Escrito por una monja ermitaña de Gales, Reino Unido, que contempla los mensajes de la Verdadera Vida en Dios
(Septiembre de 2005)

Los escritos titulados la Verdadera Vida en Dios (VVeD) hablan constantemente de Dios que ofrece al mundo la gracia de la divinización. Divinizar significa convertir a los humanos en dioses mediante participación en la de la Trinidad.

Este concepto puede causar alarma en la gente, a menos que se den cuenta de que es otro término para decir “gozando de la Vida Eterna”. Es la Vida Eterna de Dios. Cristo nos la prometió. El Evangelio y las epístolas de San Juan están llenos de la promesa de Cristo. Las cartas de San Pedro aluden a ella y las cartas de San Pablo a las siete iglesias también están llenas de ella. Esta es la razón por la que Jesucristo vino – para que podamos compartir Su Vida Divina; para que podamos ser uno con el Padre como Cristo y el Padre son uno. Es decir, no en forma parecida, sino igual a como Cristo y el Padre son uno – una unión divina.

Estamos llamados a ser hijos de Dios. Estamos llamados a ser el Cuerpo de Cristo. Jesucristo es la Cabeza de Su Cuerpo, la Iglesia. El Cuerpo es completamente uno con su Divina Cabeza. Jesucristo es por naturaleza el Hijo de Dios y nosotros estamos llamados a serlo por gracia, cada uno de acuerdo con el grado o capacidad que Dios tenía en Su mente cuando nos creó. Cabeza y Cuerpo divinizados con la Vida Eterna de Dios, dada a nosotros en Cristo Jesús, y que fue recuperada para nosotros por Su vida y muerte redentoras.

Estamos para ser santos, como nuestro Dios es santo – no por coerción, sino por cumplir voluntariamente el mandato de Dios (c.f. Levítico 19,2 y Mateo 5,48); no por obligación, como una acción abstracta, sino por amor real a Dios.

Sólo Dios es santo: «Solo Tú eres Santo, solo Tú eres el Señor, solo Tú eres el Altísimo Jesucristo», cantamos cada domingo y día de fiesta. Ser santo como Dios es santo es ser santo con la misma santidad de Dios mismo. La santidad de Dios desciende y Dios se une, Él mismo, con cada uno para que los poderes mismos del alma (memoria, entendimiento y voluntad) estén en perfecta unión con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Cuando esta unión es total, absoluta y completa, ocurre la divinización, ni más ni menos.

La total unión del alma con la Trinidad se denomina Matrimonio Místico. El Matrimonio Místico significa que el Santo, el Dios Trino, casa al alma Consigo mismo, en perfecta fusión, aunque el alma «cónyuge» conserva perfectamente su individualidad y su libre albedrío.

El Padre, en Su Divino Poder es inherente y se une a la memoria, entendida como un poder del alma. El Hijo Eterno, en Su Sabiduría Divina es inherente y se une al entendimiento, tal como se entiende como un poder del alma. El Espíritu Santo, en Su Divina Bondad es inherente y se une a la voluntad humana, entendida como un poder del alma. Con la presencia divina en los poderes del alma, la persona piensa, actúa y habla sólo directamente informada por el Poder, la Sabiduría y la Bondad de Dios. El alma deja de actuar fuera de la influencia de la Luz Divina. A esto le llamamos «semejanza a Cristo». Las personas que conocen a una persona divinizada describirán el encuentro así: «Fue como si estuviera hablando con Jesús mismo».

El Padre sólo puede ser inherente a la memoria, si ésta contiene pura esperanza1 . El Hijo Eterno sólo puede ser inherente al entendimiento, si éste contiene pura fe 2 . El Espíritu Santo sólo puede ser inherente a la voluntad humana, si ésta contiene pura caridad 3 . En pocas palabras, la esperanza vacía la memoria, la fe vacía el entendimiento y la caridad vacía la voluntad. Estos tres poderes del alma tienen que ser vaciados por las virtudes teologales, porque éstas trascienden la razón y la lógica humanas. La forma puramente humana de saber, a través de los sentidos y el intelecto discursivo, debe ser trascendida antes de que uno pueda estar dispuesto a unirse con el Dios trascendente. Todos los medios deben ser proporcionales a su fin: deben manifestar un cierto acuerdo y semejanza con el fin. Los guisantes no se cocinan hasta que alcanzan la misma temperatura que el agua caliente. Los troncos no se queman mientras no alcanzan el mismo grado de calor que el fuego. Nada ni nadie puede servir al entendimiento como un medio proporcionado para alcanzar a Dios. Todo lo que el intelecto pueda entender, la voluntad experimentar y la imaginación imaginar es muy diferente y desproporcionado con respecto a Dios. El vacío creado por las Virtudes Teológicas de la fe, la esperanza y la caridad es más adecuado a Dios, en el sentido de que adapta las facultades del hombre para poder participar del Dios trascendente. Esas facultades adaptadas elevan al hombre por encima de sí mismo, lo transforman y lo disponen para recuperar la plenitud de la imagen divina y la semejanza con la que fue creado y para la cual fue creado.

