Confusión en la terminología con respecto a las personas de la Santísima Trinidad

En sus primeros escritos, como se observa en la «Notificazione», había cierta confusión de terminología respecto a las Personas de la Santísima Trinidad. Estamos seguros de que usted suscribe la enseñanza de su Iglesia. ¿Cree que puede ayudarnos a esclarecer esas expresiones? Cuando se tratan materias de fe, ¿no sería útil seguir la terminología oficial de los catecismos clásicos para evitar la confusión en la mente de los lectores de «La Verdadera Vida en Dios»?

Respecto a esto voy a tratar de explicar lo mejor que pueda el dilema de lenguaje, recordándole que no soy una teóloga que puede expresarse de una manera técnica o recibe palabras de lo alto en terminología oficial. Está claro que el Señor se ha expresado del modo que yo era capaz de entender, adaptándose para ponerse a mi alcance. No me habla ni en una teología escolástica, aunque tampoco lo hizo mientras estaba en la tierra, cuando dijo: «El Padre y Yo somos Uno» (Jn 10, 30), ni tampoco en la de S. Pablo cuando escribió: «El Señor es el Espíritu» (II Co 3, 17). A Bernardette de Lourdes, María le habló en el dialecto local, que no era buen francés. Incluso, en los libros inspirados de la Escritura, he aprendido que hay una diferencia notable entre el griego refinado de S. Lucas y el lenguaje sencillo de S. Marcos. Sta. Catalina de Siena explicó en una ocasión, en su Diálogo: «Tú eres mi Creador, Trinidad Eterna, y yo soy tu criatura. Has hecho de mí una creación nueva en la sangre de Tu Hijo». 14 Llamar a Cristo Hijo de la Trinidad suena heterodoxo pero tomamos esta parte, en la medida de lo posible, en el buen sentido…

Así que es perfectamente normal que Cristo emplee al principio mi nivel de vocabulario, más bien que el lenguaje de un teólogo. A veces articulé palabras salidas de mi experiencia personal de Dios y expresé lo que había sentido en los términos que me venían espontáneamente, sin mucha reflexión crítica sobre cómo les sonaría a los demás o si podía ser mal interpretado. Expresar con palabras misterios divinos era bastante duro para mí y más aún cómo debería uno expresar esos misterios divinos de manera apropiada, en el lenguaje tradicional. Los teólogos, por el contrario, usan un vocabulario que ha sido cuidadosamente depurado por muchos siglos de discusión.

No sé exactamente a qué partes de los primeros escritos se refiere la pregunta, pero puedo imaginarme que se trata de haber llamado a Cristo, «Padre». Cristo es el Hijo del Padre. En estos aspectos de la revelación, los escritos no se refieren de manera ontológica o doctrinal a la persona de Cristo. Más bien es un lenguaje afectuoso y paternal, el mismo lenguaje que Jesús usaba con sus discípulos: «Hijos míos… » (Jn 13, 33). Ya Isaías describía al Mesías como «Consejero Admirable, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz» (Is 9, 5).

Desde el principio nunca confundí al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. La presencia (actitud) de Cristo conmigo era de afecto paternal. Cuando en un pasaje llamé a Jesús, «Padre», fue debido a la manera paternal con que me hablaba. Era como esas veces en que los padres están explicando y enseñando ciertas cosas a sus hijos, con paciencia y amor, para su crecimiento y desarrollo. He aquí un ejemplo de las palabras de Jesús: «Crece en espíritu, Vassula, crece, porque tu tarea es comunicar todos los mensajes dados por Mí y por Mi Padre. La Sabiduría te instruirá». Yo entonces contesté: «¡Sí, Padre!» Jesús replicó: «¡Qué hermoso oírte llamarme ‘Padre’! Anhelaba oír de tus labios esta palabra: ‘Padre'» (16/02/1987). En la Letanía del Santísimo Nombre de Jesús se Le llama: «Padre del mundo venidero». La secuencia de la Misa de Pentecostés nombra al Espíritu Santo, «Padre de los pobres». He escogido a S. Simeón, un teólogo y santo muy querido e importante en mi tradición ortodoxa, para darle algunas semejanzas más. Esto es lo que dice: » Para los que han sido destetados, Él (Cristo) desempeña el papel de un Padre amoroso que vigila el crecimiento y desarrollo de Sus hijos» (Oraciones Éticas Teológicas 4, 269-270).

La crítica puede referirse también a un mensaje en particular, al principio, cuando el Señor quería enseñarme sobre la unidad de la Santísima Trinidad. El mensaje que podría cuestionarse era: «Yo soy el Padre y el Hijo. ¿Lo entiendes ahora? Yo soy Uno, Yo soy Todo en Uno» (02/03/1987). Aquí el Señor quería que entendiera la unidad perfecta y ontológica de la Santísima Trinidad; de qué modo las tres Personas divinas son indivisibles y tan completamente uno en naturaleza. Como dijo S. Simeón en su Himno 45, 7-21: «Tres en uno y uno en tres… ¿Cómo podría saber, Señor, que tenía tal Dios, Dueño y Protector, Padre, Hermano y Rey…?» Gradualmente, cualquier terminología no oficial se fue cristalizando con el tiempo, de modo que si alguien pudo tener alguna confusión se esclareció más tarde.

