19 de agosto de 1991
Señor, cuando los pacificadores1 trabajan por la paz, sembrando la semilla que producirá buen fruto, guiados por el Espíritu Santo, ¿por qué se les dice que guarden silencio? ¿Por qué son perseguidos? ¿Por qué no se les cree?
Porque los traficantes2 los compran a precio de oro. El racionalismo empaña su espíritu, atrofia su sentido de discernimiento y mata su humildad. Como Sodoma y Egipto, ellos están rechazando todo lo que viene del interior de la Iglesia, el poder interior que es:
Mi Espíritu Santo
No obstante, Yo te daré Mi Fuerza para proseguir, porque ésa es Mi Voluntad.