3 de abril de 1990
Suspiro por Ti, Jesús, mi Salvador,
Tú que me has arrebatado del abismo.
Sé que me tratas con ternura
y que si me haces sufrir
es para educarme mejor.
¡Sé de nuevo mi Salvador!
Renueva mi alegría.
¡Arranca de mí todo mal,
ya que Tú estimas la Santidad
y la sinceridad del corazón!
Ten paz, hijita Mía. El sufrimiento es Mi Don a ti, para santificarte. Yo seré la suave tortura de tu alma desnuda, el tormento de tu mente1, la insaciable sed de tu boca, el latido de tu corazón. Abre tus ojos, alma, y sigue adelante en el camino de la santidad. Ofréceme tu voluntad… ¡Abre los ojos y mira, alma! Mira la huella que he dejado tras de Mí… Mi Camino está marcado con Mi Sangre. Sigue esas huellas y te conducirán hasta Mí. No busques ningún aliado, ni preguntes: “¿Qué es esto?”, o “¿Qué es aquello?”. Mi Fuerza sostendrá tus caídas. Ven hasta Mí, alma, y Yo te ofreceré Mi Cáliz. Vassula, no rechaces Mi Cáliz. Aunque Mi Cáliz sepa amargo, bébelo. Bebe para darme Gloria y Yo derramaré sobre ti Mis Bendiciones como si fueran mirra.
Escucha, Vassula, hija Mía, aunque estés rodeada de enemigos Míos, tú permanecerás incólume, de modo que no temas. Por el contrario, avanza, sigue las huellas de Mi Sangre y no mires ni a tu izquierda ni a tu derecha. Yo estoy delante de ti, esperándote para santificarte. Ven, ven sola. No quiero encontrar rivales en ti.
En consideración al Gran Amor que te tengo, come menos en estos días de purificación. Yo soy tu Redentor que está al final de este camino. Abre los ojos y mira las huellas de la Sangre que he derramado por ti. Que estos días sean memorables para ti. Alma, despierta, ¿por qué estás dormida? Ven a encontrar tu fuerza en Mí. Ven y Yo aplacaré tu sed si tú aplacas Mi sed de Amor. Esa es tu deuda, hija Mía, ya que fui Yo quien vino a sacarte del abismo y ya que fui Yo quien vino en tu auxilio, demostrando Mi gran Amor por ti. Ven ahora a ofrecerme tu voluntad. Muestra tu impaciencia por apagar Mi insaciable sed de amor, dejando unas gotas de tu amor en Mis Labios resecos. Yo las agradeceré como las flores silvestres del desierto agradecen el rocío de la mañana.
¡Alma! Tú no eras intachable ni fiel, sin embargo, Yo te he perdonado por Mi Pureza y Mi Luz. He borrado todos tus pecados. Por eso, gratifícame ahora. Alza los ojos hacia Mí y mira el estandarte que estoy desplegando sobre ti…Te he escogido entre muchos para mostrar a la humanidad, a través de ti, Mi estandarte de Amor y de Misericordia. Lo estoy desplegando ahora sobre vuestras cabezas.
¡Generación! Como un amante que persigue a su amada, Yo voy por todas partes, buscando los medios de poder haceros Míos para toda la Eternidad. Demuéstrame, generación, que, detrás de tu muro, puedo aún encontrar un amigo fiel… Y aunque no encuentre ninguno, al menos un amigo indeciso… y Yo transformaré tus falsedades en un lenguaje sincero para que el Día del desastre no se abata sobre ti. ¡Amigo! Tú que sigues dudando entre el mal y el bien, ¡no seas tibio!
¿No has comprendido aún que Mi Corazón está enfermo de Amor? Ven a sentir los Latidos de Mi Corazón. Cada Latido es un magnífico canto de Amor a ti, amigo, una llamada del Celoso Amor del Amor.
Ven a Mí antes de que se ponga el sol y antes de que las sombras de la noche caigan como un velo sobre ti. Ven a Mí, no Me dejes consternado de nuevo hasta mañana. Ven antes de que el Vendaval y el Fuego lleguen para dispersaros como paja. Ven a Mí y Yo velaré por tu alma en los días de aflicción. Déjame oírte, alma, déjame oír el sonido de tus pasos, déjame oír tu voz antes de que caiga la noche2… La higuera está madura y pronto comeréis sus primeros frutos… Dichoso tú que ahora tienes hambre, porque serás saciado.
El Amor os ama. Mi Casa es vuestra Casa. Caed en Mis Brazos y Yo llenaré vuestra aridez con Mi torrente de Amor.
Venid, Yo Jesús os amo sin medida.