Recordemos cómo Benedicto XIV, hace tiempo, tomó nota de pasajes dudosos en los escritos de los Padres de la Iglesia y los santos y dispuso lo siguiente:Recordemos cómo Benedicto XIV, hace tiempo, tomó nota de pasajes dudosos en los escritos de los Padres de la Iglesia y los santos y dispuso lo siguiente:

… lo que éstos han dicho debe tomarse, en la medida de lo posible, en el buen sentido… los puntos oscuros de un texto han de ser explicados de otro modo por textos más claros… búsquese la intención del escritor, no por una frase en particular, sino por todo el contexto de la obra; la benevolencia debe ir unida a la severidad; el juicio sobre opiniones con las que uno no está de acuerdo debe hacerse no sobre la base de las propias opiniones sino de acuerdo con la probabilidad de la doctrina (Constitución de introducción al Índice).

En uno de los primeros mensajes cuento cómo me pidió Jesús que «esbozara cómo es la Santísima Trinidad». Describí haber tenido una visión de luz. Luego salió de ella otra luz y luego otra, sumando tres. Entonces comenté: «Cuando el Hijo está en el Padre son entonces uno. La Santísima Trinidad es UNO y lo mismo. Pueden ser tres, pero los tres pueden ser uno. Resultado, Un Solo Dios». Esta afirmación emplea, como supe luego, una metáfora que se remonta al Credo Niceno que declara que el Hijo procede del Padre como «luz de luz». Esta imagen, desde entonces, se ha hecho clásica en el pensamiento cristiano. Por ejemplo, Simeón el Teólogo escribe sobre » el Único que, en el principio, antes de todas las edades, fue engendrado por el Padre, y con el Espíritu, Dios y Palabra, triple en unidad, mas una sola luz en los tres» (Himno 12, 14-18).

A veces habla Dios Padre y es evidente para cualquier lector que conoce las Escrituras que es realmente el Padre quien habla, pues menciona palabras como «Mi Hijo Jesús» etc. Luego puede suceder que el mismo día, algo más tarde, Cristo me llame para continuar el mensaje y hable. De nuevo, el lector que conozca las Escrituras comprenderá que es Cristo quien habla porque hablará de Sus Llagas o Su Cruz. En cuanto a los mensajes que empiezan, por ejemplo, con el Padre y continúan más tarde con el Hijo, suelen contener una referencia diciendo «más tarde». Si no puse ninguna referencia para ayudar al lector, es porque me parecía tan evidente quién hablaba en ese momento, por las palabras pronunciadas, que las dejé tal cual. Entre los miles de lectores, jamás recibí una carta de nadie que pidiera aclaraciones sobre el tema y nadie vino nunca a decirme que se sentía desconcertado. Sólo dos clérigos en los Estados Unidos interpretaron el mensaje de manera errónea, publicando sus opiniones en boletines, una y otra vez, sin haberse encontrado jamás conmigo.

En un pasaje de los escritos de La Verdadera Vida en Dios, Cristo dice: «Yo soy la Trinidad». Aquí Cristo Se identifica con la naturaleza divina de la Trinidad que es Única. Cristo es uno de la Trinidad. Cristo habla como la divinidad, puesto que es única en naturaleza, comunicada por cada una de las tres personas.

En uno de los pasajes de La Verdadera Vida en Dios hablaba Cristo: Bendita seas, hija Mía. Yo, tu Padre Santo, te amo. Yo soy la Santísima Trinidad. , luego añadió, «Has discernido bien». Yo discerní mientras Jesús decía Yo soy tu Padre Santo, un Jesús «triple», como esas fotos fantasiosas de una persona pero hechas como si fueran tres, una saliendo de la otra, todas parecidas y las tres iguales. «Yo soy la Santísima Trinidad, todo en uno» (11/04/1988) (Única, indivisa, una esencia, una sustancia). Si nos fijamos sólo en la afirmación inicial atribuida a Jesús, podríamos preguntarnos si no se está identificando Él Mismo con el Padre y después con la Trinidad entera. Pero si seguimos leyendo, resulta claro que no lo está haciendo.

Cristo estaba tratando de enseñarme la unicidad de la Santísima Trinidad, cómo las Tres Personas son indivisas y tan completamente uno. La unicidad de la Trinidad viene dada no principalmente por el hecho de que las tres personas son indivisas (¡como amigos inseparables!) sino por el hecho de que cada una de ellas posee la misma única naturaleza divina y se distinguen solamente por su relación mutua.

En otro pasaje de la Verdadera Vida en Dios, Cristo me enseña cómo se reconoce la Trinidad en cada uno de ellos como una Única y misma sustancia: «¿…acaso no soy Generoso? ¿Acaso no soy el Altísimo? Pues tened confianza porque estáis en los Brazos de vuestro Padre. Yo, la Santísima Trinidad soy Uno y lo Mismo (sustancia)…» (25/07/1989).

