Febrero – abril de 2003

(Habla el Espíritu Santo:)

La paz esté contigo. Mira, el Esposo se inclina sobre ti para cantarte también Su Oda y comunicarte palabras de Vida. Yo soy el Espíritu de Verdad que procede del Padre y es enviado por el Hijo, Jesucristo. Somos una sola Substancia y un solo Poder y un solo Conocimiento y, puesto que somos un Dios único, conversamos y entregamos el conocimiento de la misma manera y en los mismos términos. Este gran conocimiento te es transmitido lleno de amor.

¿Qué es la Vida Eterna? La Vida Eterna es conocernos en Nuestra Gloria Trina y Una. Por lo tanto, si estás indecisa sin saber lo que quiero decir, Yo te ofrezco Mi Mano y, una vez que la hayas tomado, te ofreceré, por la Gracia, la Vida en Nosotros. Recibe Mi preciosa ayuda, pues ésta te preparará para desposarte Conmigo y estar para siempre en Mi Divina Presencia. Yo seré entonces la inefable Parusía en tu corazón, porque Yo soy la fuerza oculta en tu interior.

He dicho que Yo te ofreceré la Vida por la Gracia. ¿Qué es la Gracia? Es como una luz brillante que te muestra cómo compartir la Vida Divina. Nuestra Santidad y Misericordia Trina y Una perfuman el cosmos entero. Mi más dulce Oda te será cantada para elevar tu espíritu y adornarlo con una túnica nupcial. Esta es Nuestra benévola meta: que te des a Nosotros, tú y tu voluntad, y que Nosotros nos demos a ti para permitirte que Nos conozcas y Nos ames como Nosotros Nos amamos a Nosotros Mismos. Entonces y sólo entonces, tu espíritu girará alrededor de realidades celestiales y de virtudes angélicas…

Vassula, Yo estoy descendiendo de esta forma majestuosa, del modo que Me has visto, con soberanía y lleno de gracia1, con regio esplendor e inexpresable belleza, para unirme a ti.

Vi a alguien como el Hijo del hombre,
una figura formidable, tan perfecta en gracia
que sólo Dios puede poseer tal gracia.

Su movimiento tan perfectamente bello,
al descender algunos escalones de un Palacio,
me llenó de admiración.
Sabía que sólo podía ser la escalera de un Palacio,
por su belleza y su deslumbrante superficie.

Este glorioso y divino Ser iba ataviado
de lo que parecía una pesada túnica
que cubría Sus Pies.
Como una vez anterior vi al Padre,
la túnica de este divino Ser,
que yo sabía que era el Espíritu Santo,
era casi igual a la del Padre,
porque brillaba como si estuviera cubierta
de piedras preciosas.

La túnica del Padre, sin embargo,
era de un color no identificable,
pero ésta era como diamantes
que estuvieran bajo el foco de un proyector.
Parte de Su larguísima túnica
caía sobre el escalón inferior, del lado izquierdo,

puesto que el Pie izquierdo
se posaba ya sobre ese escalón.

Describir a Dios es imposible,
siempre se quedará uno corto de palabras…
¡Explorar a Dios es locura en sí!
¡Expresar la Última Fuente de Todo sería delirio!

¿Cómo se puede elaborar un concepto
de lo que es dado en una visión
de tan inexpresable esplendor?
Sin la gracia y sin una plena revelación,
dada por el Mismo Dios, lo que el ojo no ve
permanecerá siempre invisible y bien oculto.

Mas hoy, en nuestros días,
le complace a Dios darnos la total certeza
de la poderosa presencia del Espíritu Santo,
como se la dio entonces
a Sus discípulos y a Sus apóstoles.

El Espíritu Santo de Gracia,
que nos mostrará la senda de virtudes
que conduce a las almas
a la Unión Mística con el Esposo.

Amadísima Mía, Yo soy el Espíritu de santidad que os da a cada uno de vosotros una diversidad de dones. Éstos son las joyas del cielo, los tesoros que son distribuidos gratuitamente para santificar Mis templos. Todo lo que se distribuye, se distribuye por gracia, a través de Mí. Yo no he descendido2 para infligir un castigo a ninguno de vosotros, por el contrario, vengo a través de esta Noble Oda a desposaros y, como un esposo que prodiga joyas a su esposa, Yo os ofrezco adornaros con Mis Divinos dones para nuestra ceremonia nupcial.

