20 de octubre de 1992

(Rusia — Moscú)

Rusia Te honrará en medio de su pobreza. Quizás la UNIDAD llegue a través de ella, puesto que Tú dijiste que ella sería la que más Te iba a glorificar. ¿No eran éstos los Anhelos de Tu Oración sacerdotal al Padre?

Ven, escribe:

Mi Paz os doy,
Yo soy la Resurrección,

y la resurrección pronto tendrá lugar en Mi hija Rusia. No seáis jueces de sus hijos e hijas para que Yo no Me vea obligado a juzgaros a vosotros. Aunque hubiera alguien perfecto entre vosotros, seguiríais sin contar nada ante Mi Perfección. Pronto la Gloria Me será dada en su plenitud y Rusia gobernará al resto de Mis hijos con santidad.

Yo, el Señor, os estoy pidiendo vuestras oraciones, vuestros sacrificios y expiaciones para que todo eso pueda conducir a Rusia junto Mí. En su miseria, Yo mostraré Mi Misericordia, en su debilidad, Mi Poder y Mi Autoridad, en su nada,

todo lo que Yo Soy

y en su aridez, haré que fluyan Ríos de ella. Desarraigaré de ella todo lo que no sea Yo y, en esos espacios vacíos, plantaré en ella Mis Gracias. Plantaré semillas de Amor y de Paz. “Rusia, no ha pasado mucho tiempo desde que rompiste tu alianza Conmigo, rompiste tus lazos y dijiste: “¡No Te serviré!”. Ahora te daré hijos que proclamen Mi Nombre en Santidad y digan: “Bendito Aquel que ha restablecido nuestra vista y ha tocado nuestro corazón. Bendito Aquel que ha cambiado nuestro proceder y nos ha sanado”. Entonces, Conmigo en ti y tú en Mí,

vivirás

y con Nuestros Dos Corazones en tu corazón, Me darás la Gloria predicha”.

Vassula, esposa Mía, por amor a Mí, ruega por la total conversión de Rusia. Yo, el Señor, te bendigo, hijita Mía. Nunca olvides que Yo soy Quien más te ama. Mi corazón puede ser conmovido…

(Más tarde, esa noche, fui invitada con un amigo por un sacerdote ortodoxo ruso, que trabaja por la Unidad, a asistir a una reunión sobre la Tradición. La presidenta dijo que, si alguien del público quería hablar, tenía ocho minutos.

El sacerdote ortodoxo ruso preguntó a la presidenta, por medio de una nota que le pasaron, si yo también podía hablar al público. Supongo que ella sabía quién era yo, porque devolvió la nota diciendo ‘no’.

El sacerdote escribió una segunda nota, se la envió, y ella respondió negativamente una vez más. Se estaba convirtiendo ahora en un asunto para qué intervinieran los ángeles. Llamé a mi ángel y le pedí que reuniera a los otros ángeles que me rodean y fueran a hablar con su ángel para hacerla cambiar de opinión.

Justo entonces sentí a Jesús que intervenía, como si me preguntara: “¿Qué estás haciendo?”. “Estoy enviando a mis ángeles…” Él me dijo: “Te había dicho, antes de mandarte a Rusia, que esta vez irías sólo como peregrina”. De repente, lo recordé. Pero dije como una niña mimada: “¡Oh, Señor! Por favor, no haré un discurso. Dame sólo tres minutos, justo para introducir tu Mensaje, nada más. ¡Es una ocasión tan buena, Señor!”. Apenas acababa de pronunciar estas palabras cuando la presidenta me envió otra nota permitiéndome hablar ocho minutos. Pero el Buen Señor me concedió, a pesar de todo, diez minutos enteros)