Fecha desconocida, 2001
Señor, las Escrituras dicen —de hecho, fuiste Tú quien dijo—: “Tengo aún muchas cosas que deciros, pero sería demasiado para vosotros ahora; pero cuando venga el Espíritu de Verdad, Él os conducirá a la Verdad completa.”
Además, es bien sabido que es erróneo hablar de un final de la Revelación y considerarla como un depósito de frases. Tú estás vivo y activo, y continuarás manifestándote a través del Espíritu Santo, sin dejar nunca de hacerlo. Cristo, Tú eres la total y completa revelación del Padre, por eso se da el término ‘complere’. Pero eso no quiere decir que nos hayas dado Tu última palabra.
Paz, hijita Mía, el Espíritu Santo de Verdad nunca dejará de testificar.
Yo diré de nuevo: “Dichosos los puros de corazón: ellos verán a Dios”. Doy la vista a los que no ven, pero impido a los sabios y a los inteligentes que entren por la puerta del conocimiento. Al entrar por esta puerta, uno recibe luz y una comprensión de todas Mis palabras1 y, al mismo tiempo, un reconocimiento de Mi Presencia… Pero el hombre que se gloría en su propia gloria queda fuera de esta puerta2, permanece en la oscuridad. La carne es carne y tendrá la visión de la carne. Pero al que nace del Espíritu se le dará vista y verá a Dios.
Guirnalda de Mi Alma, déjame fluir más en ti. Levanta tus ojos hacía Mí y entrégate a ti misma y todo lo que tienes a Mi Voluntad. Aumenta tu fervor. No escuches a los que te persiguen y descartan la gracia que te he dado, diciendo: “No tiene ningún valor”. La Divinidad está ante ti, generación; la Primavera se está inclinando del todo para alcanzarte en tu penumbra. No gimas ni te lamentes más, generación, te estoy invitando a tomar refugio en Mí.
Así que ¡ven! Te he estado dando una luz de revelación en tu oscuridad, para reavivar no sólo tu esperanza, sino también tu fe y tu amor. Tengo el propósito de salvar y nadie puede detenerme. Vuestros tiempos son tiempos de Misericordia, por eso estoy enviando a la tierra Mi Palabra, una luz de revelación para dar vista a los ciegos. ¿No habéis oído que Dios es ternura y compasión, lento a la ira, lleno de amor fiel, y que abrazo a todas las criaturas?
He estado comunicando grandes cosas a vuestra alma, generación, pero la mayor de todas es la manifestación de Mí Mismo. Mis divinas y frecuentes visitas a vosotros son un don de vuestro Rey, manifestando Su amor fiel. Tierra, ¡exalta a tu Dios, que te rescata! Los cielos declaran Mi gloria, sí, ¡toda la bóveda del cielo proclama Mis Obras! Alabadme por el maravilloso conocimiento que os doy en vuestros tiempos, tan miserables, en que la fe en el Dios Trino y Uno casi no existe, y en que el amor a Dios y al prójimo se ha enfriado.
Sí, a pesar de todo, Mi Espíritu Santo no cesa nunca de derramar sobre vosotros Su Amor. Y Nosotros jamás renunciamos a seguir dándonos a vosotros. He estado revelando abiertamente Mis dones y Mis tesoros a todos, con deleite. Y con Labios temblorosos de emoción os doy a conocer Mi Santidad, permitiéndoos vislumbrar las profundidades de Mi Corazón, mostrando los gloriosos tesoros se reservaban para vuestros tiempos tan malvados y rebeldes.
Contemplad Mis riquezas, contemplad la luz de Mi Gloria, porque esto está por encima de toda teología. Ahora, para esclarecer algunas de Mis palabras referentes a los tesoros de Mi Sagrado Corazón, y para hacer progresar tu alma hacia las profundidades de la Sabiduría y del conocimiento de Mí, te pediré, hija, que abras el ojo de tu intelecto para que absorba toda la luz que infundiré en ti, de manera que pueda transmitirte Mi conocimiento. Puede parecer a algunos que Me estoy repitiendo, pero Mi pedagogía es perfecta y muy edificante para vuestra alma. Te concederé comprender el valor de Mis tesoros. Recuerda que uno de los tesoros más nobles y más inestimables es el Conocimiento de tu Dios como tres veces santo, pues, con este tesoro, obtienes la íntima amistad con Dios, y a Dios Mismo.
