás, exponiendo mi garganta. Luego, nada. Pero la experiencia me dejó temblando.
Satanás me había acosado desde mi temprana edad, ya que casi todas las noches, alrededor de los seis años, se me aparecía en sueños para aterrorizarme, tomando la forma de un gran perro negro. Era siempre el mismo sueño. Caminaba por un pasillo en penumbra y allí al final, estaba siempre este perro gruñendo, listo para saltar sobre mí y hacerme pedazos, y yo huía aterrorizada.
Cuando tenía aproximadamente 10 años, ví a Jesús en mi sueño. Estaba al final de una especie de pasillo. Solo vi Su retrato. Lo vi solo hasta la cintura. Sonreía y decía: «Ven, ven a mí». De repente me agarró una corriente desconocida que me acercó más y más a Él. Tenía miedo de esta corriente desconocida y Jesús se dio cuenta de mi miedo, sonriéndome. Esta corriente me atrajo hacia Jesús hasta que mi rostro se pegó a Su rostro.
Aproximadamente a los doce años, también tuve otra experiencia mística. Era mi casamiento espiritual con Jesús. Nuevamente en un sueño, estaba vestida de novia y mi esposo era Jesús. Lo único es que no Lo pude ver pero sabía que Él estaba ahí. Las personas que estaban presentes nos saludaban alegremente con hojas de palma en la mano. Se suponía que íbamos a hacer la entrada nupcial. Justo después de que el matrimonio terminó, entré en una habitación. Allí estaba nuestra Santísima Madre con Santa María Magdalena y otras dos santas mujeres. Nuestra Santísima Madre estaba muy feliz y vino a abrazarme. Inmediatamente comenzó a arreglarme el vestido y el cabello de nuevo y me di cuenta de que Ella quería que estuviera presentable para Su hijo.
Satanás continuó con diferentes ataques
El demonio sabía del horror que siento por las cucarachas Odio escribir esto, pero siento que debo hacerlo, para mostrar cómo el diablo luchó contra mí. Un día, saliendo de una habitación, cerré la puerta. De repente, sentí en mi cara un líquido viscoso que cayó sobre mí. No pude entender de dónde vino. De repente escuché a Satanás reírse y me dijo burlonamente: «Así es como yo bautizo. ¡Este es el tipo de agua bendita que te mereces!» Entonces, ví lo que había pasado. Había aplastado con el marco de la puerta una gran cucaracha … ¡Podría haber muerto allí mismo de disgusto! No me gusta escribir tanto sobre los ataques de Satanás, pero me gustaría mostrar cuánto luchó contra mí para evitar que este mensaje saliera e impedir la misión que el Señor estaba preparando para mí.
Un día decidió nuevamente cambiar de estrategia. Para engañarme, tomó la imagen exacta de mi padre fallecido. Inclusive la manera en que me habló fue la misma. Una imitación perfecta. Me habló en francés, como lo hacía mi padre de vez en cuando, y me dijo: «Querida mía, mira … Dios, por piedad, me está enviando a tí para decirte que te equivocas. ¿Cómo puedes creer que Él se comunica contigo de esta manera? Estas cosas son, como sabes, imposibles, y solo estás ofendiendo y enojando a Dios. Piensa … ¿Dios te está hablando? ¿Dónde escuchaste algo semejante antes? ¡Sólo la locura puede llevarte a creer tal cosa! » Yo pregunté: «Bueno, ¿qué pasa con mi ángel? ¿con los ángeles es posible?» Cuando dijo: «Oh, ese …» su voz estaba llena de odio y reconocí a Satanás una vez más.