El Catecismo Católico, en el Nº 1812, afirma: «Las virtudes humanas se arraigan en las virtudes teologales, que adaptan las facultades del hombre a la participación en la Naturaleza Divina. Las virtudes teologales se refieren directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como ORIGEN, MOTIVO y OBJETO a Dios Uno y Trino”

Las cuatro virtudes cardinales también son infundidas en nosotros por el Santo Bautismo, junto con las tres virtudes teologales. Estas siete virtudes ejercidas de manera heroica son el fundamento para la beatificación y la canonización. Las virtudes cardinales son la Fortaleza, la Templanza, la Justicia y la Prudencia. Todas ellas estarán plenamente operativas en el Alma Divinizada.

La fortaleza socorre a las pasiones de la esperanza, la desesperación, el miedo, la osadía (coraje) y la ira. Estas pasiones surgen cuando se encuentran dificultades para obtener el bien o evitar el mal. La templanza socorre a las pasiones del amor, el odio, el deseo, la aversión, el placer y la tristeza (dolor). Estas se refieren al bien y al mal sin ninguna percepción de dificultad. La justicia perfecciona la voluntad en las acciones sociales del hombre.

En el Bautismo, todas las Virtudes Teologales y Cardinales son infundidas en nuestra alma por la Santísima Trinidad. Cuando la caridad dirige todas nuestras acciones, estas virtudes son perfeccionadas por los dones del Espíritu Santo. Es decir, uno es motivado primero por el amor a Dios, y luego por el amor al prójimo como Dios lo ama. (Juan 13,34: «Amaos los unos a los otros como yo os he amado») Los dones del Espíritu Santo son el conocimiento, el entendimiento, el temor de Dios, la sabiduría, la piedad, la fortaleza y el consejo.

El pecado, que es cada atisbo de consentimiento de la voluntad, contrario a la gloria de Dios, ya sea expresado externamente o no, nubla la transparencia del alma. Cada «nube» tiene que ser expulsada, evaporada, para restaurar la transparencia. Esto se lleva a cabo con la cooperación de nuestro libre albedrío con las virtudes. Los «vacíos» creados por las virtudes practicadas son precisamente esta «transparencia» a través de la cual la Luz Divina penetra y por lo tanto nos diviniza. Tal divinización está abierta a todos, y solo se necesita un arrepentimiento sincero para abrir las compuertas a la gracia para que comience el viaje.

En la Verdadera Vida en Dios leemos:

 

“Todas las almas a las que estoy unido se convierten también en esposas porque, en Mi íntima relación con ellas, Me convierto en su Esposo cada día de su vida; y así ocurrirá contigo, si tú te enamoras de Nosotros; te lanzarás voluntariamente a Mí y saborearás la plenitud de Mi Amor Divino; desde tu nacimiento estaba impaciente por poseerte y, mientras te veía crecer, en secreto, ya celebraba nuestros esponsales; habría volado a ti a tu primera señal de arrepentimiento y, antes de que hubieses acabado de arrepentirte, Yo habría gritado, dando un golpe con Mi Cetro Real:

“¡Absuelta!”

Y habría marcado tu frente con Mi apasionado beso bautismal, perfumando todo el universo; este sería un signo precursor de nuestra celebración nupcial, y Yo te ofrecería, como regalo de Mi Amor por ti, una corona hecha de las flores más fragantes,

representando cada uno de sus pétalos una virtud; sólo entonces serías capaz de decir: “veo…” y decirlo verdaderamente en serio».

(“Odas de la Santísima Trinidad” página 53)

Los mensajes que escribe Vassula Ryden de parte de Jesús prometen que cada uno de nosotros recibiremos una teofanía personal. (Nota: Una teofanía es una visión de Dios, ya sea por un símbolo, por una visión intelectual o por una visión espiritual.) La teofanía será un descenso de la Santísima Trinidad, que actuará como una advertencia acerca de nuestro estado espiritual y nos hará la oferta de la gracia del arrepentimiento. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo serán percibidos por una gracia de iluminación.

