2 de abril de 1989
¿Señor?
Yo soy. Mírame con una fe de niña y embellece Mi Iglesia.
Señor, ¿por qué es tan difícil para ciertas personas aceptar a los profetas de este tiempo y la Palabra que proviene de Ti?
Yo te digo muy solemnemente que Mis ovejas reconocen Mi Voz.
Pero, Señor, aunque se pueda probar a los escépticos que hay conversiones y sanaciones de grandes pecadores, ni siquiera con esos frutos se convencen.
Vassula Mía, aunque alguien resucitara de entre los muertos ante sus propios ojos, no se convencerían… Para ésos todavía es valedera la profecía de Isaías1: “Oiréis una y otra vez, pero no comprenderéis, veréis una y otra vez, pero no percibiréis, porque el corazón de esta nación se ha endurecido, sus oídos están embotados y han cerrado sus ojos por temor a ver con sus ojos, oír con sus oídos, comprender con su corazón y convertirse y ser sanados por Mí”.
Muchos olvidan que Mis profetas son también parte de Mi Cuerpo. En efecto, Yo he otorgado a cada uno de vosotros una gracia para que todos juntos forméis una unidad. Queridísima niña, he formado a unos para ser apóstoles, a otros para ser sacerdotes, maestros, y a otros para ser profetas en tiempos de rebelión, ¿por qué, pues, tantos de vosotros se sorprenden y rechazan a Mis profetas? ¿Cómo puede funcionar Mi Cuerpo si se le corta uno de sus miembros? Estoy cansado, Mi Cuerpo es constantemente mutilado y desgarrado. Flor, acepta con amor a tus perseguidores, no los juzgues. Mis profetas serán siempre perseguidos, juzgados, flagelados, suprimidos, acosados de ciudad en ciudad, mirados con desprecio y crucificados. Y así haréis caer sobre vosotros la sangre de cada santo que ha sido derramada en la tierra. La Escritura nunca miente. Yo soy la Palabra.
Ven, hijita Mía. Te he formado para que repares por las almas del purgatorio. Ora, flor. Sabes muy poco del efecto que tienen las oraciones sobre las almas del purgatorio. Extingue su fuego con oraciones. Repara por ellas. Ven.