El Desierto, Luego la Rendición Total
Por eso la seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré a su corazón. (Os 2:16)
Ahora Dios quería que me entregara completamente a Él. Quería unirme a Él y hacerme Suya. Quería moldearme y transformarme. No me estaba rindiendo según Su deseo y por eso tuve que someterme a otro tipo de purificación para lograr mi total abandono a Dios y de ese modo hacer las paces con Él. Esto es lo que sucedió: llamé a Dios y para mi sorpresa no tuve respuesta. Entré en pánico y busqué a mi alrededor a mi ángel, pero él tampoco estaba ahí. En cambio, sentía algunas almas alrededor mío, vinieron como mendigos, acercándose a mí.1 Me suplicaron por oraciones, bendiciones y agua bendita. Fuí inmediatamente a la iglesia y traje conmigo agua bendita para ellos. Me pidieron que los rociara y así lo hice. Este gesto atrajo aún más almas y en poco tiempo tuve a mi alrededor una gran multitud. Para mi sorpresa, pareció aliviarlos de sus dolores y su alegría fue grande. Uno de ellos me pidió que orara por él allí mismo y en ese momento y que le diera una sola bendición. No sabía como hacerlo, asi que él me dijo que rezará una oración sencilla y que lo bendijera. Recé como me lo pidió y lo bendije. Me agradeció con alegría y él también me bendijo. Todo esto era nuevo para mí, pero sentí que estaban aliviados y complacidos. Aproveché para preguntarles si sabían dónde estaba mi ángel, aquel a quien mi corazón ya había comenzado a amar. Pero no obtuve ninguna respuesta.
Cada día que pasaba en esa soledad me parecía un año. Estaba buscando paz pero no la encontraba. Estaba rodeada de muchos amigos y personas, pero nunca me sentí tan sola y abandonada como en ese momento. Sentí como si estuviera pasando por un infierno. Muchas veces grité para que mi ángel regresara a mí, pero no, ¡se había desvanecido! Mi alma falló en su vuelo. Lo busqué pero no lo encontré, lo llamé pero no respondió. Vagué tres semanas enteras por el desierto, más muerta que viva, hasta que no pude soportarlo más y en esa terrible noche que atravesaba mi alma clamé entre lágrimas con todo mi corazón y como nunca a Yahweh: «¡¡PADRE !! … ¿dónde estás? … ¿Padre? … ¿Por qué me dejaste? ¡Oh Dios, tómame!, ¡tómame y úsame como quieras! … Purifícame para que tú puedas usarme! «
Con este grito desgarrador que salió de lo más profundo de mi corazón, el cielo se abrió de repente y, como un trueno, la voz del Padre, llena de emoción, me respondió con voz potente: «¡YO, DIOS, TE AMO!» Estas palabras fueron como un bálsamo derramándose sobre esas impresionantes heridas que mi alma había recibido y me sanaron al instante. Sentí en esas palabras pronunciadas por Dios, Su Infinito Amor.
Justo después de estas palabras de amor, me pareció como si cayera de un tornado a un hermoso y pacífico jardín. Mi ángel reapareció y con gran ternura comenzó a vendar mis heridas, esas heridas que recibí al atravesar de noche este desierto sin fin. Entonces Yahweh me pidió que abriera la Biblia y la leyera. El primer pasaje que leí me hizo llorar y me convirtió, porque me reveló de una manera asombrosa el Corazón de Dios. Leí en Éxodo 22, 25-26, estas palabras:
Si tomas el manto de otra persona como prenda, debes devolvérsela antes de la puesta del sol. Es el único abrigo que posee; es con lo que envuelve su cuerpo; de lo contrario, ¿con qué dormirá? Si Me invoca, lo escucharé, porque estoy lleno de compasión.»
