1 de diciembre de 1995

Santifico Tu Santo Nombre,
mientras sigo asombrada ante Tu Gloria.

El Espíritu de lo alto me invita
diciéndome que temerte1, Dios mío,
es un tesoro concedido
por la Sabiduría Misma.

2Y así empieza entonces Mi Reino en ti, seguido por Mi Espíritu de Entendimiento para asegurarte de la Divinidad tres veces Santa de tu Padre. Mi Espíritu te fundamentará en la Verdad, revelando a tu espíritu lo que los sabios y vuestros filósofos llaman locura y necedad.

Él iluminará los ojos de tu mente, dándote un espíritu de percepción infinitamente rico para penetrar en el pleno misterio de Nuestra Divinidad. Verás entonces cosas que ningún ojo ha visto y ningún oído ha escuchado, cosas que sobrepasan la mente humana, porque tu mente habrá sido sellada con el sello de Mi Espíritu Santo, y todas las cosas que parecían impenetrables e inalcanzables para el entendimiento de tu espíritu, serán entendidas bajo Nuestra Luz Divina. Y Yo, junto con Mi Espíritu de Entendimiento, haré que tu mente se asemeje a la mente de Mi Hijo, Jesucristo. Después, plenamente en la Verdad, tu espíritu alcanzará la plenitud del Mismo Cristo, revelándote que la Iglesia, que es Su Cuerpo en la tierra, llena la creación entera.

¡Oh, qué Consejo no te daría Yo! Tu objetivo debe ser permanecer en la Verdad. Para ello tu espíritu debe estar dedicado a la Santísima Trinidad. Mi Espíritu de Consejo te ayudará a vivir una vida santa, porque tu única alegría será respetar Mi Ley, que es bendita y tres veces Santa. Él aconsejará a tu espíritu que se vuelva como un niño inocente, para correr hacia Mí y tener entonces una conversación de corazón a corazón, sin mostrarme desconfianza. Y Yo te contaré también como uno de Mis hijos que reflejan Mi Imagen. La luz de tus ojos será entonces la Luz de Mi Hijo Jesucristo, y se te asignará un lugar entre los santos.

Encuéntrame en la sencillez de corazón y ancla tu corazón en la santidad, la integridad y el amor. Ten sed de Mí, tu Dios, y las barreras para llegar a Mí se romperán con tu amor. Ante tu vista aparecerá entonces Aquel por quien languidecía tu alma, más querido para ti que todas las riquezas del mundo y que tu propia vida, el Bendito y Gobernador de todo, el Único, Trinitario y sin embargo Uno en la unidad de esencia, el Irresistible y Glorioso, el Incomparable, para acogerte en Su Reino. Pide Mi Espíritu de Consejo para que no te desvíes de la Verdad. Empéñate en obtener de Mi Espíritu de Fortaleza la fuerza necesaria para poder resistir las tentaciones que te lleguen, y para vencer con ánimo y equilibrio cualquier obstáculo que pueda privarte de Mi Luz Imperecedera. Pide a Mi Espíritu de Fortaleza que te dé un corazón de guerrero, para luchar en la buena lucha de la fe y la justicia, y unirte a la batalla espiritual de Mis Arcángeles Miguel y Rafael, predominantes en fuerza y valentía, Guerreros de Justicia, que observan a través de la luz de Mi Espíritu Santo cada aspecto del comportamiento humano.

¡Abre tu boca y pide! Aquel que vive por siempre y creó todo el universo te dice: abre la boca, pide y te escucharé. El día de la visitación está al alcance de la mano. Humíllate y pide Mi Espíritu de Fortaleza para que te dé vigor y fuerza para llevar tu cruz con dignidad y fervor, de modo que, a través de tus sufrimientos y tu generosidad, te asocies al triunfo de Mi Hijo Jesucristo.

Confía y ven a pedir a Nuestra Santidad Trinitaria el Espíritu de Conocimiento. El Conocimiento de cómo poseerme a Mí, tu Dios; el Conocimiento de acercarte a Mí con pasos como los de Mis ángeles. Si vuestras tierras están en llamas es porque tenéis tan poco conocimiento de quién Soy Yo. Sí, la maldad quema como el fuego.

¡Ven! Tú que vas errante, dando vueltas sin meta, y que se te ve tan desnudo y lastimoso, ven a Mí y pídeme, con una simple palabra, el Espíritu de Conocimiento y Yo te lo enviaré. Y cuando Él llegue, te mostrará cómo habías dejado de existir nada más nacer… Pues, aunque parecías existir, estabas muerto hacía tiempo, y el hedor de tu muerte había llegado a Mi nariz.

Mi Espíritu te enseñará a conocerte a ti mismo y a escuchar Mis Llamadas. Y, cuando lo hagas, una luz brillará en tu interior revelándome a Mí, tu Dios Trino y Uno, en toda Mi Gloria, amando a los hombres, Incomparable, Justo y Santo.

¿Cómo es posible que tan pocos pidan Mi Espíritu de Piedad? ¿Acaso os lo impide el orgullo de vuestro corazón? ¿Habéis intentado comprender alguna vez cómo os movéis y cómo se mueve todo lo creado en Mi Espíritu tres veces Santo? Si buscáis Mi Espíritu de Piedad, quedaréis libres para servirme de un modo nuevo y espiritual, renunciando a vuestro espíritu de letargo, que ha acampado en vosotros creando un abismo entre vosotros y Yo.

¡Cómo has tardado tanto en pedir el Espíritu de Piedad, para que te enseñe el conocimiento de todas las cosas santas, y que la piedad es más fuerte en la sumisión, en la humildad y en la renuncia! ¡Pide! Pide y enviaré Mi Espíritu desde lo alto para que vaya a descansar en ti, de modo que en adelante te conviertas en la delicia de Mis Ojos y en la llama de los Ojos de Mi Hijo, en la luz estelar de vuestro entorno, que es tan oscuro y, con tu resplandor, en la atracción de vuestra sociedad tan corrupta, atrayéndolos hacia Mí. Con tu fulgor, irradiarás la imagen de Mi Hijo Jesucristo. Y Yo llenaré tus manos de incontables riquezas para que seas la delicia de Mi Alma mientras Me sirves, a Mí, tu Dios Trino y sin embargo Uno, en la esencia de unidad.

Desde ese momento temerás desagradarme, porque pondré en ti Mi Espíritu de Temor. Cada vez que vengas a Mí, vendrás a arrodillarte ante Mi Majestad, con reverencia, puesto que tu espíritu habrá saboreado los frutos de Mi Sabiduría. Temerme es la corona de la Sabiduría. Temerme es la raíz del árbol de la vida. Ven a respirar en Mi Espíritu; ven a moverte en Mi Espíritu. Y te revelaré, en lo más recóndito de tu corazón, las profundidades de Mí Mismo para que tú también puedas poseerme.

El Espíritu de las alturas os invita a todos a penetrar en el misterio de los siete Dones de Mi Espíritu Santo. Venid y benditos seáis. Venid y que haya luz en vuestra alma. Las cosas invisibles son eternas. Venid y obtened del Espíritu lo que es invisible, para que podáis vivir con Nosotros y ser uno en Nosotros.


1 El temor de Yahveh es Su Aliento. (Cf. Is 11,2).
2 Habla el Padre Eterno.