10 de agosto de 1994

Te doy Mi Paz.

Yo soy el Señor y con gusto te proporciono alimento del cielo. Escribe, paloma Mía, escribe estas palabras de las Escrituras:

“¡Si permanecéis en Mí
y Mis Palabras permanecen en vosotros,
podéis pedir lo que queráis
y lo obtendréis!”1

Escucha y escribe: Por misericordia, Me he apiadado de vosotros y por eso estoy aquí, para instruir a los que carecen de instrucción y para entregar Mi Ley a los que carecen de ley. Continuaré alimentando a esta generación con la herencia de Mi Padre en el Cielo. El Pan que os sana viene de arriba. El Pan de la instrucción desciende del Cielo, de las reservas de Mi Padre. Nadie debe decir: “No tengo nada para comer”. Aquí estoy Yo, ofreciéndooslo para que no seáis tentados de comer lo que es vil y letal, lo que viene de la raíz del mundo. Mi Espíritu os ofrece Vida y paz. Os estoy escribiendo estas pocas palabras a través de Mi flor.

Señor, algunos clérigos greco-ortodoxos no creen que seas Tú quien habla porque utilizas la palabra “flor” para llamarme.

Lo sé, pero ¿no han leído: “…la flor de su descendencia había muerto…”?2

Para esos clérigos, digo: “Abrid vuestro corazón y recibiréis la Luz, y creeréis.” Ahora son como un grupo lamentable, deambulando entre sombras y tristeza. ¡En Mi Misericordia, paso por alto muchos de sus desmanes, para darles tiempo a arrepentirse!

Ven, amiga Mía, no he olvidado lo que Me ofreciste aquel día. Se acercan los días al instante en que podré hacer buen uso de tu ofrecimiento3. Hasta entonces, te prepararé. Mis apariciones continuarán sobre ti, para darte ánimo. Ah, hijita Mía, ¿qué no haría Yo por ti?

En la Ternura de Su Amor, Mi Padre cubrió tu camino de zafiros. Un Rey, sin embargo, tan maternal; un Juez, sin embargo, tan tierno y amante; el Alfa y la Omega, sin embargo, tan manso. Ven, Yo y tú. ¿Nosotros?

¡Sí!

Habla en Mi Nombre, eso Me complace y Me honra.

Señor, Te amo y disfruto cada minuto en Tu Presencia.

Yo también Me encanta hablarte de esta manera.

Esto es constante, Señor mío. En cualquier momento y en cualquier lugar que me encuentre, siempre está conmigo este don ¿no es así?

¡Sí! Esto es lo que el Padre y Yo te ofrecimos. Ah, Vassula, un día aparecerás en los Atrios de Mi Padre, junto a Mí. Pero todavía no voy a arrancar Mi flor, no hasta que Mi Plan en ti se haya consumado. Hasta entonces, continúa bebiendo Mi Sangre y comiendo Mi Cuerpo.

El Santísimo está contigo.


1 Jn 15,17.
2 Sb 18:12.
3 Ver el mensaje del 8 de agosto de 1994.