20 de agosto de 2001

Vassula, que sepas que Yo, Yahveh, te amo. Nunca dudes de Mi Presencia. Yo Soy está contigo y se deleita en ti.

El progreso lo obtendrás de Mí. No dejes que nadie, en este desierto en el que te he puesto, te persuada de que Yo no estoy diariamente contigo. Adórame y glorifica Mi Nombre. Bendito el que acaricie Mi inefable belleza y tenga sed de Mí: se convertirá en Mi jardín perfecto y Yo habitaré en él.

Hija, resiste los ataques del maligno, ignorando sus ataques contra ti. Mi Nombre está impreso por todas partes en ti y esto sólo le enfurece. Sí, él usa a la gente y disfruta cuando son almas sacerdotales las que emplean la calumnia contra ti. Pero el maligno traerá la muerte a los malvados.

Mientras que el maligno circula, echando espuma como un perro rabioso, tú, Vassula Mía, debes hacer lo contrario; practica el bien, busca la paz, persigue el amor, implanta la rectitud y la virtud donde haya vicio. Sé Mi perfume aromático. No olvides de Quién desciendes. Siguiendo Mis Instrucciones, probarás que fuiste elegida por Mí para ser Mi cielo, cuajado de constelaciones de todo brillo. Sal a atraer hacia Mí otros cielos en los que Yo pueda establecer Mi Reino.

¡Oh, Vassula! La hora de crisis se cierne ahora sobre la tierra. Lo que esta tierra ha sembrado se va ahora a recoger. El diablo va a derramar su vómito sobre ti, generación. Todo el desprecio que siempre te tuvo, será vertido. Campo tras campo de iniquidades, engaños, injusticias y pecados viles han cubierto vuestras manos. Cimas de orgullo, cimas de egoísmo, cimas de obstinaciones, cimas de ateísmo, cimas de toda clase, cimas sin límite, Yo las disiparé como se disipa el humo y deja de verse. Espera y verás.

¡Yahveh es Mi Nombre!