6 de octubre de 1999
Levanto mi alma al Señor,
para penetrar en las profundidades de mi Padre,
y saborear Su Dulzura.
Mi corazón, sin embargo,
es demasiado pequeño para entender totalmente
a Aquel que abarca todos los seres,
y más pequeño aun cuando trata de comprender
cómo Aquel que transciende todas las edades
y todas las cosas,
Aquel que está sellado, y es inaccesible,
se me hace accesible, penetrable, sin sello.
En Su Caridad Perfecta,
Él me permite experimentar Su Dulzura
al irradiar en mi alma Su Visitación.
Muy Real Prodigio de los Prodigios,
Te amo. Por favor, háblame…
Ah, Vassula, Yo soy invisible por esencia, aunque hago que Me conozcan los que elijo que Me conozcan. ¿Me has agarrado de la Mano alguna vez?
Sí, lo hice…
¿Cómo es que has agarrado a tu Dios?
Lo hice en una visión
que Te complació darme
para que tomara Tu Mano.
Tu Mano izquierda, para ser más precisa.
Sentí Tus Dedos,
y toda Tu Mano es lo que llamamos
una mano aristocrática:
fina y de dedos largos.
Luego Te capté también de otro modo,
Amadísimo mío, capté Tu Presencia,
Te agarré para apoderarme de Ti.
He atraído Tu Misericordia
por mi auténtica miseria,
y Tú, Amante de la Humanidad,
Misericordia más allá de toda comprensión,
Te acercaste a mí y Te ofreciste a mí.
Sí, porque tú Me has visto, no con tus ojos físicos, sino con los ojos de tu corazón y Me has agarrado de un modo invisible…
El Espíritu, que es Tu Maestro y tu Lámpara, te eleva hasta Mis Atrios Celestiales para contemplar lo que ningún ojo ha visto y oír lo que ningún oído ha escuchado. Yo soy tu familia. Así pues, confía en Mi Poder.
Te he convertido en coheredera Nuestra, en dios por participación en el Espíritu Santo. Esto va dirigido también a cada uno de los que han muerto a sí mismos y se han unido a Nosotros, convirtiéndose en coherederos con esta divina unión de amor, por medio del Espíritu Santo.
En Mi infinito amor, como te he dicho antes muchas veces, te he llamado Paraskevi1 y Mi heraldo cabal, sólo por gracia. Y como en los tiempos de tus antepasados, te he dado un don espiritual, el de profecía. Te he ordenado hablar en Mi Nombre y proclamar sin miedo y con claridad todo lo que te he estado enseñando. He inflamado tu alma para que siga adelante y de testimonio con ardor, inflamando otros corazones para que Me conozcan. El Espíritu Santo ha sido tu remedio y la fuente de profecía en estos mensajes, pero también en todos los tiempos. Él es quien os hace dioses por participación.
No me podéis ofrecer mejor servicio que éste de devolverme almas. No pierdas la confianza, porque este servicio, por sí solo, es una señal divina que tú sola serías incapaz de lograr si no fuera por medio del Espíritu Santo. Así es exactamente como se revela la gracia del Espíritu Santo. Sólo Él te da la posibilidad de traerme almas.
Yo, muy amada Mía, he venido a ti repetidamente, no sólo con palabras escritas, sino como Poder y como Espíritu Santo, con toda Nuestra Divinidad, manifestándonos tan presentes como siempre y como Uno Solo, en la Divina unión de Nuestra Unicidad. Cuando afrontaste una gran oposición a tu alrededor, en Siros, ¿acaso te abandoné?2 Esto hizo de ti el gran ejemplo de Mi Poder en el resto de las Cícladas. ¿Qué criatura se podría imponer a Mi Santidad y a Mi Poder?
Yo Mismo he sufrido por culpa de Mis propios compatriotas3, así pues ¿por qué te sorprendes cuando tú, que vienes de Mí, sufres el mismo trato? Aguanta pacientemente como Yo aguanté con paciencia.
Bienamada, carne de Mi Carne, hueso de Mi Hueso, ¿no ves todos los consuelos que te estoy dando? Mi visita a ti no es la visita de un día. Mi visita a ti es eterna4. En caso de que lo hayas olvidado, mira de nuevo la senda que Mi Padre te ha trazado. Él ha colocado zafiro tras zafiro, para que tus pies caminen solamente sobre virtudes. Permanece firme y no vaciles. Nadie será capaz de demoler Mi fortaleza5. Yo vivo en esa fortaleza y nadie podrá destruir Mi morada. Tienes Mi palabra…Yo avanzaré y tú Me seguirás. Donde está el Espíritu hay libertad y poder.
Hoy el mundo no tiene ojos para las cosas celestiales. Por eso hay tanta desconfianza entre las naciones y ya no hay libertad. El mundo cree en lo que ve, pero esas cosas sólo duran un tiempo. Ve, Vassula Mía, y dile, a este mundo en decadencia, todo acerca de esas cosas que son invisibles pero eternas. Irradia Mi Gloria. La luz ha de colocarse en la cima de los tejados; una luz tan abrumadora sólo viene de Mí. Mis Palabras, que te he dado, son una lámpara para alumbrar un camino a través de la oscuridad. Brilla en esa oscuridad, tú que llevas Mi Palabra.
Mi resplandor nunca se apaga. Es acertado decir que Dios es Fuego, o cuando dices ‘esto es el Fuego del Espíritu Santo’, pues lo puedes comparar a un fuego físico que lo inflama todo, penetra por cualquier resquicio e incendia cualquier cosa que toque. El Fuego de Dios es un Fuego de Amor, y a ti, Vassula Mía, no se te ha escatimado. ¿Ves como te consume? ¿Qué criatura, si no estuviese consumida por el Amor, Nos escribiría oraciones en poesía religiosa?
El Espíritu Santo, tras marcarte con Su ardiente beso bautismal, inflamándote, penetró en tu inteligencia, cristalizando tu alma con Su Fuego Divino como se convierte la roca en un diamante, que es puro carbón cristalizado por un calor extremo. De este modo, también el Fuego del Espíritu Santo purifica las almas para volverlas transparentes como el cristal y tan puras como diamantes. Esta acción del Espíritu Santo no se realiza sin sufrimiento. El que es atrapado por estas llamas enamoradas, sufre como si estuviera abrasado por el fuego, pero también por el amor. Cuando el Fuego se ha apoderado de ti hasta la médula, zarandeándote, transformándote de roca en diamante, el Espíritu Santo, por Su acción amorosa, te prepara para ver a Dios. ¿No has leído: “Dichosos los limpios de corazón pues ellos verán a Dios”? Una vez que tú veas a Dios, como dice la Escritura, tu alma exclamará:
“¡MiAlegría! ¡Cuán justo es amarte!”.
E inmediatamente te adueñarás de Nosotros para poseernos… y Yo descenderé de las nubes para levantarte y llevarte sobre Mis alas a surcar los cielos. Y, como un guía, te contaré la historia de las cosas que son invisibles a los ojos e inaccesibles al tacto. Te mostraré Mi Trono Glorioso desde donde gobierno, pero desde donde tú también, junto a Mí, podrás gobernar con Nosotros. IC.