“… los ojos de tu alma verán lo que habían visto una vez en esa fracción de segundo, en ese preciso momento de tu creación…

Verán:
a Aquel que te sostuvo primero en Sus Manos,
los Ojos que te vieron primero;
Verán:
las Manos de Aquel que te formó
y te bendijo…
Verán:
al Padre Más Tierno, tu Creador,
todo revestido de tremendo esplendor,
el Primero y el Último,
Aquel que es, que era y
que vendrá,
el Todopoderoso,
el Alfa y la Omega:
el Soberano;4

Es decir, vislumbramos al Padre. Entonces también percibiremos, en nuestra visión espiritual, la Luz del Espíritu Santo perforándonos desde la mirada penetrante de Cristo, que también estará delante de nosotros. Nuestra alma se dará cuenta de todos los eventos de nuestra vida porque nuestros ojos serán traspasados por los ojos de Cristo, que serán como dos Llamas de Fuego. (Nota: las llamas de los ojos de Cristo son el Espíritu Santo ver Dan 10,6; Ap 1,14) Nuestro corazón mirará regresivamente todos nuestros pecados. (Ver VVeD, 15 de septiembre de 1991, para todos los detalles del Segundo Pentecostés) Veremos toda la verdad concerniente a nuestro estado espiritual ante Dios, exactamente como Él nos ve. Normalmente, esta es la visión que se nos da en el momento de la muerte, cuando el alma es engullida por la Verdad Divina y ve la realidad espiritual del mal en sí misma y, en consecuencia, su justo juicio.

Con esta experiencia de la verdad se nos ofrece la gracia plena de un arrepentimiento completo y sincero. Debido a que todos nuestros pecados son revelados (incluyendo aquellos que negamos tener porque nos hemos habituado a ellos y hemos perdido el sentido de pecado respecto de ellos), nuestra contrición será un Acto de Contrición Pura. La Iglesia Católica enseña que un Acto de Pura Contrición hace que una persona esté lista para la entrada instantánea al cielo (por ejemplo, el buen ladrón en el Calvario). Esto se debe a que es santificante, siendo que es el fruto directo de la cooperación con el Espíritu de la Verdad, el Espíritu de Santificación – el Espíritu Santo. Por lo tanto, la contrición que nos resulta de esta teofanía (también llamada el Segundo Pentecostés) hace que el alma, después de la confesión sacramental, sea receptiva a la plenitud directa de la santidad que, siendo plenamente cultivada, conduce rápidamente a la divinización. Sin la visión de todos nuestros pecados esto no sería posible, ya que estar contrito sólo por algunosde nuestros pecados, no confesados, recordados, dejaría la impureza del resto de ellos e impediría la divinización.

La santidad otorgada por Jesús en ese momento es la guirnalda de virtud como se promete en el mensaje anterior. Tiene que ser sostenida y desarrollada por una vida de fidelidad total al Evangelio, en metanoia y teosis incesantes, es decir, volverse totalmente a Dios y ser humanidad para la Palabra en la tierra, conscientemente. La santificación del alma, como un don puro, no dura, sino que se desvanece con el pecado. Sin embargo, la infusión de virtud, especialmente la virtud de la verdadera contrición, hará posible un cese del deseo de cometer pecados mortales y aún de pecados veniales deliberados;por elección, el pecado será eliminado de la vida de la persona.

El medio principal, para mantener el don de la santificación que conduce a la divinización del alma, será la Santísima Eucaristía, que liberará completamente Su Divinidad. Esta liberación de la Divinidad será facilitada por la alineación perfecta de nuestra voluntad con la Voluntad de Dios. Sin este «tubo de conexión», incluso la Santa Comunión diaria no libera su divinidad inherente al alma, sino sólo las luces y las gracias que nos ayudan hacia la conformidad y la unidad de voluntad con Dios.

Como se dijo anteriormente, sólo la Luz Divina del Espíritu Santo, que revela todos nuestros pecados, permite el don instantáneo de la santidad, siempre y cuando aceptemos completamente la gracia del arrepentimiento. No hay «vacío» en el alma humana. Cuando la voluntad se dirige completamente a Dios, se llena instantáneamente de Dios, ya que es el movimiento del Espíritu Santo el que provoca tal conversión, a medida que aceptamos Su gracia. Entonces, instantáneamente, Cristo posee el alma. 5 , siempre y cuando la persona mantenga esta posesión por la virtud practicada a través del Matrimonio Místico. Esto es lo que se conoce como la «Segunda Venida», o el «Reino de Cristo en la tierra»: Él reina con Su Divinidad en el alma y gobierna y dirige los pensamientos de ésta, como también sus palabras y obras de bondad y virtud.

El Segundo Pentecostés y la Segunda Venida son, por lo tanto, dos aspectos de la misma teofanía. Las imágenes simbólicas del Libro del Apocalipsis indican esto. La promesa del reinado milenario de Cristo (ver Apocalipsis 20,6) contiene el número bíblico (mil) que simboliza la eternidad divina. Lo cual significa, simplemente, que Cristo reinará en Su Divinidad. El reinado se realizará en las almas de los hombres. (Ver el artículo separado sobre El reinado de Cristo de los mil años)

La teofanía profetizada en el mensaje del 15 de septiembre de 1991 de la VVED describe distintos aspectos de la misma acción, ya que es suficiente un solo destello de la Luz Divina para revelarnos todo. Los efectos duran horas, días o semanas y, en algunos casos, conducen a meses de duelo, de pura contrición por los pecados reconocidos. Algunas personas que ya han recibido esta gracia han hablado del duelo por Cristo, porque en el momento de la iluminación sienten todo el dolor que han causado a Cristo por causa de sus pecados.

