22 de enero de 1989

¿Señor?

Estoy contigo, hijita. Sigue las pautas que he establecido para ti. Ora para que el Espíritu de discernimiento y de verdad descienda siempre sobre ti. Sé firme, incluso cuando te persigan. Trata de llegar a Mí y a tu Santa Madre, Vassula, aférrate a todo lo que Yo te he dado.

Tú no eres el primer profeta a quien los Míos condenan y tratan injustamente. No, no lo eres. Mis mejores amigos Me infligen las Heridas más profundas. Ellos no han comprendido, no saben lo que hacen. Sus corazones están turbados, turbados por el hecho de que Yo te he escogido a ti, hijita Mía, turbados, porque puedo acercarme a la Miseria y amarla también. No han entendido Mi Corazón, que es un Abismo de Misericordia.

Muchos de ellos son vengativos. Cuando recitan su plegaria diaria al Padre, ¿acaso vienen a Él con la conciencia tranquila, pidiendo al Padre que los perdone como ellos perdonan a los demás? ¿Cómo pueden pedir que el Padre los perdone, cuando ellos no te han perdonado a ti hasta el día de hoy? Ellos no dudarían en juzgarte. Claman por la paz, pero no existe ninguna paz. Ninguno de ellos se arrepiente de su maldad. ¿Dónde está vuestro ardor por la Paz? ¿Dónde está vuestro deseo de unidad? Si hoy estáis divididos, es por causa de vuestra maldad, de vuestro espíritu Inmisericorde.

¿Dónde está el amor? ¿Queda algo de amor en ti, creación? ¿Acaso no queda en ti ninguna sabiduría? Yo, el Señor, he dicho que daré incluso al menor de entre vosotros y que, por medio de los hombres que hablan lenguas extrañas y a través de los labios de los extranjeros, hablaré a las naciones y, aun así, no Me escucharán.

Vassula Mía, no te inquietes, siempre habrá persecuciones. Tú, bienamada, no sueltes lo que te he dado. Tú eres ahora Mi hija porque estás movida por Mi Espíritu Santo. Por eso, aférrate a Mí, sé firme. Yo no te abandonaré jamás.

¡Gloria a Dios por la Misericordia y el Amor que ha mostrado conmigo!

Confía, estás en los brazos de tu Abba. ¿Nosotros?

Sí, para siempre.