Entre otros tesoros, tengo también el tesoro de la Senda de las Virtudes. Esta Senda de las Virtudes está trazada por Mi Padre. Es un Senda cubierta de zafiros, una deliciosa entrada al Cielo. Para poder entrar en el Cielo y en Mi Corte Real, —donde puedes entrar y salir entre Mis Ángeles y Santos, puesto que contarás como uno de ellos— tu corazón debe ser hallado sin falta respecto a Mi Divina Voluntad. Esta Senda está trazada al alcance de todo el mundo, y depende de ti entrar en esta Senda que conduce a la Vida. Si te decides por Mí y entras en la Senda de las Virtudes, inmediatamente se iluminará tu rostro, y al final de esta Senda, Yo te estaré aguardando para coronarte con capullos de rosas que nunca se marchitan, mientras alabas Mi Santo Nombre, tres veces santo.
Ven, y no digas que no conoces las cosas ocultas de Dios. No digas que no tienes esperanza de tu recompensa de santidad, pues te he creado para que seas inmortal y santa. Te he creado para que gobiernes Conmigo, incluso estando aún en la tierra. Yo puedo deificar tu imagen si recibes el tesoro de la Senda de las Virtudes. Bendito el que reciba este tesoro y lo utilice.
Mientras caminas sobre estos zafiros, adquirirás esperanza en tu corazón, porque tu esfuerzo será útil. Tus logros serán de provecho para tu santificación y para Mi Gloria y Mi Trono. No volverás a extraviarte de la senda de la Verdad, pues Me tendrás a Mí como tu Santo Compañero. Yo seré tu Director Espiritual, dirigiendo tus pasos con Mi Cetro Real. La Soberanía estará contigo y el poder del Altísimo estará sobre ti para iluminar tus pasos.
Si eliges seguir la Senda de las Virtudes, significará que Me has elegido para ser tu Rey a fin de que reine sobre ti. Así el Espíritu Santo te concederá Sabiduría por haber elegido andar por el camino de la gente buena, persistiendo en la Senda de la rectitud.
Contempla los innumerables Tesoros de Mi Sagrado Corazón. Hasta ahora te he estado instruyendo sobre el Tesoro del Conocimiento de Dios y cómo entenderle a Él; después sobre el Tesoro de la Misericordia; luego sobre el Tesoro de la intimidad y de cómo poseer a Dios; y luego sobre Tesoro de la Senda de las Virtudes. Ahora, te haré comprender el Tesoro de la Esperanza, que viene del Espíritu Santo. La esperanza produce alegría y consuelo en vuestro corazón y, aunque uno pudiera llevar en su corazón todas las dificultades imaginables, el portador3 del Espíritu Santo las supera todas, porque el Espíritu Santo le cantará himnos de consuelo y amor, ayudándole así a superar las dificultades y a levantar su espíritu, dándole vigor para caminar con dignidad. La esperanza, por lo tanto, es un don del Espíritu Santo.
¿Puede un hombre poner sus esperanzas en las riquezas de este mundo —que cautivan a tantos corazones y no os ponen en contacto con Dios— y sentirse aún feliz, aunque sepa que dichas riquezas no duran para siempre, y que tampoco le darán vida eterna ni gloria? No, nadie puede ser feliz cuando su alma está únicamente cautiva de las riquezas del mundo. El resultado será amargo como la hiel. Pero, dichoso el hombre que se vuelve hacia Mí. Puedo hacerle rico a través de su pobreza. Puedo enriquecerlo por medio de las Riquezas que contiene Mi Corazón.
En Mi Corazón se hallan todas las sendas que conducen a la felicidad. Cuando descubras el Tesoro de la Esperanza, oirás tu propia risa resonando como el murmullo del agua. Al sonido de tu risa todo el cielo se alegrará, pues tus ojos van a contemplar a un Rey en Su celestial belleza y ya no más las corrompidas riquezas del mundo. Sí, considerarás tu plata y tu oro —que una vez idolatraste— como algo sucio. Entonces, la Víbora que te tenía prisionero no volverá jamás a anidar en ti, porque el Espíritu Santo, que es tu Esperanza y también tu Guardián, habitará muy dentro de ti y tú en Él. Te encontrarás gritando de alegría, una alegría sempiterna se marcará en tu rostro. La alegría y el contento te acompañarán, y la pena y el lamento se habrán acabado. Sí, el Tesoro de la Esperanza conforta y consuela tu espíritu.
Dicen las Escrituras que cuando oráis se os da entendimiento. Si hasta hoy no Me comprendéis, es porque no oráis. Aquí estoy, no tengo en Mis Manos plata, ni oro, ni piedras preciosas que ofreceros, pero, en su lugar, tengo algo que no tiene precio: Mi Corazón, con sus tesoros inagotables dentro de él.
