17 de julio de 1996

¡Oh luz!
¡Oh luz inaccesible tres veces Santa!
¡Ven! ¡Desciende ahora
y no vengas sólo sobre los que Te invocan
porque han oído hablar de Ti,
sino también sobre los que nunca Te han conocido!

¡Ven! ¡Oh Lámpara de nuestro cuerpo!
Ven a corregir a todos aquellos
que nunca Te han comprendido.

Ven a todos los que Te temen,
ven a desvelar Tus tesoros ocultos,
estos tesoros guardados para nuestro tiempo.

¡Ven! Ven a revelar los Santos Rostros
del Padre y del Hijo.
¡Ven a revelarte Tú, Espíritu Santo!
Ven, Amigo mío,
pues Tú eres la luz deslumbrante de nuestro corazón.
Ven desde lo alto y revístenos de Tu poder y esplendor.
Ven a alojarte dentro de nosotros,
y haz de Tu morada un lugar de oración,
pues Tú eres la Oración Constante.
¿Ves lo desnudos que estamos ahora sin Ti?
Ven a hacer brillar Tu Luz en esta oscuridad.
Tú eres La Promesa, Tú eres nuestro Amor,
Tú eres nuestra Luz. ¡Sí! ¡Tú eres La Promesa!

Tú eres Aquel de quien las Escrituras dicen:
“Nunca volverá a ser de noche
Y no necesitarán luz de lámpara o de sol,
porque el Señor Dios brillará sobre ellos”1

Tú eres
la solemne Promesa de nuestra herencia,
Santo y Bendito sea Tu Nombre.
Tú eres la perla preciosa e inestimable.
Tú eres el resplandor de nuestra alma,
Tú eres el Banquete y nuestra fiesta,
Tú eres el Compañero Irresistible de nuestra vida.
Tú eres el Trono de los pobres de espíritu,
Tú eres el Reino de los reinos,
el Imperio de los imperios.
Oh Huésped de nuestra alma, ¡ven a liberarnos!
Amén.

Hijita Mía2, la oración es tu arma, y Yo, Yo puedo sacarte del poder de las tinieblas para colocarte en lo que una vez pensaste de Mí: la Luz Inaccesible y el Tesoro Inalcanzable. De Mi Glorioso Poder, hijita Mía, puedes obtener tu fuerza, tu delicadeza y tu paciencia. Puedes obtener perseverancia, y en Mí y a través de Mí, puedes llamar: “¡Amén!” Y Yo, El Amén, el Único Fiel, el Testigo Verdadero, el Origen Último de la creación de Dios, ¡te escucharé! Como el estampido del trueno, descenderé sobre ti para darte libertad y llevarte a la unión con Nuestra Unidad, llenándote de la absoluta plenitud de Nuestra Santidad Trinitaria.

¡Un bautismo de fuego te está llegando, creación! Un bautismo tan ansiado, para hacer nuevas todas las cosas, una vez más. Hija, proclama el Reino de Dios y que nadie te lo impida…3 ¡Pide la Fuente de Agua Viva, para que venga sobre ti como un Manantial, para refrescarte!

Esperanza de las esperanzas,
¿puedo realmente pedirte
que rompas las cadenas
de los que están aún encadenados?

¡Pídelo! ¿No has oído que la libertad se encuentra en Mí?4 Yo te digo: Vendré sobre quienes nunca Me buscaron, aunque sus corazones permanecieron como los de los niños. Revelaré Mi poder glorioso incluso a quienes nunca Me consultaron. Iré donde no esté proscrito.

La hora de seleccionar ha llegado. La hora de revelar las gloriosas riquezas del Reino ha llegado. El tiempo de gracia está sobre vosotros. Por eso te digo de nuevo: tú, que formas parte del Cuerpo de Cristo, ven y aspira a Mis dones a fin de que puedas penetrar plenamente en el Misterio de Cristo. Y no seas como los apóstatas que dejaron de buscar lo que es justo.

