por Vassula Ryden
Tierra Santa Peregrinación de 1998

La unidad vendrá en la conversión de nuestro corazón; eso quiere decir mediante nuestro amor y nuestra fe. No es cuestión de la firma de un tratado ni tampoco vendrá por medio de poderes que están fragmentados; la unidad vendrá y será vivida por aquellos que hayan permitido al Espíritu Santo de tocarles en su pobreza y ser su Luz. La unidad vendrá cuando utilicemos las dos llaves que el Señor nos ofrece que son: la humildad y el amor. Si utilizamos estas dos llaves, la unidad triunfará a nuestra división la cual es un pecado. La unidad vendrá cuando comencemos a amar verdaderamente a Jesucristo. La unidad vendrá cuando muramos a nosotros mismos. La unidad vendrá cuando bajemos nuestra voz para escuchar la voz de Cristo y hacer Su Voluntad. La unidad vendrá cuando comencemos a buscar los intereses de Cristo y no los nuestros.

«Hoy en día hay más división que nunca en Mi Iglesia. Como Caín y Abel, hermanos, y sin embargo distintos uno del otro. Una sangre, y sin embargo diferentes; uno era sincero, el otro no; uno bien dispuesto, el otro mal dispuesto y desagradable a Mí. Uno leal y devoto, el otro traicionero y rebelde. Así son actualmente los miembros de Mi Iglesia, los tengo de dos clases: unos devotos, los otros rebeldes. Mi Iglesia está dividida.» (29.11.92)

Nuestra división es verdaderamente un grave pecado. Nuestra intolerancia de los unos con los otros es una abominación a los ojos de Dios. Nuestra obstinación y nuestro orgullo no se corresponden con el Espíritu de Nuestro Señor. Todas estas cosas demuestran que falta el amor. Solo mediante una profunda metanoia se puede obtener el fruto de amor que nos llevará al camino de la reconciliación. A través del arrepentimiento, se puede renacer y tener un cambio desde nuestro interior. Así pues, con la conversión de nuestro corazón el Espíritu Santo nos conducirá a la unidad. El Señor dice en un mensaje:

«La Unidad entre hermanos no vendrá sólo a través de las palabras, sino a través de la acción del Espíritu Santo. Te he guiado para buscar la unidad y vivir la unidad que deseo […] deseo que seas el ejemplo viviente de cómo será la Unidad. Todos los que te miren verán la Unidad de acuerdo con los designios de Mi Corazón. No te desanimes por los que no perciben Mi Plan en ti: ¡lo que te he dado como regalo supera el precio de las perlas, supera el precio de todos los tesoros del mundo juntos! […] Yo, Dios, no reprobaré la unidad que estáis viviendo pero reprobaré a la persona que te ataque en tu misión; sus ataques sobre ti son como una piedra arrojada al centro de Mis Ojos […] Yo te digo: extiende Mis Mensajes tan lejos y tan ampliamente como sea posible. Recuerda que la unidad vendrá con humildad y amor. Y ahora deja que tu corazón atesore lo que debo decir: para adquirir unidad necesito expiaciones … » (30.9.93)

Cristo llevará a cabo Su plan de unidad a través de los pobres en el espíritu, pues esto es lo que les dice a los que se demoran en trabajar por la unidad:

«Diles a quienes trabajan por la unidad que miren a los cielos y vean cuán lejos están los cielos de la tierra, así de lejos están sus corazones unos de otros» (21.12.92)

La unidad vendrá porque Cristo la quiere y pide. Jesús dijo: «Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, estás en mí, y yo en ti, para que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste» [Jn 17:21]

En uno de sus mensajes, Jesús dice:

«La venida de Mi Reino a la tierra está a la vuelta de la esquina y Mi Voluntad se hará en la tierra como lo es en el Cielo, y en vuestros corazones reconstruiré la unión de Mi Iglesia […] Estaré con todos vosotros otra vez y Mi oración sacerdotal al Padre se cumplirá: seréis uno como Nosotros en la Santa Trinidad.» (2.5.91)

Jesús nos habla igualmente de la venida de Su Reino sobre la tierra cuando todos hagan la Divina Voluntad de Dios estando todavía en la tierra, pues en nuestros corazones ya habrá construido la unidad de Su Iglesia. En nuestros días Jesús está purificando muchos corazones; Jesús dice:

«Yo os puificaré y os sanaré. Os divinizaré, porque Yo soy la Divinidad. ¡Yo os haré perfectos !»(21.11.88)

