13 de enero de 1995
Señor, ¿crees que he estado lenta en hablar? ¿He recitado Tus maravillas como Tú querías que lo hiciera? ¿Jesús?
Yo Soy. ¡Resto Mío, te doy Mi Paz!
Nunca te aflijas cuando se te cierra una puerta en la cara. Yo estoy contigo, así que no te preocupes, hijita Mía. Nunca podrás dar testimonio de Mí sin ser perseguida. Todo lo que haces, aunque pueda parecer pequeño e inútil, no es en vano. El rastro que dejas tras de ti quedará marcado y, a partir de entonces, será Mi Obra. Por tanto, pequeña, ánimo, Yo estoy siempre contigo… Así es como Mi Padre te ha favorecido.
¿Qué haremos hoy?
Ora, escribe y adórame. Pero no descuides nunca los deberes de tu hogar, que también tienen su encanto para Mí. Esto es lo que quiero de ti. Te daré fuerza para poderme honrar cumpliendo todas estas cosas. Así que, ahora, ¡vamos a escribir!