Dios no me explicó de inmediato lo que sucedió en esas tres semanas, Él tendría sus propias razones para no hacerlo en ese momento, pero mucho después, el 22 de diciembre de 1990, me dio esta explicación, aquí están Sus propias palabras:
Mi Corazón, un Abismo de Amor, clamó por ti; habías acumulado dolor sobre dolor en Mi Corazón, traición sobre traición; Estabas luchando conmigo, pequeñita criatura … pero yo sabía que tu corazón no es un corazón dividido y que una vez que conquistase tu corazón, se volvería enteramente Mío; como buen objeto de tu era, estabas luchando contra Mí, pero en la lucha te derribé y te arrastré al polvo y al desierto donde te dejé allí completamente sola;
Te había proporcionado un ángel de la guarda, desde el comienzo de tu existencia, para que te guardara, te consolara y te guiara, pero Mi Sabiduría ordenó a tu ángel de la guarda que te abandonara y te dejara enfrentar el desierto por tu cuenta; Dije: «¡Debes vivir a pesar de tu desnudez!»2 porque ningún hombre puede sobrevivir solo;3 Satanás se habría apoderado completamente de ti y te habría matado; Mi orden fue dada a él también; Le prohibi que te tocara luego, presa del terror, te acordaste de Mí y miraste al Cielo buscándome desesperadamente; tus lamentos y tus súplicas rompieron repentinamente la quietud mortal que te rodeaba y tus gritos aterrorizados traspasaron los cielos llegando a los oídos de la Santísima Trinidad …
«¡Mi niña!» la Voz del Padre, llena de gozo, resonó por todo el Cielo, «Ah … Ahora podré hacerla entrar en Mis Llagas4 y la dejaré comer Mi Cuerpo y beber Mi Sangre, la desposaré conmigo y ella será Mía para toda la eternidad Le mostraré el Amor que tengo por ella y sus labios a partir de ese momento tendrán sed de Mí y su corazón será Mi Reposo; ella se someterá con anhelo cada día a Mi Justicia, la haré un altar de Mi Amor y de Mi Pasión; Yo, y solo Yo, seré su único Amor y Pasión; y la enviaré con Mi Mensaje a los confines del mundo para conquistar a un pueblo irreligioso, y a un pueblo que ni siquiera es el suyo; y voluntariamente llevará Mi Cruz de Paz y Amor tomando el camino al Calvario «
«Y Yo, el Espíritu Santo descenderé sobre ella para revelarle la Verdad y lo más profundo de Nosotros; 5Le recordaré al mundo, a través de ella, que el mayor de todos los dones es: AMOR «
«6 ¡Celebremos entonces! ¡que celebre todo el cielo!»
Dios me dio una visión para que comprendiera mejor la situación. Me hizo comprender por qué Satanás era tan agresivo conmigo. Cuando no estaba completamente convertida, el diablo no me molestaba y se sentía contento. No mostraba ninguna agresión. Pero en el momento en que sintió que me estaba volviendo hacia Dios, y que él me perdería, atacó mi alma.
Esta fue la visión: me vi de pie en una habitación y vi una serpiente (Satanás) arrastrándose. Aparentemente esta serpiente era mi mascota. Pero como yo había perdido interés en ella, dejé de alimentarla. Hambrienta y asombrada, salió de su agujero en busca de comida. La vi dirigirse hacia su plato y allí encontró un par de uvas. La serpiente las tragó, pero no pareció satisfecha. Así que se arrastró hacia la cocina en busca de comida. Mientras tanto, comenzó a sentir que había cambiado mis sentimientos hacia ella y que ahora me había convertido en su enemiga en lugar de en su amiga. Por eso, yo sabía que ella intentaría matarme. Temí, pero en ese momento apareció mi ángel de la guarda preguntándome si tenía algún problema. Le conté lo de la serpiente. Me dijo que se ocuparía de eso. Dudé si debía unirme a la batalla o no, y decidí que debía unirme a mi ángel y hacer el trabajo juntos. Mi ángel tomó una escoba y abrió una puerta que conducía al exterior; luego fue hacia la serpiente y la ahuyentó. Luego cerró la puerta de golpe y observamos desde la ventana cómo reaccionaba la serpiente. Entró en pánico. La vimos dirigiendose nuevamente hacia la puerta. Pero la puerta estaba bien cerrada. Bajó las escaleras a toda velocidad y salió a la calle. En el momento en que se deslizó, se transformó en un enorme sapo feo y luego en un espíritu maligno. Alguien alertó de su presencia y la gente que estaba afuera lo agarró y lo ató.