Con el fin de expresar esto con la manera de pensar de la tradición de la Iglesia Ortodoxa, puede resultar útil volver de nuevo al libro de Basil Krivoscheine sobre San Simeón. Allí las palabras están expresadas mejor de lo que yo las expresaría. «Dios está por encima de cualquier nombre. Él es Trinidad, sin embargo, el Único, y su Unidad no puede ser expresada» (p. 284). Y del mismo San Simeón:

Por múltiples nombres que Te llamemos, Tú eres un único ser… Este único ser es una naturaleza en tres hipóstasis, una sola Divinidad, un solo Dios en una sola Trinidad, no tres seres. Y sin embargo el Único es tres según las hipóstasis. Son connaturales una a la otra según la naturaleza, enteramente del mismo poder, la misma esencia, unidas sin confusión de una manera que sobrepasa nuestro entendimiento. Por otra parte son distintas, separadas sin separación, tres en uno y uno en tres (Himno 45, 7-21).

Y en otro pasaje de la VVeD, Cristo insiste en la Unicidad Divina de la Trinidad:«Yo-Soy Aquél-Que-Salva, Yo soy vuestro Redentor, Yo Soy la Santa Trinidad todo en Uno, Yo Soy el Espíritu de Gracia…» (28/07/1989).

Aquí Jesús me estaba diciendo que Él está en el Padre con el Espíritu, del mismo modo que el Padre y Él están en el Espíritu. Él, el Hijo, es y permanece coeterno en el Padre, con el Espíritu Santo. Podemos recordar las palabras de Cristo: «Dios es Espíritu y los que le adoran deben adorarle en espíritu y en verdad» (Jn 4, 24). De vital importancia son también las palabras de S. Pablo: «…Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí está la libertad» (2Co 3,17).

Nunca encontraremos al Padre separado del Hijo o del Espíritu, ni al Hijo separado del Padre y del Espíritu, ni al Espíritu excluido de la unión con aquél del que procede. De aquí la expresión «Yo soy la Santísima Trinidad, todo en Uno» y otras expresiones en los escritos, similares a ésta. Igualmente, en otro pasaje de la VVeD, especifico:«El Hijo está en el Padre. Son sólo uno. La Santísima Trinidad es una y lo mismo: tres Personas pero un solo Dios: uno en tres» (24/11/1987).

Me gustaría explicar de modo especial estas dos expresiones que salen a menudo en los escritos de La Verdadera Vida en Dios. Habla Cristo: «…sed uno como la Santísima Trinidad es Una y lo mismo» (10/10/1989). O esta otra expresión: «Rogad para que Mi Rebaño sea uno, como Yo y el Padre somos Uno y lo mismo» (29/03/1989).

Aquí hay un factor muy importante. Cuando Cristo usa la palabra «lo mismo» es distinto si se traduce esta palabra al italiano o al francés porque el significado cambia, y me gustaría señalar que ha habido deficiencias de traducción, pero no se me puede responsabilizar de eso. En inglés (que es la lengua original de los escritos) no significa «la misma persona» sino que significa «igual» en el sentido de «unidad de esencia», «sustancia».

Luego hay pasajes en los que la Santísima Trinidad habla por turnos con la misma voz. Pero incluso así, está muy claro. He aquí un pasaje, por ejemplo: «… Tus aterrados gritos atravesaron los cielos, llegando a oídos de la Santísima Trinidad… ¡hija Mía!» La Voz del Padre, llena de alegría, resonaba por todo el Cielo. Luego habló el Hijo: «Ah… ahora la haré penetrar en Mis Llagas y la dejaré comer Mi Cuerpo y beber Mi Sangre. La desposaré y será Mía para la eternidad. Le demostraré el Amor que siento por ella, y sus labios, en adelante, tendrán sed de Mí, y su corazón será el apoyo de Mi Cabeza». El Espíritu Santo dijo inmediatamente después: «Y Yo, el Espíritu Santo, descenderé sobre ella para revelarle la verdad y Nuestras profundidades. Recordaré al mundo, por medio de ella, que el mayor de todos los dones es el amor». Y entonces habló la Santísima Trinidad a una voz: «¡Celebrémoslo! ¡Que todo el Cielo lo celebre!» (22/12/1990).

El misterio de la Santísima Trinidad, su unicidad combinada con los distintivos rasgos de cada una de las tres personas y la relación entre ellas es uno de los mayores misterios de la fe cristiana. Sin embargo, el hecho de que la Trinidad sea tan infinito misterio no debe encogernos para alabar sus maravillas ni evitarnos hablar de ello, a pesar de que el lenguaje humano nunca será capaz de expresar la belleza y la inmensidad del Único pero Trino. Porque el misterio de la Santísima Trinidad es tan central para nuestra fe que se sitúa por encima y vierte luz sobre los otros misterios de la fe. Esto ha sido señalado una vez más, muy claramente, en el Catecismo de la Iglesia Católica:

El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. 15 «Toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos» 16 (CIC 234).

14 St. Catalina de Siena: «Dialogo della Divina Providenza», no. 167. Este pasaje es citado por el Breviario Romano en la segunda lectura del 29 de Abril.
15 Directorio General del Catecismo Nro 43.
16 Directorio General del Catecismo Nro 47.