Roma, 10 de enero de 2002

«Despierta de tu sueño,
levántate de entre los muertos,
y Cristo brillará en ti».
(Efesios 5, 14)

Queridos amigos de la VVeD:

Que las bendiciones del Señor Jesucristo y Nuestro Padre, en el Cielo, estén en cada familia. Deseo agradecerles, a cada uno de ustedes, todos sus esfuerzos para propagar el Mensaje de Nuestro Señor y, también, quiero agradecerles sus oraciones y Misas que ofrecieron por mí y por los miembros de mi familia, que se encuentran enfermos.

Quiero retomar de nuevo, la profecía que me dio Nuestro Señor el 11 de septiembre de 1991, diez años antes del espantoso día en Nueva York y las consecuencias subsecuentes. Pero antes de entrar en eso, quiero decir palabras. Aquellos que me conocen, deben haberse dado cuenta que, durante estos 16 años en que he estado recibiendo las revelaciones proféticas de Nuestro Señor, en todos mis testimonios (que son muchos, más de 700), jamás he hablado de temas apocalípticos, ni he utilizado terminología pesimista y calamitosa, ni tampoco he levantado mis brazos profetizando que el mundo se va a acabar (como muchos, falsamente, me han acusado). Mis discursos tratan acerca de la dulzura y ternura de Nuestro Señor. El inmenso amor que nos tiene y cómo convertir nuestras vidas en una oración incesante. Mi llamada fue para dirigirme a todos, en los términos en que el Señor quería que lo hiciera: recordándoles, a todos, que somos hijos e hijas del Altísimo, y por lo tanto, descendientes de la realeza, ya que Nuestro Padre es el Rey de reyes. Él es Majestad y Esplendor y nosotros somos herederos de Su Reino. Y escúchenme, nadie, nadie, les debe de quitar, jamás, esto de sus mentes. Somos muy preciados para Dios. También he hablado acerca de que debemos enmendar nuestras vidas, y vivir en unidad y no en división. Me he dirigido a diferentes Iglesias, alrededor del mundo, para que se reconcilien y se unan, recordándoles, por igual, que todos, aún el más alto dignatario, estamos viviendo en pecado. ¿Por qué? Porque nuestra división es pecado y las Escrituras dicen: «Todos los que saben lo que es correcto y no lo hacen, cometen pecado» (Santiago 4,17). Así que todos sabemos que la división es contraria a la Voluntad de Dios, y sin embargo, hasta el día de hoy, permanecemos divididos. Las Escrituras no pueden ser rechazadas.

Cuando Cristo le dijo al Padre: «que todos sean uno, como Nosotros; como Tú, que estás en Mi, y Yo en Ti; que sean también uno en Nosotros, así el mundo creerá que Tú Me has enviado» (Juan 17,21), esta súplica de Cristo para que estemos unidos es, claramente, una señal de que la creación entera estará y deberá vivir la unidad espiritual, y no una unidad de papel o producto de un tratado. Pero, tal unidad espiritual, que incluya al mundo entero, no puede ser lograda sin el Espíritu Santo de Dios, dotando Su Poder a la humanidad. El Espíritu Santo, entonces, debe alistar nuevos apóstoles para que vayan y evangelicen el mundo, y atraigan, a la fe en Cristo, al mundo entero. Así que, considerando nuestra presente división, y el actual estado del mundo, yo diría que la Iglesia ha demostrado su debilidad, a este respecto. Sin embargo, a pesar de nuestra debilidad y miseria, el Espíritu Santo, conociendo nuestras fallas, jamás ha dejado de derramar Sus Gracias sobre la humanidad, cubriéndonos con Sus Dones. Él está haciendo ruido para que, incluso, los sordos, que de han encerrado, a si mismos, dentro de murallas, lo escuchen y, finalmente, abran las puertas de sus corazones; y para que aquellos que estaban muertos, regresen a la vida. De haber dejado de existir, volverán a ser. A pesar de que esta división no provenga, directamente, de nosotros, sino de nuestros antepasados, somos también culpables, porque mientras sigamos divididos, estamos manteniendo viva esa división. La Iglesia tiene que ser consolidada, y la única esperanza para lograrlo es la unidad. ¡La única esperanza de cambiar al mundo es evangelizándolo, así que me gustaría que la Iglesia me ayudara, en vez de perseguirme, tratando así de detener el Flujo del Espíritu Santo!