La contrición evocada por la experiencia del Segundo Pentecostés permanece en el alma como un profundo y perdurable sentimiento de tristeza. Esto es lo que permite al alma evitar todo pecado, con una resolución muy fija y determinada de la voluntad, de no volver a pecar. Cuando el pecado ejerce una atracción, esta actitud de tristeza influye en el alma con un magnetismo silencioso, suave y en oposición al pecado. Por lo tanto, somos conscientes de tener la gracia de resistir al pecado (si lo aceptamos). El primer mes o más, de resistir al pecado, es el más difícil, porque tenemos que borrar el hábito del pecado, pero tenemos esta ayuda interior: nos parece cierto que con Dios todas las cosas son posibles – los leopardos pueden cambiar sus manchas, los leones pueden echarse junto a los corderos, el niño de pecho puede poner su mano en la guarida de víboras y salir ileso. Todo lo anterior se refiere a realidades espirituales.

¿Cómo sabemos que una teofanía, una iluminación del Espíritu Santo durante una visión del Padre y el Hijo, puede efectuar una conversión tal que la persona cambie drásticamente y se eleve a la santidad y la divinización (matrimonio místico) en unos pocos años? ¿Cómo puede una teofanía, en diez años, conferir a una persona esa santidad que lleva toda una vida en los demás? Hay dos respuestas. La primera es obvia: la propia Vassula anuncia que el Espíritu Santo nos elevará, de los cuerpos con alma, llenos de corrupción, que yacen en un desierto de pecado, y nos conferirá las Nupcias Espirituales de la divinización. Su propia vida da testimonio de la exactitud de este mensaje.

En sí misma, la gracia del Segundo Pentecostés no es nueva. La única razón por la que se la considera única para nuestra era, es debido a la universalidad de su venida. Del mismo modo, la divinización de los individuos no es nueva. Algunos de los primeros escritores cristianos escribieron sobre ella y la Iglesia Ortodoxa ha conservado el uso de la palabra, así como la espiritualidad del arrepentimiento y la divinización, la santidad y el dolor santo. En la Iglesia Católica hemos dado el nombre de Matrimonio Místico al estado de divinización, de ahí que estemos más familiarizados con esta terminología en Occidente.

Cristo ha reinado en Su divinidad en innumerables miríadas de almas en la tierra desde que comenzó el cristianismo. En la Iglesia primitiva, el nombre de «Vida Eterna» (como se da en el Santo Evangelio y las Epístolas) fue dado a la realidad central de recibir la Vida Eterna del mismo Dios que nos hizo partícipes de la naturaleza divina 6. La razón de la singularidad de la Segunda Teofanía Pentecostal/Segunda Venida no radica en su modo, sino en su universalidad. Lo que ha sido recibido en el pasado por unos pocos será recibido por muchos. Nunca ha sucedido antes que todos los miembros de la Iglesia estuvieran sin pecado. Por eso será único.

La ausencia de pecado es el fruto directo de la cooperación con la obra santificadora del Espíritu Santo. La divinización, o matrimonio místico, significa que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo poseen los tres poderes del alma (como vimos anteriormente). Debido a que la voluntad humana permite que Dios la habite plenamente, la persona quiere sólo lo que Dios quiere. Por lo tanto, el pecado es eliminado. El Nuevo Edén del que Jesús habla a Vassula en la VVED es verdaderamente el Jardín del Edén: sin pecado en el amanecer prístino de la creación. Pero no es un lugar. Está en el alma del hombre. Estaremos en la Nueva Jerusalén, que es la Iglesia. Entraremos en el Matrimonio Místico con el Cordero – pero todo esto está dentro de la persona que recibe el Segundo Pentecostés, se arrepiente y vive todas las virtudes y el Santo Evangelio. En una palabra, la persona se convierte en otro Jesús por gracia, como Jesús lo fue por naturaleza. 7. Hablando de la Ley del Antiguo Testamento, San Pablo escribe a los Gálatas: «Ahora que ha llegado el momento, ya no estamos bajo ese guardián, y vosotros sois, todos vosotros, hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús» 8.

En el contexto de este artículo, «fe» no se refiere al hecho de creer que hay un Dios, sino en poner nuestra fe en Dios. Muchos creen que hay un Dios, pero pocos realmente ponen su fe en Él. Poner nuestra fe en Él significa que realmente creemos todo lo que Él ha prometido hacer por nosotros, en comunidad e individualmente. Así actuaremos con total abandono a la voluntad de Dios, con gratitud incuestionable, pensando que todo lo bueno o malo que nos suceda, procede de nuestro amoroso Padre y para nuestro bien espiritual. Esta es la fe en Dios. La teofanía de Ezequiel, donde vio bronce resplandeciente en el corazón de la nube 9 , prefigura el cuerpo de Cristo brillando en el horno del sufrimiento (Jesús: Pies de bronce bruñido10 ). En la divinización, en la tierra, experimentamos la Cruz: el dolor en el corazón de la divinización.