¿Escucharé un primer gemido, como de recién nacido? ¿Estaréis dispuestos a nacer de Mí? ¿Entendéis ahora Mi lenguaje? ¿Habéis notado, bienamados, cómo he enviado a Mis ángeles para que estén a vuestras puertas y os vigilen en estas horas de oscuridad que están pasando? Debéis confiar más en Mi ayuda salvadora. El Espíritu, que es vuestra esperanza, os dará vigor sellando vuestra frente con Mi Nombre.
Cuando obtengáis esperanza en vuestro corazón, permaneceréis confiados, porque donde está el Espíritu hay libertad. La luz y la oscuridad no tienen nada en común, ni tampoco la esperanza y la desesperación. El Espíritu Santo no es un aliado de Satanás, y tú, que has recibido la promesa de la Esperanza, no tienes ningún punto en común con la Desesperanza, que en realidad es Satanás.
Al recibir el Tesoro de la Esperanza, tu rostro se iluminará y tomará el brillo de Mi Majestad y Mi Esplendor. Sí, todos vosotros aumentaréis en resplandor según os vayáis convirtiendo en Mi Imagen gloriosa. Esto únicamente se puede extraer de Mi Corazón… Así pues, implorad con todo vuestro corazón el Espíritu de Esperanza, que irradiará en vuestro espíritu y os llevará a las delicias del cielo para deleitaros en Él…
Una Voz desde las alturas de la Gloria está llamando, proclamando los Tesoros que estaban reservados para vuestros tiempos. No digáis: “He mirado y no los he visto”. Estoy avanzando como las nubes sobre vosotros, sin embargo, muchos dicen que no Me ven, generación. Andáis errantes de un lado para otro a través de las riquezas del mundo, pero cuando se trata de ver los tesoros espirituales que pueden ser derramados sobre vosotros, para revestiros de Mí Mismo en majestad, no prestáis atención.
Si se os diera la gracia de veros a vosotros mismos del modo que Yo os veo, con Mis divinos Ojos, os lamentaríais, golpeándoos el pecho, y os refugiaríais en el desierto. Vuestra lastimosa visión os volvería del revés. Sin embargo, si os vieseis revestidos de Mí, os lo digo, proclamaríais Mi grandeza sin cesar. ¿No habéis leído, “Yo asentaré tus piedras sobre carbúnculos y tus cimientos sobre zafiros, y haré tus almenas de rubíes, tus puertas de cristal y tu muralla entera de piedras preciosas?”4.
¿No habéis comprendido que, al reconocer Mi Corazón, seréis renovados prodigiosamente y reconstruidos a partir de una ruina? ¿No habéis comprendido Mi Santa Sabiduría cuando ha proclamado que: “Tus hijos serán enseñados por Yahveh y la prosperidad de vuestros hijos será grande, porque estaréis fundamentados en la integridad”? Ahora estoy revelando estos Tesoros, —aunque no todos—, para vuestra transfiguración y deificación. Escuchad, y vuestra alma prosperará y vivirá…Tengo Tesoros insondables en Mi Corazón, y os los he estado dando a todos gratuitamente. Así pues como la tierra rinde y da cultivos “para suministrar semillas al sembrador y pan a los que han de comer, la Palabra que sale de Mi Boca no regresa vacía sin haber llevado a cabo Mi Voluntad, y conseguir lo que fue enviada a realizar”5.
Mi Palabra se os da para que vuestra mano tenga vigor para agarrar el borde de Mi túnica y no soltarlo. Que vuestros pies prosigan de ahora en adelante la Senda de la Virtud, y que, inclinando sólo un poco más vuestro oído, comprendáis la Santa Sabiduría y Sus palabras. Ven, tú que aun andas errante por este desierto, sin rumbo fijo. Ven a Mí, hijo Mío, pues tú eres Mi hijo, y recibe Mi Paz, y tu alma y tu corazón florecerán.
Tema de mi alabanza, Rey, Majestad
y Soberano del universo entero,
y también del Cielo, dime:
¿Qué es el hombre para que le dediques
siquiera un pensamiento?
Sin embargo, ¡nos recuerdas una vez más
que nos has hecho poco menos que un dios6,
llamándonos continuamente a recibir la corona
de gloria y esplendor y a compartir Tu Reino!
En honor a Mi Santo Nombre estoy demostrando, y también dispensando desde el cielo, con majestuosa gloria, Mi Poder y Mi Misericordia, para salvaros a todos… Yo os bendigo… IC.
(Este mensaje tardó varias semanas en concluirse.)