No Me conmueve la elocuencia de palabras ni Me afecta su expresión, sino que Me deleito en un corazón contrito. Así pues, tú que Me buscas, ven y aprende: si no Me pones a prueba3, sino que vienes a Mí con sencillez de corazón, entonces Yo, como un río, fluiré en ti. Yo te enseñaré cómo cultivar la intimidad con Nosotros. Con dulzura y ternura, Yo te instruiré, enseñándote a caminar con Nosotros y a ser sumisa a Mis luces y movimientos. Y, como Me has visto en la visión, Vassula, Mi Soberanía es inexpresable y Mi Esplendor sobrepasa el entendimiento humano.

Ah, Vassula, que no oiga de ti otra vez “para qué sirvo…”4 ¡Con Mi Aliento he animado tus miembros sin vida! Continúa realizando toda clase de buenas obras y no temas. Te hemos pedido que dediques tu vida a los demás, y así lo has hecho. Con deleite, te hemos formado y educado para que Nos tengas como principio de tu vida y, desde entonces, te hemos mostrado que ya no te perteneces más a ti misma, sino a Aquel que te ha revestido de Su Luz, moviéndote en Mí, inhalando en Mí.

Cada vez que Me has gritado: “¡Me resbalo!”, ¿no te he sostenido? ¿No te he consolado? He dicho que cuando estés plantada en la Casa de Yahveh, florecerás en Sus Atrios y tendrás libre acceso para entrar y salir de Nuestros Atrios. Mientras que tu cuerpo se esté moviendo entre los hombres, tu corazón y tu mente estarán arrobados en la radiante luz del cielo. Vassula, si alguien5 arquea las cejas ante ti y entorna los ojos, y te pregunta: “¿Qué quieres decir cuando afirmas que nosotros también podemos poseer a Dios? Eso no se puede hacer ni decir”, Yo te digo: a menos que uno haya experimentado la Divina Presencia en su corazón, el resplandor y la Radiante Luz de Mi presencia en su interior, nunca conocerá ni comprenderá lo que está sellado y oculto, pues es a través de Mí como se revelan estos misterios. La puerta de la Sabiduría se abrirá solamente a un corazón contrito y a aquellos que, a pesar de su alma empobrecida, cumplen los Mandamientos. A estas almas, Yo Me revelaré.

Señor mío, siempre tan magnánimo,
único en Tu belleza, variado y sutil,
siempre tan activo en aquellos que Te poseen
o Te llaman,
penetrante y sin tacha,
más resplandeciente que el sol,
eclipsando todas las constelaciones juntas,
incomparable con cualquier luz,
Tú despliegas Tu fragancia
por el universo entero.

En Tu ardor y Tu Amor,
maravillas y señales son parte
de tus numerosos y preciados dones,
otorgados para fortalecer Tus templos,
embelleciendo a Tus esposas,
a fin de que esta generación,
más querida para ti que todo lo que existe,
pueda recibir en su interior el Reino,
que es el Mismo Cristo.

Cualquiera que Te contemple, oh Santo Esposo,
quedará definitivamente encantado
y cautivado por Tu belleza
y Tu gracia incomparables.

Conocer y haberse encontrado Íntimamente
con el Autor de la Belleza, el Autor de Todo,
es estar ya en Él.

Yo te pido, por el Gran Amor que nos tienes,
que te acerques a todos aquellos
que aún no han tenido experiencia de Ti,
a fin de que no permanezcan extraños
a Tu Divinidad.
Dígnate tomar forma en cada uno de nosotros
para que, cuando estemos en Tu Luz,
podamos ser englobados
y seamos uno en Tu Luz…

Mi intención, con esta noble Oda, es atraer a todos a Mi radiante Luz para que reciban la plenitud de Cristo. Tú has aprendido que la libertad se encuentra en Mí: libertad de la carne, para ser deificados y llamados hijos e hijas del Altísimo; libertad en Mí, que os elevaré a las delicias y las alegrías de cielo, para recibir la bienaventuranza que está reservada para ti desde el principio de tus fundamentos, y de todos los tiempos.