Como preparación para el matrimonio místico, Vassula aboga por la teosis pura: «Nosotros, nos»: Hacemos cada acto diario junto con Jesús, invitándolo conscientemente a realizar el acto con nosotros, en nosotros y a través de nosotros. De esta forma se hace realidad la oración incesante y la eliminación de todo pecado, porque en la presencia de Jesús sólo permitiremos lo que no es pecado, ya sea en nuestro ambiente de hogar, en el trabajo o durante el entretenimiento. Esto trae muchas formas de sufrimiento.

La divinización o matrimonio místico no es posible sin el conocimiento total y el arrepentimiento de todo lo que hay de pecado dentro de nosotros, incluso si estamos viviendo una vida aparentemente buena. El reconocimiento del pecado oculto – en los niveles más profundos del alma, como el apego de nuestra voluntad a los pecados que no reconocemos como tales – sólo es posible por una infusión de Luz Divina. Incluso ahora, la revelación de nuestro pecado es a menudo la presencia no reconocida del Espíritu Santo que brilla en nosotros: sólo podemos ver lo que necesita limpieza cuando la luz brilla sobre él. Tal gracia del Espíritu Santo para nuestra conversión inicial es necesaria durante la vida – las vidas de los santos revelan esto (ver a continuación). Debido a que la teofanía prometida revela todo, el dolor puede ser demasiado para algunos. Necesitamos prepararnos para ello con vidas de santidad por theosis: «Nosotros, nos».

Santa Clara emprendió una vida de penitencia austera, porque, como dijo en su Testamento: «El Altísimo iluminó mi corazón para hacer penitencia«. En su lecho de muerte sólo podía hablar a las otras hermanas de las sublimes verdades concernientes a la Santísima Trinidad que habitaba en su alma.

Por una iluminación superior, San Francisco de Asís se dedicó a vida de pobreza y cumplimiento del Evangelio, sin embargo, él también necesitó el auxilio del Espíritu Santo para revelar verdades más profundas sobre sí mismo. «¿Quién eres Tú y qué soy yo?«, oraba. Cuando el hermano Leo le preguntó qué quería decir con esta oración, Francisco le respondió: «Se han mostrado dos luces en mi alma: una del conocimiento de mí mismo… Vi las lamentables profundidades de mi propia vileza y miseria…» 11.

Santa Faustina escribe en su Diario: «Hoy la mirada del Señor me atravesó como un rayo. De inmediato llegué a conocer los más íntimos recovecos de mi alma, y viendo las profundidades de mi miseria, caí de rodillas y supliqué el perdón del Señor, y luego, con gran confianza, me sumergí en Su Infinita Misericordia»12 .

Santa Catalina de Génova «experimentó un amor tan repentino y abrumador por Dios, y una experiencia tan penetrante de contrición por sus pecados, que casi se derrumbó. En su corazón dijo: ‘¡No más mundo para mí! ¡No más pecado!’ Permaneció recluida en su casa durante varios días, absorta en una profunda conciencia de su propia miseria, y de la Misericordia de Dios».13 .

Santa Gertrudis escribió: «después de la penetración de Tu dulcísima luz, vi muchas cosas en mi corazón que ofendían a Tu pureza, e incluso percibí que todo dentro de mí estaba en tal desorden y confusión, que no podías permanecer allí… cuando reflexiono sobre el tipo de vida que llevé anteriormente, y la que he conducido desde entonces, manifiesto, en verdad, que es un puro efecto de Tu gracia, que me has dado sin ningún mérito mío. Me diste, (Thou didst) de allí en adelante, un conocimiento tan claro de Ti mismo, que la dulzura de Tu amor me llevó a corregir mis faltas, mucho más que el temor a los castigos con los que tu justa ira me amenazaba.» A continuación de esta gracia, Santa Gertrudis percibió la Trinidad dentro de sí. 14

De Santa Birgitta de Suecia leemos, » …cuando su esposo murió, ella padeció una profunda conversión de su ser en novia de Cristo» 15

Todos estos santos, que recibieron la experiencia del Segundo Pentecostés, fueron también fieles a la renuncia completa del pecado y a la práctica de la virtud. Así, cada uno de ellos llegó muy rápidamente a la experiencia de la divinización o el Matrimonio Místico. La gracia puede ser otorgada, pero se desarrolla con el ejercicio de la fe, la esperanza y la caridad. El Segundo Pentecostés no actúa como una ‘varita mágica’ que convierte instantáneamente el alma en un alma santa, pero otorga esa gracia muy profunda de contrición que moviliza y produce el vuelo rápido hacia la plenitud del Matrimonio Místico y la divinización. (La escritora de este artículo nota que quienes ayunan con pan y agua cada semana hacen este rápido progreso en la vida espiritual, pero no sabe por qué esto es particularmente así).