Jesús ha dicho que que los que trabajan por la unidad deben primero trabajar por unificar las fechas de Pascua. A veces, me pregunto y digo: «supongamos que el mismo Cristo se les apareciera de repente en una de sus reuniones y les dijese que deberían inmediatamente unificar las fechas de Pascua; ¿que harían? ¿todavía la demorarían o simplemente avanzarían para lograrla? Jesús les dice:

«¿Cuándo váis a poneros de acuerdo para celebrar, todos, la fiesta de la Pascua en la misma fecha?»(21.12.92)

Jesús les pregunta lo siguiente a los que trabajan por la unidad:– «Hermanos, ¿habéis hecho todo lo que podíais hacer para preservar la unidad de Mi Cuerpo?» (10.03.90) – «Cada temporada de Pascua tengo que beber el cáliz de vuestra división puesto que se Me fuerza a ello… Cuanto más tiempo pase sin que unifiquen las fechas de la Pascua, tanto más severa será la sentencia que recibirá esta generación. Mi Retorno es inminente y ¡ay del corazón no arrepentido! ¡Ay del corazón dividido! ¡Ay del corazón no reconciliado! «¡Serán arrojados al infierno!» (31.05.94)

Nuestro Señor es muy severo cuando eso se convierte en una cuestión de orgullo y de hipocresía. Jesús condena la rigidez y la dureza de corazón.

«¡A causa de su rigidez ellos están deshabitados!(es decir sin el Espíritu Santo). Muchos de ellos hablan de unidad y fraternidad, pero sus palabras son falaces, vacías […] ¡ARREPENTÍOS!

(A continuación Jesús dice a su Iglesia:)Una vez, vosotros vivíais en humildad, simplicidad y amor ilimitado, con un rico alimento que cubría vuestra mesa. Sí, la grandeza de Mi Iglesia sobrepasa todo y a toda criatura viviente, pues la Eucaristía hacía la vida de Mi Iglesia. Si hoy le falta brillo a Mi Iglesia es porque muchas de Mis Iglesias han abolido Mi Sacrificio Perpetuo…» (25.11.91)

En otro mensaje, Jesús muestra lo grave que es estar rígidos cuando se trata de unidad, y cuanto se le ofende cuando no nos reconciliamos de corazón. Él dice:

«Habláis del Espíritu, pero no actuáis en el Espíritu […] Di a Mi gente que no quiero administradores en Mi Casa. Ellos no serán justificados en Mi Día, porque son ésos mismos los que han industrializado Mi Casa. Os he enviado Mi Espíritu para que viva en vuestros corazones. Ésta es la razón por la que el Espíritu que vive en vosotros os mostrará que Mi Iglesia será reconstruida dentro de vuestros corazones y así os reconoceréis uno al otro como vuestro hermano en vuestro corazón.» (14.10.91)

No somos dignos de hablar de unidad sin haber vivido primero los dos grandes mandamientos de Dios. Es como si quisiesemos construir una casa sin haber puesto primero los cimientos. Pues, ¿cómo podemos creer que la unidad puede llegar si las simientes de la unidad son constantemente sembradas en una tierra árida y estéril? Ningún germen brotará en tal aridez que representa la dureza de nuestro corazón. El Señor dice en los mensajes:

«Algunos dirán: «Pero nosotros siempre hemos guardado la ley de la Iglesia y la hemos obedecido…» «El Señor dice hoy: «No es suficente observar la ley de la Iglesia y obedecerla. Necesito humildad, amor, y la conversión de vuestro corazón para que sean el fundamento de vuestra unidad». EL Señor dice en un mensaje: «Yo os observo desde arriba a todos, a cada uno de vosotros. Yo os digo que quienquiera que continúe trabajando para sus propios intereses y su propia glorificación ya ha perdido Mi Corazón […] Vuestra división es un pecado […] Al pecar en vuestra división de unos contra otros, es contra Mí, el Cordero, contra quien pecáis. Este pecado de vuestra división masacra diariamente Mi Cuerpo.» (27.3.92)

Dios nos habla hoy y nos llama a todos a la reconciliación y a la unidad. Hay quien cree y quien no cree que Jesucristo nos habla a través de mi débil mano. Pero esto es porque solo ven la unidad según su propia mentalidad y no según el pensamiento de Dios. Jesús dice:

«Os he hablado desde arriba, no para imponeros Mis reglas sino para proponeros una alianza de Paz y Amor, para llevaros a todos bajo Mis Alas y uniros […] ¿Habéis entendido realmente lo que el Esposo os ha ofrecido? Explicadme entonces por qué cada vez que os hablo de reconciliación, apartáis de Mí vuestros ojos… […] Ya que proclamáis estar en la Verdad, explicadme entonces vuestra división… ¡Abre los ojos amigo Mío! ¡Abre tu corazón, no tu mente! […] La unidad será en vuestro corazón. La reconciliación será en vuestro corazón ¡y no mediante un tratado firmado! ¡Cómo puede afirmar nadie que es justo cuando vuestros países están en guerra y en llamas! Aprended lo que Mi Sagrado Corazón busca de vosotros: caridad, generosidad, oración y un espíritu de reconciliación, y que os améis unos a otros como Yo os amo. ¿Oiré de vosotros vuestro grito de rendición y arrepentimiento? (14.9.92)

Por el poder del Espíritu Santo, seremos unidos la Promesa será cumplida pues solo por el Espíritu del Señor que es Dador de Vida, obtendremos el don de la unidad. Tal como somos ahora, somos como los huesos secos desechados en la visión de Daniel, según lo que nos dice nuestro Señor. He aquí lo que dice:

«Yo haré un único Cuerpo de todos esos huesos secos que ahora yacen desparramados en el Valle de la Muerte. Sí, como en la visión del profeta Ezequiel (Ez 37,1-10). Yo te hago la misma pregunta: «¿Pueden vivir esos huesos?».

[Yo dije] -No, no sin Tu intervención. No si Tú no pones en ellos la vida, Señor mío, ya que están completamente secos y sin vida.

-Los reviviré. Yo soy la Resurrección. Les pondré tendones y así los huesos desperdigados se unirán y la carne crecerá sobre ellos; los cubriré con piel y les daré aliento, para que vivan. Yo haré de ellos un único Cuerpo… y los volveré de nuevo a la vida; enviaré a Mi Santo Espíritu que sople a través de sus narices un Aliento muy poderoso que los revivirá y los hará erguirse una vez más sobre sus pies para Glorificarme. «Voy a verter Agua (Ap 22,1) cristalina sobre vosotros desde Mi Trono para limpiaros de toda contaminación y voy a derramar Mi Santo Espíritu para que viva en medio de vosotros (el Cuerpo, es decir la Iglesia). Se os dará Mi Santo Espíritu para que se convierta en vuestro Corazón, entonces Yo mismo ungiré este Cuerpo (que es la Iglesia) y la luz que daré a vuestros ojos será Mi Propia Luz Divina. Ella vendrá de Mi radiante Gloria (Ap 21,23) y como un guerrero caminaréis sin temor porque Yo seré vuestra Antorcha (Ap 21,2) caminando delante de vosotros, mostrándoos el camino. Vosotros no necesitaréis luz de lámpara, pues Yo Mismo seré vuestra Luz (Ap 21,23). Todas las otras naciones al ver vuestra Belleza seguirán junto con ellos mismos; (es decir, que todas las demás religiones reconocerán a Cristo como el Hijo de Dios,y así se cumplirá la oración de Jesús en Jn. 17,21) y en vuestra mano colocaré un cetro de hierro, revistiéndoos de majestad y esplendor… Así es como Mi Santo Espíritu os reunirá en uno solo al final y todos creerán que fue el Padre quien Me envió. Todos Me reconocerán como el Cordero de Sacrificio. (30.5.93)

Jesús no aceptará nuestra división durante mucho tiempo… Dice: «¡Yo voy a fundiros a todos!” (Alusión a las tres barras de hierro que me ha dado en la visión, que representan a las Iglesias católica, ortodoxa y protestante). Yo os pondré a todos juntos en un crisol, y como un fuego atizado bajo la olla, os derretiré a todos. Mi Reino no permanecerá dividido. (30.5.93)

Jesús nos pide que recemos por aquellos que quieren suprimir Su Santo Espíritu supuestamente trabajan por la unidad pero obstaculizan a los que practican la unidad y se han reconciliado. Jesús, viendo todos estos trastornos, ha pedido con voz triste:

«Cuando regrese, ¿cuánta fe quedará? Cuando vuelva, amigos míos, ¿os voy a encontrar diferentes de lo que Yo deseo seáis? ¿Tendréis todavía el lenguaje y las Tradiciones que Yo os he transmitido? ¿o estaréis hablando como filósofos y predicando en una Torre de Babel? Decidme, ¿qué ha sucedido del Espíritu del que Yo os doté? Vuestra levadura es la misma que la de los Fariseos y Saduceos: vosotros habláis de la Ley, pero no la lleváis en vuestro corazón. […] Habéis abandonado los puntos de más peso de la Ley: ¡amor, arrepentimiento, misericordia, buena fe! ¿Quién de vosotros predica en Mi Nombre el verdadero amor a sus enemigos? (19.3.93)

«Reza para que se unan la casa del Este y del Oeste, como dos manos cuando están unidas en oración, un par de manos, similares, y con belleza, cuando, unidas juntas, señalan el cielo en oración. Que esas dos Manos, pertenecientes al mismo cuerpo, trabajen juntas y compartan su capacidad y recursos una con otra… Que esas dos Manos Me eleven juntas, ah… ¿cuándo Me elevarán sobre el Altar esas Manos de Mi Cuerpo, sosteniéndome juntas? ¡Oh, venid! Yo no quiero largos discursos. El que quiera ser el primero y el mejor entre vosotros debe ser esclavo de todos. (15.6.95)

Durante el Angelus del 11 de agosto de 1996, el Papa, Juan Pablo II, hablando de los ortodoxos, el Papa Juan Pablo II declaró: «Es mucho más fuerte lo que nos une que lo que nos separa.» El escuchar estas palabras fue muy alentador para los Ortodoxos, ya que hemos oído que uno de Sus prelados escribió a Alexis II, que entre la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Ortodoxa había elementos importantes que nos dividían.

El Papa llama a la Iglesia Ortodoxa, «Iglesia Hermana». Ha dicho igualmente que, para respirar, el Cuerpo de Cristo necesita sus dos pulmones, equiparándonos al otro pulmón. Pero su voz me recuerda la voz de Juan el Bautista: «una voz que clama en el desierto» pues no hay mucha respuesta a sus gritos incluso por parte de los suyos. Me gustaría verdaderamente escuchar un eco por parte de los sacerdotes, obispos y cardenales del Papa. ¿Por qué no oímos más voces haciéndose eco de las oraciones del Papa de lo que el Papa ha dicho, por parte de sus propios prelados?

No aceptándonos los unos a los otros y no reconciliándose, solo demuestra al resto del mundo que falta amor entre nosotros y que no nos queremos doblegar. Jesús ha dicho repetidamente que la llave para la unidad es la humildad y el amor. El Señor nos pide que nos dobleguemos (nuestras nucas rígidas como el hierro) en la humildad y en el amor, para obtener el fruto de la unidad. Jesús dice:

«Reza por la unidad y no escuches a aquellos que no quieren la unidad. El Divisor los mantiene separados y agresivos en su espíritu. Cualquiera que no trabaja sinceramente y con todo su corazón por la unidad está afligiendo seriamente a Mi Santo Espíritu […] No es el intercambio mutuo de alabanzas lo que llevará a ser una a Mi Iglesia. Todas estas cosas Me cansan… La devastación y la ruina han penetrado en Mi Santuario, por tanto, ¿qué alabanzas pueden intercambiarse unos con otros?» (15.6.95).

– El Espíritu Santo llama igualmente a Su Esposa a la unidad:

«Ruega para […] que Yo, la total plenitud de Dios, la expresión de tu espíritu, la luz en tus ojos descienda en medio de vosotros para mostrar al mundo qué equivocado estaba, para mostrar a las iglesias la iniquidad de su división, y cómo, aunque ellas declaran diariamente que sólo hay un Señor, una sola Fe, un solo bautismo y un solo Dios, que es Padre de todos, que está sobre todos, a través de todos y dentro de todos, no tienen caridad unos con otros. Nosotros no podemos decir: «Has hecho todo lo posible para preservar la unidad que Yo te ofrecí al principio cuando eras todavía un niño y estabas en Mis Brazos.

Hoy dices: «Ya no soy un niño y puedo caminar por mi cuenta», y desde entonces dejaste Mi abrazo y te acostumbraste a caminar por tu cuenta… ¡Oh, hijo del Padre! ¡Fruto del Hijo! ¡Mi Ciudad y Mi Esposa! tu fragancia te abandonó… ¿Quedarán supervivientes cuando Yo descienda en plena fuerza?» (9.11.94)

Y finalizaré con estas palabras de Cristo:

«El verdadero Cristiano es el que es interiormente un Cristiano, y la verdadera unidad estará en el corazón. La Unidad no será de palabra sino más de espíritu.» (13.10.91)