El Sacerdote Condena los Mensajes
Había ido con regularidad al seminario para reunirme con el sacerdote. Un día me pidió de ver este fenómeno cuando me estaba comunicando con el cielo, y cuando comenzó mi comunicación, se acercó a mí y me tocó la mano para ver si podía detenerme. Inmediatamente sintió una especie de hormigueo y una corriente penetrando en su brazo. No me dijo nada, pero más tarde -como este hormigueo eléctrico lo acompañó toda la tarde-, fue a contarle al otro sacerdote del seminario lo que había experimentado. El otro sacerdote sabía de mí. Cuando le contó el incidente, lo clasificó como diabólico en lugar de Divino y le pidió que me trajera a él.
Roció su habitación con agua bendita, la silla en la que me sentaría, el escritorio, el papel y el lápiz que me dejaría usar. Fui allí y me pidió que llamara «lo que sea» con lo que me estaba comunicando y que le pidiera que escribiera «Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo». Oré y le pedí a Dios que me escribiera esto. Y lo hizo, pero con tal fuerza que el lápiz se rompió y tuve que completarlo con un bolígrafo. El sacerdote estaba furioso y también muy asustado. Comenzó a contarme todo sobre el Satanismo, la maldad, la magia y los espíritus mudos y que el espíritu con el que me estaba comunicando no era Divino, sino un espíritu mudo. Lleno mi cabeza de terror. Cuando me levanté para irme, me dijo que no debía ir más al seminario ni a la iglesia a menos que dejara de escribir, por lo menos por un tiempo; y que también debería dejar de visitar al otro sacerdote. Me dio tres oraciones para que las recitara diariamente (la oración a San Miguel, el «Acordaos» de San Bernardo y una novena al Sagrado Corazón de Jesús). También me dió un rosario.
Destrozada, fui al primer cura que, al menos, fue más gentil y le conté lo sucedido. Le dije que al otro sacerdote no le gustaba que lo visitara y que me había pedido que dejara de visitarlo. Miró hacia abajo, inclinó la cabeza hacia un lado y no respondió. Con esto supe que estaba de acuerdo. Claramente vi y entendí que, al no visitarlo,se sacaba de encima instantáneamente una gran cruz. Me dí cuenta que yo era una persona non grata, así que me levanté y le grité: «¡No volverá a verme por su estancia, no hasta que me sienta bienvenida!» Y así me fui, pensando que abandonaba las instalaciones católicas para siempre.
Regresé a casa y lloré desconsoladamente. Mi ángel vino a consolarme, acariciando mi frente. Me quejé a Dios: «Estoy confundida y mi alma está sufriendo más allá de la imaginación de cualquiera. Ya no sé. Tú dices que eres Tú y mi corazón siente y sabe que eres Tú, pero él dice que es el diablo. Si eres Tú, entonces quiero que este sacerdote diga y admita un día que mis comunicaciones son Divinas, ¡y creeré! Dios simplemente dijo: «Lo doblegaré …»
El ángel fue muy tierno conmigo. Él vendó mis heridas espirituales muy suavemente. Recé todos los días las oraciones que me dio el sacerdote e hice exactamente lo que me pidió que hiciera. Dejé de usar el carisma que Dios me había dado y evité escribir. Como vivía en un país musulmán, compré el libro del Corán para estudiarlo y compararlo con nuestra Santa Biblia. Un día, cuando estaba tomando notas, para mi sorpresa, nuestro Padre Celestial se me acercó. Su mera presencia me llenó de un gozo inexplicable y me dijo: «Yo, Dios, te amo, hija, recuerda siempre esto. Yahweh es Mi Nombre».
Y mientras sostenía el lápiz, usó mi mano para escribirlo en mi cuaderno. Un poco más tarde, descendió nuevamente hacia mí y dijo, mientras usaba mi mano: «Yo, Dios, te amo. Vassula, recuerda siempre esto. Yo Soy quien te está guiando. Yahweh es Mi Nombre». Esto fue tan conmovedor que rompí en lágrimas. Yo era como una prisionera: tenía prohibido hablar con mi Padre, prohibido tener cualquier tipo de comunicación con el cielo, prohibido usar el carisma que Dios mismo me había dado y prohibido usar esta vía para acercarme a Mi Padre celestial. En medio de todas estas prohibiciones, ¿quién vino a visitarme a la «prisión»? ¡Aquél que más me ama! El más Tierno Padre, Áquel que sostiene el universo entero en la palma de Su Mano, para mostrarme Su afecto y Su amor.