Tenemos una rica tradición histórica de Padres y Doctores de la Iglesia que han escrito sobre la divinización y el matrimonio místico, así que veremos algunos de estos y comenzaremos con una pregunta:

Cuando una persona está divinizada, ¿lo experimenta conscientemente? Sí. Esta es la diferencia entre la vida divina dada en el Bautismo y el Matrimonio Místico. Poulain, en su voluminosa obra Las gracias de la oración interior, escribe: «El bautismo y la gracia santificante ya nos dan una participación en la naturaleza divina, pero es en un estado inconsciente . En el matrimonio místico ocurre lo contrario. Entonces, somos conscientes de la comunicación de la vida divina. Dios ya no es meramente el objeto de las operaciones sobrenaturales de la mente y la voluntad, como en el grado anterior, sino que se muestra a Sí mismo como la causa conjunta de estas operaciones, la ayuda de la que hacemos uso para producirlas. Nuestros actos nos parecen como si, de cierta manera, fueran divinos. Nuestras facultades son las ramas por las que sentimos la circulación de la savia divina. Pensamos que sentimos a Dios dentro de nosotros, viviendo tanto para nosotros como para Él. Vivimos en Él, por Él, y a través de Él. Ninguna criatura puede manifestarse a nosotros de esta manera.”

En el Cielo, el mecanismo de la gracia aparecerá con toda su claridad; veremos así desvelado el «matrimonio» de dos operaciones, la divina y la humana, e incluso el predominio de la primera, es decir nuestra «divinización”. El cuarto y último grado de oración es la anticipación, el anticipo más o menos marcado de este conocimiento experimental. En los grados inferiores la transformación ha comenzado, pero la conocemos sólo por la fe». 16 .

San Alfonso María de Ligorio resume este lenguaje diciendo: «En el matrimonio espiritual, el alma se transforma en Dios y se convierte en unacon Él, así como una vasija de agua, cuando se vierte en el mar, es entonces unocon él.» 17

Santa Teresa de Ávila, en «El Castillo Interior», escribió: «Además, esta compañía de la que goza le da más fuerza que nunca. Si, como dice David: ‘Con el santo serás santo’, sin duda al fundirse uno con el Todopoderoso, por la unión del espíritu con el Espíritu, el alma reúne fuerzas, como sabemos que lo hicieron los santos, para sufrir y morir…» 18

Cualquiera sea la opinión que se adopte, el caso, al menos, es éste : «que al alma le parece que ya no puede pecar, tan plenamente siente que está participando en la vida de Dios. Esto no le impide ver muy claramente, al mismo tiempo, que de sí misma es capaz de todo tipo de pecados. Ella ve el abismo en el que puede caer, y la poderosa Mano que la sostiene” 19

Poulain cita a S. Juan de la Cruz en la «Subida al Monte Carmelo»: «Cuando el alma se vacía para dar lugar a Dios… entonces queda esclarecida y transformada en, Dios, porque Dios le comunica su Sersobrenatural,de tal manera, que al alma le parece ser Dios Mismo y poseer lo que Dios mismo posee. Y se produce tal unión, cuando Dios brinda al alma esta suprema gracia, que hace que las cosas de Dios y del alma sean una, por la transformación que hace que la una sea partícipe del otro. Y al alma más le parece ser Dios que ser ella misma, y ciertamente, es dios por participación; sin embargo, en realidad, preserva su propia sustancia natural, tan distinta de Dios como fue siempre, aunque está transformada en Él, como también la ventana preserva su propia sustancia, diferente de la de los rayos del sol que brillan a través de ella y la iluminan” . . 20

Y más adelante:

San Juan de la Cruz también escribe, en el «Cántico Espiritual»:, «el cual (Matrimonio Espiritual) es un estado mucho más alto, sin comparación, que el esposorio, porque es una transformacióntotal en el Amado; y porque se entreganambas partes en total posesión de la una a la otra, en perfecta unión de amor, en que el alma se hace Divina, y Dios por participación, en cuanto es posible en esta vida. Y así, pienso que ninguna alma alcanza este estado sin haber sido en él confirmada en gracia; porque se confirma la fe de ambas partes, confirmándose aquí la de Dios en el alma;” 21

Poulain también cita a san Juan de la Cruz con respecto a la aspiración que el alma hace de Dios, al compartir el aliento de Dios mismo dentro de la Trinidad. Es demasiado largo para transcribir todo aquí, pero los efectos se pueden citar: “Porque, considerando que Dios le ha hecho tal merced de unirla a la Santísima Trinidad, con lo cual el alma se hace divina y Dios por participación, ¿No es una cosa increíble que el alma pueda ejercitar las facultades de su intelecto, realizar sus propios actos de conocimiento y de amor, o para hablar más precisamente, los obre en la Santísima Trinidad juntamente con ella, como si fuera la misma Santísima Trinidad?” 22

