16 de agosto de 1988
¿Señor?
Yo soy. Nunca lo dudes, soy Yo, Jesucristo. Te he llamado desde Mi Cruz, te he llamado en medio de Mi agonía, para mostrarte cómo Yo, que soy la Cabeza de Mi Iglesia, Me encuentro hoy día. Mi Propia Imagen, yaciendo muerto en los brazos de Mi Madre1, es una manera simbólica de mostraros a todos cómo vuestra apostasía ha traicionado a Mi Iglesia.
Lo ves, hija, te he conducido a ver la imagen real de la Iglesia de hoy. Has visto el dolor de Mi Madre y has visto, en Sus brazos, Mi cuerpo exánime: traicionado, magullado, flagelado, traspasado y crucificado. Y así es, exactamente, cómo se encuentra Mi Iglesia de hoy: Mi Madre llora sobre Ella lágrimas de sangre, como lloró sobre Mi Cuerpo en el Gólgota. Pero, dentro de muy poco, Ella2 será renovada, transfigurada y resucitada como Yo, el Señor, fui Resucitado. Ya no se encontrará más en ese estado deplorable. Mis enemigos destruyeron Mi Templo, pero con Mi Poder descendiendo de lo alto y con Mi Gracia, Yo, el Señor, reconstruí Mi Templo en sólo tres días.
Yo os prometo que Mi Iglesia revivirá y que La renovaré y La transfiguraré, como Yo fui transfigurado. Reconstruiré Mi Templo y la Justicia será el ceñidor alrededor de Su talle, y la Fidelidad el cinturón que rodea Sus caderas3. Y la Pureza será Su Antorcha, para conducir con Su Luz a todos los que han profanado Mi Nombre y purificarles, porque Yo, el Señor de los Señores, el Cordero, viviré en Ella y Ella será recibida por los Suyos, como Yo fui recibido por los Míos, después de Mi Resurrección. Entonces, como una madre reconfortando a su hijo, Yo también os reconfortaré aún más. Os rodearé con Mis brazos, con mucho amor.
¡Ah, bienamados hijos! Os estoy preparando un Nuevo Cielo y una Nueva Tierra, para que viváis en ellos. Una Tierra llena de frutos que proceden del Árbol de la Vida. Sus frutos llevarán los nombres de Paz, Santidad y Amor; porque Su Raíz4 es el Amor. Entonces os presentaréis a Mí, vuestro Dios, llenos de Mi Espíritu Santo, como en el primer Pentecostés. Mi Espíritu os llenará de Amor… Embelleceré Mi Jardín, regaré Mis macizos de flores. Mi rocío de Rectitud descenderá sobre vosotros, bienamados, y Mi Luz fortalecerá vuestros tallos, haciendo resplandecer la disciplina.
Animo, hija Mía. Ánimo, amadísimos Míos. Sé que es difícil vivir en el desierto. Pero el Fin de estos Tiempos5 os llegará pronto. Pronto descenderé para purificaros. Yo, el Señor, os digo solemnemente que os tomaré por sorpresa, induciendo Mi Luz en vosotros. Mis Cielos sacudirán la tierra, y todos los que Me aman Me glorificarán, doblando su rodilla, y muchos Me recordarán y volverán a Mí. Esto será conocido como la Gran Conversión de la Iglesia.
Pero, con gran pesar Mío, no faltarán esas almas obstinadas que blasfemaron de Mi Santo Nombre y que combaten al lado de Mi adversario. Esas almas Me rechazarán aún más. Cuando esto suceda, Satanás las barrerá y las arrastrará con él al Fuego Eterno.
Vassula, siente Mi Sagrado Corazón… Sufro más de lo que puede expresarse al tener que deciros esto, porque Yo Soy un Dios de Amor, un Dios de Misericordia, pero soy también un Dios de Justicia, y he de ser vuestro Juez cuando mi creación se rebela contra Mí. Mi Alma está herida y Mi sangre brota a borbotones. ¡Yo os amo a todos! Pero vosotros Me habéis herido. ¡Yo soy vuestro Santísimo! Pero Me habéis traspasado. Yo soy vuestro Salvador, que os implora hoy desde Su Cruz: “¡Volved a Mí! ¡Regresad a Mí! ¡Venid y sed santos como Yo Soy Santo!”
Ven, hijita, Yo estoy contigo. Guárdame en tu Corazón y dame descanso, sé uno Conmigo.
Sí, Señor mío. Te adoro.
Adórame y dame descanso; estoy tan fatigado…
¿Nosotros, Señor?
Sí, nosotros, para la eternidad.
Amén.
(Más tarde:)
(Santa María:)
Vassula, ten intimidad Conmigo, llámame Mamá. Recibe Mi Paz. Te amo.
Yo también Te amo. Enséñame a amarte más.
Vassula, te he colocado en Mi Sagrado Corazón.
Señor, gracias por concederme esta gracia de encontrarme Contigo, de sentirte y de verte.
Ése es Mi don para ti. Sin embargo, no olvides que este don se te ha dado para Mis intereses y Mi Gloria. Acaríciame con tu amor, perfúmame con tu amor, consuélame con tu amor, glorifícame a Mí, tu Señor, con tu amor. Eleva tu mente hacia Mí, y sólo hacia Mí: Yo Soy el Único que cuenta. Yo Soy el Todo, Yo Soy el Eterno, el Alfa y la Omega. Yo Soy Aquel-Que-Salva, vuestro Creador. Yo Soy el Santo de los Santos, Yo Soy el Espíritu de Amor. Ven, pues, a Mí, Yo sé cuán frágil eres. Ven a Mí y ámame. Te recordaré siempre que Yo Soy tu Dios.
Por muy débil y miserable que seas, Mi Fuerza te sostendrá. Alma queridísima, recuerda una cosa más, recuerda que Yo no necesito a nadie. Me basto a Mí Mismo para llevar a cabo Mis Obras, pero Me encanta compartir Mis Obras con Mi creación. Por eso, alma, mírame y alégrate de que Yo te haya favorecido. Son muchos los que hubieran deseado ardientemente ver lo que tú ves y nunca lo vieron, oír lo que tú oyes, pero nunca lo oyeron, sentir lo que tú sientes y nunca lo sintieron. Así pues, ¡alégrate, alma! ¡Alégrate! Cúbreme de alabanzas, coróname con guirnaldas de Amor, perfúmame con incienso, adórname con tus palabras de amor infantiles, bendíceme a Mí, tu Señor, y adórame, bienamada.
Mi Pan lo recibirás siempre de Mí, y hasta en abundancia. Yo alimentaré tu alma. Soy tu Salvador y te prometo que estaré siempre junto a ti, de este modo especial, hasta el fin.
La Sabiduría concede sus recursos no sólo a los justos, sino también a los injustos. Ven.