Mi Oda para ti, generación, te será cantada para que la bebas y embriague tu alma, porque Mis Palabras serán más dulces que el vino. Y tú, a tu vez, embriagada, elogiarás Mi Amor más que el vino, declarando a Mis ángeles:

“¡Cuán justo es amarle! Su apariencia no tiene parangón, Su conversación es la dulzura misma. Sus Labios están húmedos de gracia. Con majestad y esplendor pronuncia Su Palabra, conmoviendo mi corazón con Su noble tema. De todos los seres divinos6, Él es el más deseable, el más bello. Y ahora, como un río que corre para regar la tierra tras haber sido retenido por un muro7, deseo que Él fluya en mí y riegue mi sed. Me considero aún espiritualmente muerta y, con esta muerte, he arrastrado conmigo, a la tumba, toda virtud que pudiera haberse hallado inútilmente en mí, pues Tu Luz no estaba en mi interior. ¡Oh Lámpara de nuestra alma, ven! ¡Devuélveme a la Vida y yo Te alabaré noche y día!”

Y Yo responderé a tu súplica y te recordaré que la carne y la sangre no pueden heredar Nuestro Reino, pues lo que es perecedero no puede heredar lo que dura para siempre. No te preocupes, Yo sanaré tu culpa, ya que lo deseas, y fluiré en ti como un río, refrescando tu aridez y tu esterilidad. Tu abandono a Mí, junto con tu arrepentimiento, es la única manera de que Yo pueda transfigurar tu mente para que tengas la mente de Cristo y descubras Nuestra Voluntad. Penetrar los motivos de Dios o comprender Sus métodos, sin que Yo esté en ti, es imposible, pero Yo puedo abrir la puerta del conocimiento por medio de Mi Luz trascendente en ti, pues Yo, El que no tiene forma, tomaré forma en tu espíritu. Como un Sol resplandeciente, desplegaré Mi Luz en ti y haré revivir lo que está muerto, llenándote de virtudes.

Yo soy un total reflejo de la Luz Eterna y Mi Magnificencia es ensalzada en toda la creación. Y, como Yo transciendo, puedo llenar todas las cosas con Mi resplandor sin estar contenido por sus límites. Tengo el poder de darte una verdadera resurrección y de unirte a Nosotros para vivir una verdadera Vida en Nuestra Santidad Trina y Una. Por lo tanto, Yo, por Mi parte, estoy encantado y Me llena de gozo cantarte esta Oda de la Verdad, como Mi cántico de bodas…

En Mí nacieron los santos y los mártires. Todas las almas a las que estoy unido se convierten también en esposas porque, en Mi íntima relación con ellas, Me convierto en su Esposo cada día de su vida. Y así ocurrirá contigo, si tú te enamoras de Nosotros. Te lanzarás voluntariamente a Mí y saborearás la plenitud de Mi Amor Divino.

Desde tu nacimiento estaba impaciente por poseerte y, mientras te veía crecer, en secreto, ya celebraba nuestros esponsales. Habría volado a ti a tu primera señal de arrepentimiento y, antes de que hubieses acabado de arrepentirte, Yo habría gritado, dando un golpe con Mi Cetro Real:

“¡Absuelta!”

Y habría marcado tu frente con Mi apasionado beso bautismal, perfumando todo el universo. Este sería un signo precursor de nuestra celebración nupcial, y Yo te ofrecería, como regalo de Mi Amor por ti, una corona hecha de las flores más fragantes, representando cada uno de sus pétalos una virtud. Sólo entonces serías capaz de decir: “Veo…” y decirlo verdaderamente en serio.