La Venerable Ana Madeleine de Remuzat escribió en sus memorias, siete años antes de su muerte (tenía 26 años): «Me encontré de repente en presencia de las Tres adorables Personas de la Trinidad… Entendí que Nuestro Señor deseaba darme un conocimiento infinitamente más puro de Su Padre y de Sí mismo que todo lo que había conocido hasta ese día… ¡Qué admirables fueron los secretos que se me dieron a entender en este adorable seno!… Dios mío, Tú has querido divinizar mi alma, por así decirlo, transformándola en Ti mismodespués de haber destruido su forma individual…»23

En su Vida de Madre Verónica del Corazón de Jesús, fundadora de la Hermanas Víctimas del Sagrado Corazón, el padre Prévot escribe: “La forma más perfecta de su unión era una especie de compenetración de todo su ser por la Divinidad, de modo que sentía que Dios mismo pensaba, hablaba y actuaba en ella y se convertía en la causa de todos sus movimientos.» 24

Podemos ver claramente que la theosis nos prepara para el Matrimonio Místico. (theosis significa pedir conscientemente a Jesús que haga cada acto dentro de nosotros y a través de nosotros. Nunca decimos, «Voy a ir a las tiendas» «Te llevaré a casa» «Voy a ir a cocinar la cena ahora» sin añadir interiormente, «Jesús vamos a ir… conduciremos… cocinaremos la cena”. Hemos observado los efectos de esto anteriormente en este artículo.)

En nuestra época, santa Dina Bélanger, que murió a los 33 años en 1929, experimentó lo que ella llamaba “la Divina Sustitución de su ser por Jesús”. Explicó que era como si Jesús pensara, actuara y hablara por ella en todo momento. Además, era consciente de que parte de sí misma estaba en el Cielo y participaba de todos los bienes y gracias de la Santísima Trinidad, para dispensarlos por la oración. Toda su vida ejemplifica con detalles el significado del Matrimonio Místico y la divinización, junto con una unión cada vez más profunda con la Trinidad, La Cual despliega continuamente nuevas maravillas, que son totalmente espirituales. Como pasa con todos los que están divinizados, ella tenía hambre de mantener y aumentar su amor y fidelidad en y con Dios. Lo hizo a través de la Santa Eucaristía. En su autobiografía escribe:

«… Mi cuerpo sigue viviendo en esta tierra sombría y distante, que ya no habito; sigue operando a través de la acción y la voluntad de Jesús. Mi alma, inactiva, consumida, ha sido absorbida por el Eterno, al cielo… Por medio de Nuestro Señor, sustituído por mi ser aniquilado en Él, tengo a mi disposición las riquezas del Infinito. No sólo en mi propio nombre, sino en el de todas las criaturas responsables, debo devolver amor por amor, y ofrecer un Amor infinito en respuesta al Amor eterno de la Trinidad divina… En un alma habitada por Jesús, la Santa Comunión es la efusión del Infinito en el Infinito, es la satisfacción de la Perfección soberana en la Suprema Belleza, es el don del Eterno al No Creado; es el abrazo de Dios Padre y su Palabra, emitiendo en el Espíritu de caridad, una oleada de amor que pasa entre las tres Personas adorables, un arrebato de ternura del Corazón de la Unidad indivisible… ¡Si supiéramos hasta qué punto la razón a la luz de la eternidad, difiere de la razón en la oscuridad del tiempo…! Si tan sólo las almas se dieran cuenta de qué Tesoro se hace suyo en la Eucaristía divina, los tabernáculos tendrían que ser protegidos por murallas inexpugnables; porque, bajo la influencia de un hambre santa y consumidora, irían por cuenta propia a alimentarse del maná de los serafines; noche y día, las iglesias estarían llenas de adoradores famélicos de amor por el augusto Prisionero.» 25

La Autobiografía de la beata Dina Bélanger contiene relatos de Luz Divina que revelan tanto las profundidades de su alma pecadora, como descripciones detalladas de su Divina Sustitución por Jesús, y visiones interiores desde dentro de la Santísima Trinidad. Podría ser llamada una de las precursoras, que ejemplifica las enseñanzas sobre el Matrimonio Místico y la divinización, que se ofrecen a toda esta generación, aún cuando haga falta la intervención directa de Dios, a través de una teofanía personal a cada individuo. Los cambios efectuados por el Vaticano II permitieron a la gente reconocer que toda la Iglesia tenía un llamado a la santidad personal. 26