Como pueden ver, actualmente, el mundo se encuentra en un caos total. El caos viene de la gran apostasía. En este estado de apostasía, el mundo no tiene lugar para Dios, ya que se encuentra ocupado en su auto realización. Hoy, el mundo se rehúsa a glorificar al Señor y estamos viviendo en un tiempo, en que cada bien se transforma en un mal. Los Cristianos están siendo, incesantemente, descristianizados por nuestra división; ya sea esto, o están cayendo constantemente en el error. Esta generación no vive en el amor de Dios, como Nuestra Señora una vez nos dijo; el mundo vive en egoísmo, amor propio, ambición, odio, vicio y pecado y, además de todo, negando la bondad de Dios. Además, ¿cómo esperamos que la Iglesia tenga credibilidad frente al resto del mundo, cuando predica paz, amor, unidad, hermandad y reconciliación, a países que están masacrando a su gente, cuando nosotros, al mismo tiempo, en nuestro propio centro, estamos masacrando el Cuerpo de Cristo, arrojándonos flechas venenosas, el uno contra el otro? Nosotros, la casa real de Cristo, hemos cambiado nuestra gloria por vergüenza. Dios está llamándonos e invitándonos a ser uno,«para que el mundo crea» (Juan 17,21). Así que, sólo cuando la Iglesia sea sanada, al unirse y volver a ganar su fuerza, podrá Ésta reconciliar al mundo con Dios. En ese momento, al estar consolidada, la Iglesia será capaz de vencer todos los poderes ocultos, y los males que han obscurecido nuestro mundo, y el dominio del maligno será derribado.

Cuando hablo de que el mundo ha caído en la apostasía, por supuesto, no me refiero a todos, pero sí a la mayoría, y a una gran mayoría. En estos últimos días, nos hemos dado cuenta de cómo el mundo está sufriendo más que antes. Hemos notado, cómo tantos países están en guerra o al borde de ella. Hay demasiada destrucción alrededor del mundo, al igual que enfermedades. El desempleo está aumentando en todas partes. Hay inundaciones, que se han llevado muchas vidas, aún antes de que las intensas tormentas de nieve arriben. Ganado y rebaños de ovejas que han sido sacrificados, por miles, arruinando a los granjeros, provocando escasez de carne, y aún, haciendo que las personas teman comer carne de res. Incendios (como el de Australia), y deslaves de lodo, enterrando a tantos en Brasil. Crudos inviernos en todas partes, causando muertes por congelación, en Rusia, en Polonia, etc.

Ahora, ustedes pueden decir: «Bueno, estas cosas siempre han ocurrido, de vez en cuando, durante la historia». ¿Podrían decir que el año pasado y el antepasado, antes del 11 de septiembre de 2001, estábamos en la misma situación? ¿O las cosas han empeorado?

Démosle, una vez más, una mirada a la profecía del 11 de septiembre de 1991. Por cierto, si tuviera tiempo, ya hubiera escrito un pequeño libro mencionando todas las profecías de los Mensajes de la VVeD, que se han cumplido. Hay muchas. Incluso detalles, que estoy segura, no muchos han notado. Por ejemplo, los hechos históricos de Rusia, hasta este día. La Iglesia en Rumania. El Segundo Pentecostés, la llamada de los Dos Testigos, quienes de acuerdo con las Escrituras son Divinos, y quienes representan a Jesús y a la Virgen María (una completa explicación de esto fue dada en el Mensaje del 24 de diciembre de 1991).

Hasta el día de hoy, estoy recibiendo Mensajes de Nuestro Señor, Quien todavía está esperando que cada corazón se abra a Él. De acuerdo con lo que Él dice, no hay mucha respuesta por parte de los fieles para, realmente, decidirse por Dios y mejorar su vida. Muchos han regresado a su «vómito», y esto nos recuerda la parábola de la semilla. Otra parábola, que el Señor nos recuerda, es la del padre y sus dos hijos, a quienes les pide que vayan a la viña y trabajen. Otra parábola, que Él nos ha recordado, es la de los talentos.