¿No has leído que todo lo que es perfecto, todo lo que merece ser distribuido, desciende del Padre de las Luces, y que Yo soy el distribuidor de todos estos dones celestiales? Hoy Yo desciendo junto con el Padre y el Hijo, como tres Testigos. Dios Padre es Espíritu8, en tanto que Él Me envía a Mí, el Espíritu de Verdad, para que esté con vosotros para siempre y os conduzca a la Verdad completa. El Verbo de Dios, Luz y Salvador, que existía desde el principio y que es el más próximo al Corazón del Padre, ha dado testimonio y os ha hecho conocer al Padre. Ciertamente habéis sido comprados y pagados con Su Propia Sangre. El Verbo de Dios está vivo y activo y testifica sobre la tierra como Yo y el Padre testificamos. El Santísimo, que compró Su Iglesia con Su Propia Sangre, testifica con Su Sangre, y Yo, el Espíritu Santo de Verdad, testifico con el Agua9. Por tanto, Nosotros somos tres Testigos, y los tres estamos de acuerdo, puesto que somos Un Solo Dios, con una sola Voluntad, un solo Poder y un solo Dominio.

Y ahora, si preguntas cuál es la finalidad de Nuestras Odas y cuál es Nuestra razón, la respuesta que Yo te doy es la siguiente: Nosotros descendemos del cielo hasta tu habitación para ofrecerte el don de Nuestro Amor. Como gotas de mirra pura, dejamos caer Nuestras Palabras sobre ti para ungirte y bendecirte. Por Nuestra compasión queremos reeducarte y salvarte y renovarte en Mí. Nosotros queremos reeducaros para que seáis justificados por gracia y os hagáis dioses por participación, para heredar la Vida Eterna.

Yo Me estoy dando a ti por gracia, y cuanto más libremente te des a Mí, tanto más recibirás de Mí. Entonces te incrustaré en Mí como una gema real, desvelándote muchos de Mis misterios, puesto que Yo seré tu Esposo. En tu deseo de poseerme, te estrecharás contra el Seno de tu Esposo y estarás radiante en Su Luz y, a través de Mí, serás capaz de decir: “Conozco a Dios y Le comprendo…”

Yo permito a todos que se acerquen a Mí y se apoderen de Mí. He preparado para cada uno de vosotros una senda perfumada, la senda que te conduce a la Cámara Nupcial. No te sorprendas de Mi gloriosa manifestación a ti, sino más bien alégrate y permíteme poner la unción de Mi Amor sobre ti y santificarte, haciendo de ti un santo. Yo estoy aquí para avivar vuestro amor por el Padre, por el Hijo y por Mí. Y como han dicho el Padre y el Hijo, también Yo digo lo mismo: el fluir de Mi Palabra es más dulce que el néctar, y, cuando hablo no uso formulaciones rígidas; no es así como Yo suscito santos y mártires o testigos. Para que sean perseverantes y fuertes les doy Mi Espíritu de fortaleza y de piedad, igual que a los Arcángeles Miguel y Rafael, que son predominantes en fuerza y valientes Guerreros de Justicia, que observan a través de Mi Luz cada aspecto del comportamiento humano…

Para hacer que aparezcan las flores sobre la tierra, y para liberar a los cautivos, Mi conversación es más dulce que la miel del panal, más dulce que el vino. La virtud y la religión siempre han estado en Mi diálogo con todos vosotros. Yo soy el Único que os puede dar los tesoros ocultos, las provisiones secretas; por eso, heredarme a Mí es más dulce que la miel del panal. Con el óleo de la alegría Me acerco a vosotros para cantaros Odas melodiosas, convocando al universo entero con Mi son. No vengo a vosotros con una espada a Mi costado, sino con un Amor sempiterno, pues vosotros sois muy preciosos a Mis Ojos.

Aquí estoy Yo para unir tu alma a Nuestro Amor. ¿He de dejar tu alma como un desierto para siempre? ¿O estoy aquí para ser tu Lámpara y ungirte? Yo estoy contra todo orgullo y arrogancia, contra todo lo que es altanero y deshonroso, contra todos los oradores altivos, contra los apóstatas. Si tú eres uno de éstos, ¿cómo aprenderá tu espíritu los misterios de Dios? ¿Ves ahora cómo te concedo el Espíritu de Gracia para que siembre en ti Mis semillas celestiales y haga germinar en ti un Edén, sembrando en tu interior una variedad de semillas10 que germinarán, convirtiéndose en distintos árboles de incienso y en diversas plantas?