Y a ti, que dices a los que Me invocan5: “Esta oración no es de mi dominio”, Yo te pregunto: “¿Es posible que no Me hayas escuchado? ¿Es posible que no Me hayas visto? ¿Es posible que no Me hayas comprendido? ¿Tengo que decirte ahora que te estás resistiendo a Mí? Tú pretendes tener conocimiento de Mí, pero las cosas que dices y haces no son más que una negación de Mis gracias.

6La paz esté contigo. Superviviente de esta gran Apostasía, glorifica Nuestro Nombre tres veces Santo y dirígenos alabanzas íntimamente.

(Entonces, el Espíritu Santo abrió mi boca y la llenó de alabanzas a Dios.)

Doy gracias y alabanzas al imponente Señor,
tan prodigiosamente grande.

¡Mirad! ¡Aquel que lanza Sus Rayos
deslumbrando mis ojos,
no es otro que mi Padre!

¡Oh Brillante Ornamento de los Cielos!
La grandeza de Tu Nombre me ha liberado,
y aguzando mi oído sólo un poco,
he recibido, de Tu Boca, Tu Palabra.

Y ahora:
¡Canto de alegría a Dios, mi Padre!
¡Grito en triunfo al Ungido,
Jesucristo, mi Salvador!

¡Mi Prometido7, Deleite de los deleites!
Te amo por hacerme Tu amiga.
Y ahora, clamo con todo mi corazón:
“¡Amén! ¡El celo por anunciar y proclamar
que Tu Fiel Amor me está quemando!

Haré Tu Voluntad
y traeré a tantos como pueda
a una unión con Tu Unicidad,
para que también ellos sean colmados
de la absoluta plenitud
de Tu Santidad Trinitaria.”
Amén.

Que tu modo de actuar siga constante en hacer Nuestra Voluntad. En tus días Yo soy la piedra que rechazaron los constructores, sin embargo, Yo soy la piedra angular de la Iglesia. La libertad y el amor se encuentran en Mí y, sin embargo, soy rechazado por tu generación, porque no Me han comprendido… Ellos apenas Me consultan… Mira, Yo soy como una tierra fértil. Si siembras tus semillas en Mí, tu cosecha será la Vida Eterna, y el Paraíso será tu hogar.

Ven a Mí sin tardar y Yo te haré rico, a través de tu pobreza; fuerte, a través de tu debilidad; celoso y fiel, a través de tu miseria; un Altar vivo para Nuestra Santidad Trinitaria, a través de tu nada. Ven a Mí con temor y temblor y Yo haré de ti un intrépido guerrero de vuestro tiempo, para unirte a San Miguel y su ejército8 y luchar en la gran batalla de vuestro tiempo.

Yo soy una oración incesante en ti, y donde tú careces, Yo lleno, siempre accesible al pobre y al sencillo. Ven a agarrarme… Ven a poseerme y Yo te moldearé en Mi Santidad9, ofreciéndote Mis Inestimables dones, haciéndote parte de Nosotros10 y uno en Nosotros, para ir a reconstruir las ruinas de Nuestro Santuario.

Tú que has venido del desierto, ven a sumergirte en Mis aguas profundas, y Mis olas te cubrirán y te refrescarán. No tengas miedo de Mí, ¿no has oído, amigo Mío, que Yo convertiré la tierra seca en un mar? Porque desde los cielos derramaré sobre ti Mis dones y Mis favores. Igual que los cielos derraman lluvia ante la Presencia de Nuestra Santidad Trinitaria, así derramo Yo Mi Presencia sobre toda la humanidad.

Medita en esto. ¿Nosotros?

Sí, para siempre.


1 Ap 22,5.
2 Habla el Espíritu Santo.
3 Creo que esto se dijo así: “Nadie será capaz de impedir que se proclame el Reino”.
4 El Espíritu Santo.
5 Invocando al Espíritu Santo mientras se impone las manos sobre las personas.
6 El Espíritu Santo de Dios se dirigió entonces a mí, una vez más.
7 Alusión a Ef 1,13.
8 Al mismo tiempo oí: “ángeles”.
9 También oí al mismo tiempo: “Divinidad”.
10 La Santísima Trinidad.