13 de febrero de 1987
La Paz esté contigo. Estoy aquí. Soy Yo, Jesús, quien te guía. No tengas miedo. Uníos en Mí, Vassula; todo lo que quiero de vosotros es amor.
Estoy preocupada por los mensajes. Me siento responsable. No sé cómo trabajar.
Yo Me basto a Mí Mismo y soy capaz de ayudar a todos Mis hijos sin tu ayuda; pero, como Esposo, quiero compartirlo todo. No te preocupes, porque Yo soy la Fuerza, bienamada. Apóyate en Mí y deja que Yo dirija. Recuerda que soy Yo quien te da esa fuerza para venir a Mi encuentro.
Te pido que Me ames fielmente. Ámame fervientemente, consuélame cuando te pida consuelo, porque hay muchos entre vosotros que Me hieren. ¡Tal multitud de pecados se cometen diariamente que afligen Mi Alma, Me llenan de amargura y llenan de dolor Mi Cáliz! ¿Cómo es que Me han olvidado? Vassula, cuando un Esposo se siente afligido ¿a quién deberá acudir en busca de consuelo sino a Su esposa, que Le ama?
Yo Te consolaré si puedo, pero ¿cómo hacerlo? Sé que soy tan indigna, que probablemente Te hiero sin querer. Me siento incapaz e intimidada al hablarte, llena de indignidad…
Sé que todo lo que has dicho es verdad, pero ¿no te he escogido conociendo todas tus flaquezas? Te amo, Vassula, y lo único que quiero de ti es que correspondas a Mi amor.
Te quiero mucho. Estás constantemente en mi mente. Vivo para Ti. Te amo; no puedo medir cuánto, pero Tú sí puedes. Sólo puedo pedirte que me enseñes a amarte más, hasta hacerlo sin medida.
Bienamada, apoya tu cabeza en Mí y déjame ungirte de pureza para que te vuelvas una de Mis flores, saturadas por haberme absorbido. Ven, Yo te alimentaré; comerás de Mi propia Mano.
Te enseñaré a amarme más.