Persecuciones del Sacerdote
El sacerdote, sin embargo, no se rindió. Me escribió cartas para decirme que todo lo que tenía era un montón de basura y que debería mirarme a mí misma y comprender que nunca se me concedería tal gracia. Anteriormente había dicho que tales gracias eran para personas que trabajaban para Dios, como la Madre Teresa o similares, y con un gesto de su mano, me había mostrado sus libros en los estantes. Luego trató de asustarme diciendo que era diabólico, para que abandonara los escritos. En parte logró su cometido, porque luego de haberme dicho eso, cuando Dios se me acercaba, Lo ahuyentaba. Apenas podía aceptar a mi ángel. Si escuchaba de Dios estas palabras: «Yo, Yahweh, te amo», hacía como si no hubiese escuchado nada y no permitía que esto se escribiera. Si Jesús se me hubiese acercado y me hubiese dicho: «Paz, Mi niña», me hubiese alejado de Él y lo hubiese ahuyentado, tomándolo por el maligno. El sacerdote logró meterme en la cabeza que Dios no puede comunicarse con una persona como yo porque Dios sólo se dirige a las personas santas. A veces me ponía bastante agresiva cuando Jesús venía y me hablaba, porque pensaba que quien me estaba hablando era el diablo y no Jesús. Lo ahuyentaba ferozmente, una y otra vez.
Al final, la Sabiduría encontré una forma de acercarse. Mi ángel vino diciéndome que tenía un mensaje de Jesús y que me lo diría. Se convirtió en el intermediario. Esta era una forma que podía aceptar, pero no siempre, porque todavía estaba bajo la influencia de las palabras del sacerdote. ¡Cómo y por qué los Ojos del Santo se volverían y mirarían a un alma despreciable como la mía, y mucho menos me hablarían! ¡Cómo pude haber creído que Dios, el Todopoderoso, me hablaría y se comunicaría conmigo de una manera tan sencilla! Nunca había escuchado algo así en mi vida. Sí, solo en la Santa Biblia, con personas como Moisés, Abraham y los profetas, pero esa era otra historia y en otros tiempos. ¡Un cuento de hadas, eso es lo que era, una ilusión, mi mente daba vueltas porque sabía que estaba pasando y que no estaba loca! Lentamente y solo con el tiempo, estas heridas que recibí de los sacerdotes comenzaron a sanar.
Mi ángel me dio mucha paz, predicándome todos los días durante horas. De vez en cuando dejaba lugar para que Jesús citara Sus Divinas palabras. La primera vez que sucedió, estuve a punto de borrar las palabras, ya que me había permitido escribirlas. El ángel intervino pidiéndome que entendiera y dejara estas palabras ya que realmente eran de Jesús. Las palabras eran: «Yo, Jesús, te amo». Estas fueron las primeras palabras escritas por Jesús después de la crisis. Fueron escritas el 20 de junio de 1986. Lentamente, lentamente, paso a paso y siempre muy tiernamente, Jesús se acercó nuevamente a mí.