Yo seré como una corriente de agua fluyendo en un jardín, pues Me propongo regar Mis semillas celestiales plantadas en ti, y embellecer Mis macizos de flores y Mis bancales de especias. Entonces, con alegría, podré decir: “La higuera está formando sus primeros higos, y las viñas en flor esparcen su fragancia; los árboles de incienso propagan su perfume de mirra y áloe. Ven pues, amor Mío, preciosa Mía, ven. Muéstrame tu cara, déjame oír tu voz, cantándome. Déjame ver tu corona abierta en flor”. Y Yo, a Mi vez, te permitiré desvelar Mi Santo Rostro sobre nuestro lecho nupcial. Aquel que tú buscabas apasionadamente ha tomado ahora forma dentro de ti…

¡Bienaventurados los que Me buscan fervientemente y Me encuentran, cayendo en Mi Abrazo: serán transfigurados y Yo los colmaré de una alegría inefable! Bienaventurados los que Me puedan poseer: Yo los invadiré totalmente con Mi Brillante Luz, enriqueciéndoles de Divinos tesoros. Entonces tú también desearás una unión nupcial con Nuestra Deidad, con Nosotros, sabiendo que Dios inflama el alma para que no desee nada más que estar con Dios y cantarle, volviéndose un tema de alabanza, un verso de los Salmos, una diadema, un altar para el Altar, una torre de marfil, un campo de lirios, asombrando incluso a los Ángeles.

Entonces, amadísima Mía, tus brotes formarán un huerto y florecerán. Serás como un jardín cercado por Mis Brazos, una fuente sellada con Mi Abrazo. Y entonces podré decir: Yo tengo ahora acceso a Mi jardín, un amplio sendero de gracia que poseo enteramente y, antes de que se levante el viento de la aurora, antes de que alguien se mueva, antes de que huyan las sombras, iré a la montaña de mirra, a las colinas de árboles de incienso y a Mis bancales de especias, y Me deleitaré de manera incomparable.

En ese día de bodas envolveré a Mi bienamada en el resplandor del cielo con las virtudes angélicas, pero también con la gloria de Mí Mismo. Y Mi bienamada Me alabará, cantando:

“Antaño estaba muerta, pero ahora Tú me has dado la vida y he vuelto a ser. No sólo has juntado los huesos resecos, conectando entre sí las articulaciones, sino que has infundido en este cuerpo sin vida Tu Aliento de resurrección, vivificándome. Y en mis miembros inertes has colocado el Sol de justicia, compartiendo Tu inefable Luz, convirtiéndome en luz yo también. Cuando al principio11 abrí la puerta de mi corazón a mi Bienamado, ¡Él se dio la vuelta y se fue! Mi alma desfalleció ante Su huida12. No lo pude comprender hasta que grité tras Él para que volviera y me lavara de todas mis impurezas, y exhalara en mí Su Fragancia. Le pedí a mi Bienamado que viniera a Su dominio y Su jardín, para dar vida a todo lo que estaba marchito y transformarlo en un Edén. Así pues, mi Bienamado regresó de Su huida y restauró lo que estaba muerto. Él exhaló su aliento sobre mi jardín para esparcir su dulce aroma en derredor. Y ahora puedo atreverme a decirle:

“Que mi Amado venga a Su jardín,
que saboree sus frutos13 más exóticos,
pues son puramente angélicos.
Que Él venga ahora y recoja
Su mirra y Su bálsamo;
es todo Suyo.
Yo soy ahora su jardín vallado,
sólo para Su Majestad…”

Y, Yo por Mi parte, edificaré la piedad interior en ti, amadísima Mía. Vallaré Mi jardín y lo rodearé con Mis Brazos, lo abrazaré de esta manera. El Divino Conocimiento te será entonces enseñado, esposa Mía, por la Santa Sabiduría, para permitirte estar un día a Mi servicio y también al servicio de los demás.

Y ahora, esposa Mía, me daré totalmente a ti y saciaré tu alma de Divina ternura. Aunque algunas veces el resplandor de Mi Luz te parecerá insoportable, como si estuvieras ardiendo, tu mente y tu ser entero se inflamarán y se harán uno con Mi Llama. De ahí en adelante, tú serás Mi posesión y Yo seré tu posesión. Te sujetaré firmemente y no te dejaré partir; y tú,