29 de septiembre de 1992

Señor, nuestra era es culpable de graves blasfemias y, ah, Señor…

¡Dilo!

¡Realmente no alcanzo a ver ni siquiera la aurora de la UNIDAD!

¿De veras?

¡Puede ser que cuando Tú hablaste de “pronto”, Señor, no era mi “pronto” sino el Tuyo! El “pronto” Tuyo es muy LARGO, ¡una espera muy larga!

Yo vendré sobre vosotros de repente, ¡en una columna de Fuego abrasador! Un Fuego que cambiará la faz de esta tierra…

Ven, cobra ánimo, hijita Mía. Cada paso que das Yo, el Señor, lo bendigo. Si tienes al mundo en contra, es porque has visto Mi Gloria. Es porque he compartido contigo tu comida, codo a codo. Es porque he entrado en tu casa para glorificar de nuevo Mi Nombre…

¿No tengo, pues, derecho a ser generoso? ¿Me estás reprochando porque soy generoso con tu alma? ¿No hemos acordado que Me dejarías libre para hacer contigo lo que Me plazca? Ven. Eres débil, ofréceme tu debilidad y tu miseria.

¡Ah! Una cosa más: a menos que el grano de trigo caiga en la tierra y muera, seguirá siendo un solo grano, pero, Vassula Mía, si muere, produce una rica cosecha… Tú eres Mi hija adoptiva, entérate de lo que quiero decir. ¡Que tus pensamientos, tus deseos — todo —, se asemejen a los Míos! Así pues, levanta tu cruz y sígueme.

Yo te amo con locura, así que ama Mi Cruz también con locura. Ámame con locura.