En Su Gracia, Dios ha estado derramando sobre nosotros gracias santificantes para revivirnos, y revivir Su Casa. Sin embargo, no todos le han respondido a Nuestro Señor. Muchos todavía son tibios, o peor aún, son indiferentes a Su llamado. Todos sabemos, cuán Infinitamente Rico es Nuestro Señor, en Su Gracia. Muchos de ustedes estaban muertos (como estuve yo), debido a nuestros pecados y apatía hacia Dios, cuando todos seguíamos los caminos de este mundo, siendo una presa fácil para Satanás, convirtiéndonos, aún, en su juguete, ya que él gobernaba nuestras vidas. Pero Nuestro Señor nos amó (la primera vez que mi ángel me habló de Dios, dijo: «Dios está cerca de ti y te ama»). Dios nos amó tanto que, en vez de quedarse viéndonos ir hacia el fuego, yo diría, que descendió hasta nuestro nivel para alcanzarnos, mostrándonos Su Misericordia Infinita, y aunque estábamos muertos por nuestros pecados, Él nos trajo a la vida. Sí, es a través de Su Gracia que yo fui salvada, como muchos de ustedes. No lo merecemos, ya que nuestros méritos son nulos. ¿Así que, qué dice la profecía, al principio? Dice: «Mis Ojos observan el mundo de hoy, buscando nación tras nación, escrutando alma tras alma, por algo de calidez, algo de generosidad, y algo de amor, pero, muy, muy pocos gozan de Mi Favor». Aquí, me detendré y explicaré. Cuando el Señor dice que no encuentra calidez, ni generosidad, ni amor, para Él, no se refiere solo respecto a Él, sino entre nosotros. Las Escrituras dicen que: «todo el que ama a Dios, pero odia a su hermano, es un mentiroso» (1Juan 4,20). Falta amor, falta el ser generosos y buenos los unos con los otros. El otro dicho de las Escrituras que casi nunca es obedecido es: «Así que siempre trata a otros como quisieras ser tratado. Ese es el significado de la Ley y de los Profetas»(Mateo 7,12), al igual que:«Aquél que no tome su cruz y siga Mis Pasos, no es digno de Mí. Cualquiera que encuentre la vida, la perderá, y el que pierda su vida, a causa Mía, la encontrará» (Mateo 10, 38-39). En otras palabras, uno debe acercarse a servir a otros, preocuparse por el otro, dejar nuestra comodidad para traer almas a Dios. No hemos hecho esto. Como ya dije, muchos, al estar lejos de Dios, viven egoístamente, solo para si mismos, con una total indiferencia hacia las necesidades del pobre, del necesitado, del abandonado.

Luego, las palabras que siguen son: «Muy pocos se molestan por vivir una vida santa, y los días se escapan y las horas están contadas antes de la gran retribución. ¡Mis ciudades (almas) se han convertido en prostitutas! ¡Despiadadas! ¡Se han convertido en ciudadelas para los demonios!. ¡Completamente corrompidas en su interior, comidas por los gusanos! ¡Un refugio para la víbora y el escorpión! ¿Cómo podría no soplar Mi fuego purificador, sobre estos renegados?». Nuestro Señor está decepcionado de nosotros, porque ve que a pesar de Sus Llamadas Misericordiosas, muy pocos quieren escuchar, ya que su incredulidad ha tomado la mejor parte de ellos. Otros, no solo se rehúsan a creer, sino que toman como su misión y deber, combatir cada paso de Nuestro Señor en este Mensaje, extinguiendo, de este modo, el Fuego del Espíritu Santo de Gracia que puede iluminar nuestro interior, y prevenir que sucedan hechos catastróficos.

Luego, dice:«La tierra temblará y se sacudirá, y todo el mal edificado en torres se colapsará en un montón de escombros, y será enterrado en el polvo del pecado!». Esta parte, ya la expliquéa todos en este sitio de Internet. Es en relación con las torres gemelas de Nueva York, que incluso, 3 años antes de esta profecía, mientras veía un documental de Manhattan (Nueva York), por televisión, cuando mostraron la ciudad, a través del mar, vi lo que ocurrió el 11 de septiembre de 2001. Vi el humo y una escena apocalíptica, y dije: «Y todo esto ya no existirá». Tengo dos testigos de esta última profecía oral.

