21 de marzo de 1995

Bendito sea Tu Nombre,
que me ha bendecido tres veces,
permitiéndome ver Su plan oculto
que estaba en Su Sagrado Corazón
desde el principio,
y que fue revelado a Su elegido
al que tanto amaba1.
Ahora, también yo, en Él, he oído Su Mensaje,
ese Tesoro Inagotable
que Santa Gertrudis vislumbró un instante.

Llegará pronto un tiempo
en el que “ya no será necesario
que el vecino trate de enseñar al vecino,
o que el hermano diga al hermano,
‘aprende a conocer a Dios’.
No, todos Te conocerán,
el menor no menos que el mayor,
pues Tú perdonarás sus iniquidades
y no te acordarás nunca de sus pecados2.”

Yo trataré de caminar
por la senda que trazaste para mí,
sin desviarme, y apreciaré el Tesoro
que nos has dado a todos.

Estoy muy contento con tu trabajo3. Extrae de Mi Corazón ese Tesoro Inagotable que he guardado escondido para vuestros tiempos, en que los corazones de la gente se volverían fríos, desagradecidos, llenos de arrogancia e irreligiosos. Mi intención es reavivar esa llama mortecina y hacerles cambiar de idea para que, una vez sanados, Me reconozcan como el Sumo Sacerdote Supremo, el Cristo, y el Rey de reyes.

Acércate, pues, a Mí y disfruta de las cosas buenas que ves, sáciate de esta Fuente Inagotable de bienestar. No te desalientes cuando la gente mire sin comprender que la Gracia y la Misericordia están en medio de ellos. Reza por ellos. El hielo no resiste el fuego. Yo derretiré ese hielo con Mi Espíritu Santo, así que confía en Mí y di:

“Dios estará pronto con nosotros.”

Tu Bienamado


1 San Juan Evangelista.
2 Hb 8,11-12.
3 El retraso fue recuperado.