23 de septiembre de 1987
Prometida, no escuches a los que están en un profundo sueño, ya que no saben nada, no sienten nada, no ven nada, no oyen nada. ¡Cómo podrían hacerlo si están dormidos y por lo tanto totalmente inconscientes!
(Jesús me dio a entender que hay dos mundos: uno material, físico, y el otro invisible, espiritual.
Más tarde, mucho más adelante, cuando empezó mi apostolado, me invitaron a conocer a una de las videntes de Garabandal. Era como si Dios me llevara en Sus Alas para que la bendijera, como Él quería que hiciese, y bendijera también a las demás por teléfono. Empecé a darme cuenta de la manera de obrar de Dios. Te pide algo casi imposible para ti, pero Él te ayuda a hacerlo con el Poder del Espíritu.)
Ven. Soy Yo, Jesucristo, el Hijo Bienamado de Dios. Podría, si quisiera, darte más pruebas, pero te estoy limitando por las razones que tengo. Guiarte a ciegas Me agrada, Me glorifica.
Además, quiero que esto sea una lección para aquellos que están cegados por su sabiduría. Os quiero inocentes, sencillos. Te estoy guiando de esta forma especial para que Mis almas religiosas comprendan que Yo, el Señor, doy en abundancia. Hija, diles que no es difícil creer en Mis Obras Sobrenaturales, porque, ¿no soy Yo Dios y Espíritu?
Sed como niños y creed. ¿Quién, entre los niños, dudaría de que soy Yo el que escribe, el que guía de esta manera, si le enseñaran Mis Obras? ¡Sed inocentes!