7 de junio de 1993
¡Ah! Aquí estás, discípula. Te he estado esperando. Paz, hija de Mi elección.
Jesús, estoy agarrada de Tu Mano
y en mis oídos,
Tus susurros me confortan:
“No temas”, me dices una y otra vez,
“Yo te ayudaré”, y recibo ayuda.
Hiciste que mi alma cantara para Ti.
Utilizaste Tu Dedo
para inscribir en mi corazón
la sabiduría de todos los Antiguos.
¡Te encanta revelarme
el sentido oculto de Tus proverbios,
y Tu Corazón se alegra
al revelarme Sus Riquezas!
Pero para dar todo lo que Tú me has dado
necesito Tu Fuerza,
Tu Paciencia, Tu Sabiduría,
Tu Humildad, Tu Amor,
¡para que nunca Te falle
en mi difícil misión!
No habrá tarea demasiado difícil para ti, y nadie será capaz de sojuzgarte. Nunca gobernante alguno del mundo podrá hacerte temblar jamás. Incluso después de tu muerte, tu cuerpo continuará profetizando. Todo el trabajo que haces no será en vano. Te lo digo: aunque el Enemigo se enfurezca contra ti, Yo hundiré sus ataques. Así que entrega Mi Mensaje para purgar el corazón de esta generación.