Después, sigue una súplica de Cristo pidiéndonos: «Oren para que la Mano del Padre no caiga en invierno». ¡Pienso que no hemos orado lo suficiente, porque la Mano de Dios, verdaderamente, cayó justo antes de la llegada del invierno! Uno de los inviernos más fríos, en muchos años, en el que, como ya dije, tantas personas han muerto en Rusia y en Polonia, mientras que en Turquía y Grecia, la pasaron muy duro. La profecía continúa hablando de las llamas y el trueno. «Las islas, el mar y los continentes serán visitados por Mi, inesperadamente, con trueno y llamas». Miren la prueba que ha tenido Australia con el fuego. Pero eso no es todo, el fuego también significa la guerra.

Luego, lo que sigue es un recordatorio a todos aquellos, que sin temor, persiguen el Llamado Misericordioso de Dios, incluso diciendo que es el mal, arrojando lodo sobre Él, y al hacerlo, están blasfemando contra el Espíritu Santo, cometiendo el pecado imperdonable. Esto es lo que Él dice: «Lean Nuestros Mensajes y dejen de ser insolentes o sordos, cuando el Cielo habla. Bajen sus voces y escucharán las Nuestras. Piensen dos veces antes de juzgar; piensen, más de dos veces, antes de condenar las obras del Espíritu Santo. No perdonaré a nadie que se burle del Espíritu Santo, blasfemando, abiertamente». Luego, nos recuerda lo que les espera a aquellos que blasfemen:«La Justicia los arrojará al infierno».

Si ciertas mentes y corazones no pueden ser conmovidos, fácilmente, es quizás, porque se han vuelto demasiado técnicos y, desafortunadamente, demasiado racionalistas. En este ambiente técnico, la Misericordia de Dios es desfigurada, al igual que la simpleza de una vida espiritual en Dios. Pero la verdadera razón, es que estas personas jamás han tenido una visión de Dios, aquí en la tierra, y por lo tanto, nunca «han encontrado» a Dios, ni han tenido una conversación íntima con la Divinidad. En otras palabras, no conocen a Dios. No conocer a Dios es un pecado. ¡Ah, y son tantos los que cometen este pecado! Así que, otra vez, si se nos permitiera, o mejor dicho, si se le permitiera al Espíritu Santo, que soplara un aliento de resurrección dentro de cada uno de esos corazones cerrados, en esa resurrección se levantarían, y se darían cuenta de que la evangelización es una necesidad para reconciliar al mundo, que está tan apartado de Dios. Evangelizar una sociedad descristianizada es, también, un medio para permitir a las personas, de todas las razas y credos, que regresen a Dios, y empiecen a buscar Su Rostro. Cada criatura sobre la tierra se podría beneficiar, y habiéndose, así, entregado a Dios, el Espíritu Santo hará el resto y extirpará todos los obstáculos que les impiden una completa unión Divina de Amor, con el Dios Trino y Uno. Así que debemos de tener mucho cuidado, de no dañar el Cuerpo Místico de Cristo, pensando que estamos haciendo bien al extinguir el Fuego del Espíritu, y perseguir la variedad de Dones, que Él distribuye por el bien de la Iglesia. Debemos permitir que Su Llama purifique y vivifique este mundo podrido, convirtiéndolo en un Nuevo Cielo y una Nueva Tierra, en una nueva y brillante Jerusalén. Ya sé que esto parece muy apocalíptico, pero ¡por favor! ¡Estamos viviendo tiempos apocalípticos, y si alguien lo niega, entonces también, díganme en qué caparazón se han metido, para entrar a él junto con ustedes…!

El Señor termina Su Mensaje pidiéndonos, una vez más, que nos arrepintamos, y que le pidamos al Padre que se apiade de nosotros. Sin embargo, dice que, pronto, lo veremos como el Juez. Cuando Dios nos aleja Su Santo Rostro, lo sentimos, pero, cuando Él nos mira, es como los rayos del sol que brillan en nosotros dándonos alegría y calor. A veces siento que, desde el 11 de septiembre, el mundo, en cierta forma, hizo que Dios alejara Su Rostro de nosotros. Esto no quiere decir que Su Amor haya disminuido, pero parece que estamos cosechando lo que hemos sembrado.

Pero escúchenme, el Triunfo de los Dos Corazones tiene que llegar y, créanme, ya está muy próximo. ¡Dios triunfará! ¡Él tiene que triunfar! ¡Sí! ¿No ha dicho que la Primavera vendrá a esta tierra? ¿Y que la unidad llegará tan rápida e inesperadamente como la caída del comunismo?

Oren por mí que SOY pecadora.
Vassula