Cuando Dios envía profetas para que nos hablen de los deseos de Su Corazón, también envía siempre precursores o ejemplos del mensaje que da. Nada aparece por casualidad ni carece totalmente de antecedentes. En realidad, una de las formas de verificar la verdad de una revelación profética es que puede ser probada o enseñada a partir de una tradición existente, o también, que es un claro desarrollo de dicha tradición. Vassula Ryden, en los Mensajes de La Verdadera Vida en Dios, no presenta un mensaje nuevo sobre el Arrepentimiento, la Divinización y el Matrimonio Místico. La Iglesia es nupcial, esponsal, inmaculada, divinizada. Esto puede afirmarse a través de varios siglos de enseñanzas de los Padres, Doctores y Santos de la Iglesia, como también porque esas enseñanzas florecen y son defendidas por las mismas Sagradas Escrituras. Como hemos visto, han estado allí todo el tiempo, pero, a pesar de que han transcurrido dos mil años de Cristianismo, la Iglesia nunca ha participado de la plenitud de la santidad, ofrecida por la Iglesia misma, en su totalidad, en todos sus miembros bautizados.Mucho menos en el momento actual, en que la apostasía del naturalismo y el racionalismo parecen estar ahogando a la Iglesia de tal forma, que la han transformado en una pseudo iglesia de cadáveres espirituales, en un desierto espiritual. Pero Dios está abriendo la puerta del sepulcro de nuestro mundo, y el Espíritu Santo resucitará a la Iglesia a través del arrepentimiento y el crecimiento en santidad.

Ven, Espíritu Santo, ven por la poderosa intercesión
del Inmaculado Corazón de María, tu amadísima Esposa.
El Espíritu y la Novia dicen: “Ven”
Amen;
Ven, Señor Jesús.

BIBLIOGRAFÍA

Autobiografía de Dina Bélanger. pub. Les Religieuses de Jésus-Maria. 2049, chemin Saint-Louis, Sillery (Quebec) Canada. GIT 1P2. ISBN 2-980 4106-3-2 pub.

Catalina de Génova. Purgación y purgatorio, Purgation and Purgatory El Diálogo Espiritual. Los clásicos de la espiritualidad occidental. SPCK. The Classics of Western Spirituality. SPCK. Holy Trinity Church, Marylebone Road, London, NW1 4DU. ISBN 0281 03709 4

La Vida de Santa Brígida de Suecia, Patrona de Europa. (El Libro no está en venta sino estrictamente limitado a la circulación privada. Es un regalo) (Book not for sale as strictly limited to private circulation as a Gift)

Brígida de Suecia. Vida y revelaciones seleccionadas. Los clásicos de la espiritualidad occidental. ISBN 0 – 8091 – 3139-0 ISBN 0 – 8091 – 3139-0

La Misericordia Divina en Mi Alma. El diario de la hermana Maria Faustina Kowalska. The Diary of Sister M Faustina Kowalska. Divine Mercy Publications. P.O. Box 2005. P.O. Box 2005. Dublin 13, Ireland. ISBN 1 87227 00 8

La Vida y Revelaciones de Santa Gertrudis – Virgen y Abadesa de la Orden de San Benito.Subtítulo de Portada Una obra poderosa de la Edad Media sobre la unión con Cristo. Christian Classics, Inc. Post Office Box 30, Westminster, Maryland, 21157. USA Post Office Box 30, Westminster, Maryland, 21157. USA

ISBN 0 – 87061-079-1

Las Gracias de la Oración Interior. R.P. Poulain S.J. traducido de la sexta edición. R.P. Poulain S.J. translated from the sixth edition . (theosis Kegan Paul, Trench, Trubner & Co., Ltd. Dryden House, Gerrard Street,W. Publicada en 1910. Nota: todos los extractos tomados de este libro son anteriores a las traducciones de 1910. No he modernizado el inglés antiguo y confío en que no resultará demasiado difícil para aquellos para quienes el inglés es un segundo o tercer idioma. Brevemente, estas palabras consisten en «thee» y «thou«, lo que significa «» o el agregado de «st» o «est» a una palabra es común, por ejemplo, didst = did, havest = have, y así sucesivamente.


1 c.f. San Juan de la Cruz El Ascenso al monte Carmelo 3:1-15
2 cf ibid 3:8-32
3 cf ibid 3:16-45
4 15 de septiembre de 1991
5 cf Juan 14:23
6 2 Pedro 1:4
7 Lucas 3:38
8 3:25,26
9 cf Ez 1:4
10 Hechos 1:15
11 Fioretti 3rd Cons.Stigmata
12 No. 852
13 Catalina de Génova. Clásicos de la Espiritualidad de Occidente Classics of Western Spirituality
14 Las Revelaciones de Santa Gertrudis 2:2,3
15 Brígida de Suecia: Clásicos de la Espiritualidad de Occidente, página 2.
16 XIX:13. p.288 p.288
17 ibid XIX:14
18 ibid. La Séptima Morada: ii:13
19 Poulain. Ibid. Ibid. p. 291
20 Libro2:V
21 Stanza XXII: linea 1
22 ibid. Stanza XXXIX: linea 1
23 Poulain. p.296
24 ibid. p. 298
25 Páginas 230/231
26 L’Osservatore Romano. 9:7:97