El 9 de julio de 1986, 7 Dios dijo: «Yo Dios te amo«. Mi ángel, notando inmediatamente mi vacilación, me pidió que mantuviera estas palabras diciendo que cada palabra fue dada por Dios, y que Dios estaba cerca de mí. El siguiente mensaje directo de Dios fue en julio de 1986. 7El mensaje fue: «Te he alimentado, (espiritualmente), Vine a darte la comida. Por favor, ayuda a los demás dándoles esta comida también. Has que florezcan, trayéndolos a Mí. Yo te alimenté, hice que florezcas, te perfumé. Alimenta a los demás también. Ayúdalos y condúcelos a Mí. Yo te he dado Amor, así que sígueme. Te he favorecido dándote esta comida. Dásela a los otros también, para que ellos puedan deleitarse.«
Entonces nuevamente, el 31 de julio de 1986,7 Jesús vino como el Sagrado Corazón y me dijo: «En medio de Mi Corazón, toma un lugar, Mi amada. Allí tú vivirás.» El 7 de agosto de 1986,7 el Padre me habló nuevamente dándome este mensaje: «Yo, Dios, te ato a Mí.» Temiendo, le pregunté con aspereza, porque sospechaba, que se presentase a sí mismo. Él respondió:»Yahweh.«Estaba llena de gozo y amor y ya tenía un ardor en mi alma por el anhelo que tenía por Él. Dije: «Te amo Padre Eterno». Respondió,»Ámame, alábaMe, a Mí tu Dios, Yo soy tu Padre Eterno.Le pregunté entonces a Él: «¿Sientes mi felicidad, mis angustias, mis miedos, mi amor, mis confusiones?» Él respondió: «Sí.» Entonces dije: «En ese caso sabes como me siento en este momento. Tú me entiendes perfectamente, » y Él dijo con gran ternura:» Sí, te entiendo, amada Mía.«
Esta fue nuevamente mi primera comunicación en mucho tiempo después del rechazo que tuve (por miedo). Dios continuó, ya que sabía que yo me preguntaba por qué Él me habla. Él dijo: «Dios los ama a todos ustedes, estos mensajes son solo un recordatorio, para recordarles como comenzó vuestra fundación; entreguen Mi mensaje».
El primer mensaje que recibí fue muy corto, como lo expliqué al comienzo. Parecían más bien telegramas que mensajes.
Mientras tanto, a pesar de todo, no había perdido el contacto con los sacerdotes. Pero había dejado de hablar de los mensajes a aquellos que los habían condenado y me había producido tanto sufrimiento. Sin embargo, después de un cierto tiempo, decidí decirle que continuaba recibiendo y escribiendo mensajes . Entonces le mostré los cuadernos en vez de papeles sueltos como antes. Usé cualquier papel liso en el que pudiera escribir, pero cuando llegó el momento de comenzar mi misión, el Espíritu Santo me inspiró a usar cuadernos y numerarlos.
Me Recuerdo invitando a mi casa al sacerdote para poder decirle que seguía comunicándome con Dios. Pensé que debía informarle. Se lo dije y no le gustó mucho, pero me pidió que le mostrara los cuadernos. Se los dí para que los conserve por un día. Al día siguiente recibí una carta muy dura de él, diciéndome que quemara todos mis cuadernos y que fuera a decirle a todos mis amigos que los estaban leyendo que se olvidaran de todo. De alguna manera, reconocí la dureza de Satanás. Les conté a mis amigos lo que dijo y se enojaron mucho con él. Visité al sacerdote y le conté la reacción de mis amigos. Le quité mis cuadernos. Dijo que probablemente Dios estaría muy enojado conmigo y que me abandonó a mi destino. Me dijo que Dios era paciente una vez o dos, pero ahora, como no estaba escuchando, me dejaría con el demonio.
Las lecciones de discernimiento de mi ángel ya estaban surtiendo efecto y se volvieron muy útiles para mí en este momento en particular. Esta vez, no me dejé engañar. Respondí a la carta del sacerdote y le dije que su Dios no es mi Dios. Porque su Dios es un Dios cruel, rápido a la ira, impaciente, intolerante y falto de amor. Su Dios perdona una o dos veces y luego da la espalda y arroja las almas al infierno si no escuchan, mientras que el Dios que conozco, el que se comunica conmigo diariamente, mi Dios, es todo amor, infinitamente paciente, tolerante y tierno. Mi Dios que me habla y se inclina desde el cielo, es manso, lento a la cólera, todo misericordioso y envuelve mi alma solo con amor. Mi Dios que me visita todos los días en mi habitación, Aquel a quien él trata como el diablo, envuelve mi alma de paz y esperanza. Mi Dios me nutre espiritualmente, aumentando mi fe en Él. Me enseña cosas espirituales y me revela las Riquezas de Su Corazón.
