28 de julio de 1992
(De camino a Rodas, Grecia)
Señor,
fortifica Tu ciudad1 contra el asedio,
fortifica Tu santuario,
porque tengo que enfrentarme
con una gente que dice a los videntes:
“No tengáis visiones”,
a los profetas: “No nos profeticéis la verdad”,
y a tus almas predilectas: “Estáis condenadas”.
¿Acaso no han leído:
“Todo reino dividido contra sí mismo
se dirige a la ruina;
y ninguna ciudad, ni casa dividida
contra sí misma podrá subsistir2”?
Y si es a través de Satanás
como miles se convierten por Tu Mensaje,
“La Verdadera Vida en Dios”,
un Mensaje dado por Tu Espíritu,
un Mensaje ungido de Tu Boca,
¿a través de quién, entonces,
se convierten sus santos sacerdotes?
Y así Yo os digo una vez y otra vez: cada uno de los pecados y blasfemias de los hombres serán perdonados, pero la blasfemia contra Mi Espíritu no se perdonará. Quienquiera que hable contra Mi Espíritu Santo no será perdonado ni en este mundo ni en el otro3. Y tú, no dejes que se aflija tu corazón. Yo estoy contigo. Ven, Vassula Mía, Yo y tú, tú y Yo juntos, ¿lo ves?
Recibe Mi Paz. ¿Nosotros? Vamos.