17 de mayo de 1987
(Leí la oración de San Miguel Arcángel.)
Lee la siguiente oración.
(Leí el “Acordaos” de San Bernardo a Santa María, preocupada por cierta cosa: cuando mis amigos leyeron los mensajes y empezaron a pensar de nuevo en Dios, unos regresaron a Él, otros se sintieron felices al llenarse de esperanza. Desafortunadamente, lo que ocurría a veces, cuando en su entusiasmo hablaban de ello a un amigo sacerdote, era que éste les advertía que no creyeran que se trataba de Dios.
De hecho, yo misma me di cuenta de que, de los cuatro sacerdotes que conocen aquí estos escritos, dos me desanimaron y dos me animaron. Me hubiera gustado, sin embargo, que aquellos que me desanimaron y desanimaron a otros, hubieran tomado esa decisión después de haberlos leído de cabo a rabo. Luego, si seguían creyendo que no tenían valor, deberían decirme por qué y explicármelo. ¡Cómo se puede dar una opinión sin justificarla y sin comentarla conmigo ni una vez!)
Llena tu Corazón de la Llama de Dios.Te amo.
Madre querida, temo que el Mensaje de Dios pueda ser pisoteado por personas que ni siquiera lo siguen ni lo leen.
No temas, hijita.
¡Estoy angustiada!
Lo sé. Vassula, ¿reconocerás las Obras de Jesús?
Sí.
Vassula, he orado por ti, “agapi mou”, ten paciencia. Apóyate en Jesús.
(Imploré a Jesús.)
Apóyate en Mí.
Temo que Tu Mensaje sea machacado por aquellos que ni siquiera lo han leído.
No temas, ámame. Purificar tu alma Me glorifica. Venga, vamos. Recuerda: nosotros… No te aflijas.
(Jesús me condujo ayer a la misa dominical. No puedo seguir bien la Misa como los demás, puesto que nunca me han enseñado los cánticos y el procedimiento. Siempre voy por detrás de los otros, pero sé que Jesús está presente y me habla. La Eucaristía me consoló.)