Después de esto, me pidió que intentara una vez más durante unos días dejar de escribir para ver qué pasaba.
Dejé que pasaran algunos días más sin escribir, como me había pedido el sacerdote. Oré y pregunté de nuevo en mi oración, ¿quién realmente me estaba guiando de esta manera especial? Le había pedido que si los mensajes eran realmente de Él, me gustaría que Él me dijera y lo escuchara decir estas palabras: «Yo Yahweh te estoy guiando». Nada más. Y esto es lo que sucedió y Dios me respondió de acuerdo a mi oración.
Mis comunicaciones continuaron y un día, el 15 de diciembre de 1986, Dios me dió este mensaje: «Hija, toda Sabiduría procede de Mí. ¿Quieres Sabiduría?» Sin darme cuenta realmente de lo que Dios me estaba ofreciendo, simplemente Le dije «Sí». Luego dijo que me daría Sabiduría, pero que tenía que adquirir Sabiduría si La quería. Cuando vio que me estaba preguntando cómo hacer esto, dijo que Él es el Todopoderoso y que me enseñaría. Medité en lo que Dios me había ofrecido y cuanto más meditaba, más me daba cuenta del tremendo regalo que me estaba ofreciendo. También me di cuenta de que ni siquiera le había dado las gracias. Así que al día siguiente le di las gracias y nuevamente me dijo que tendría que ganarme la Sabiduría, pero que Él me ayudaría y no debía desanimarme.
¿Quieres ServirMe?
Lo siguiente que noté fue que Jesús estaba tomando cada vez más el lugar de mi ángel. Él vino como el Sagrado Corazón. Un día me sorprendió con Su pregunta. Él me preguntó si quería servirLo, (para esta misión) El miedo se apoderó de mí y vacilé. No permití que esto se escribiera como el resto de las cosas. Tenía miedo de que me dijera que hiciera las maletas, dejara mi casa para ir a un convento y que me convierta en monja. No estaba lista y tampoco quería hacerlo. Mi desconfianza lo decepcionó, y su tristeza no se me escapó, ya que era tan evidente en el tono de su voz cuando dijo estas palabras: «Puedo permanecer en ti a pesar de tu asombrosa debilidad». Me sentí muy infeliz porque lo había decepcionado; por otro lado, le tenía miedo a lo desconocido. Estas son las palabras exactas:
…» si me sirves, no te revelaría más que pasión.» Repetí «pasión» sin entender, y Él dijo: «sí, pasión. Voluntad…Levanté mi mano para no escribirlo, pero escuché todo.
Pasé toda la noche pensando en esto; luego decidí sumergirme en lo desconocido y rendirme a Su Voluntad. Entonces volví a Él con Su pregunta. Le pregunté: «¿Quieres que yo te sirva?»
Inmediatamente sentí Su alegría y Él dijo:
«Sí, lo quiero. Lo quiero mucho, Vassula. Ven, te mostraré cómo y dónde puedes servirme … trabaja y sírveMe como ahora, sé como eres. Necesito servidores que puedan servirme donde más se necesita el amor. Por lo tanto, trabaja duro, porque donde estás, estás entre malvados, incrédulos. Estás en las viles profundidades del pecado. Vas a servir a tu Dios donde prevalecen las tinieblas; no tendrás descanso. Me servirás donde todo bien se transforma en mal. Sí, sírveme entre la miseria, entre la maldad y las iniquidades del mundo. Sírveme entre los impíos, entre los que se burlan de Mí, entre los que traspasan Mi Corazón. Sírveme entre Mis azotes, entre aquellos que Me condenan. SírveMe entre los que me recrucifican y Me escupen. ¡Oh, Vassula, cuánto sufro! ¡Ven y consuélaMe! … lucha y sufre Conmigo, comparte Mi Cruz …» (24 de mayo de 1987).
Las enseñanzas de Dios continuaron, y Sus comunicaciones fueron diarias y, hasta el día de hoy que estoy escribiendo, continúan, porque Él dijo que Su carisma permanecerá conmigo hasta mi último día en la tierra.