Rev. Vasile Axinia, Sacerdote ortodoxo, Bucarest, Rumania

(En el último minuto, debido a una enfermedad, el P. Axinia no pudo asistir a la conferencia. Sin embargo, ya había preparado su discurso y Vassula lo leyó en la conferencia).

La actitud ecuménica de la Ortodoxia varia de un país al otro, de una Iglesia a otra, debido al contexto histórico, social y ético de cada pueblo. Existen, sin embargo, ciertos criterios comunes como resultado del contacto permanente entre las Iglesias hermanas en relación con el ecumenismo.

La Iglesia Ortodoxa se encuentra ya irreversiblemente dentro del movimiento ecuménico. La teología ortodoxa ha subrayado siempre la necesidad de realizar una unidad en el seno del cristianismo, teniendo como punto de partida la revelación divina que se encuentra en las Sagradas Escrituras.

La Ortodoxia ha tenido una contribución muy importante en el movimiento ecuménico que tiene como base, dentro del marco del Consejo Ecuménico de las Iglesias de Ginebra a la Santísima Trinidad, es decir el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La ortodoxia siempre ha afirmado que la unidad de las Iglesias reside solamente en llevar a cabo el amor en Cristo entre las personas, así como la reconciliación de las Iglesias, teniendo como soporte la unidad de la Santísima Trinidad.

El restablecimiento de la unidad visible de las Iglesias cristianas ha constituido una preocupación permanente de la Ortodoxia En ese sentido, recordamos aquí solamente la encíclica del Patriarca Ecuménico Joaquín III del 30 de mayo de 1902, al igual que la encíclica sinodal del mismo Patriarcado del 18 de mayo de 1921.

A continuación, presentaré brevemente el problema de la unidad y de la reconciliación, y tengo la convicción de que los demás hermanos y hermanas en Cristo, aquí presentes, tienen la misma visión respecto a estos dos temas. Voy a insistir un poco en un hecho único suscitado en la historia bimilenaria de la Iglesia Ortodoxa Rumana, y es la visita por primera vez de un Papa polaco a una Iglesia Ortodoxa hermana, realizada en el Espíritu de unidad y de reconciliación.

La fe cristiana nos muestra que la Iglesia de Cristo es unitaria. El Señor Jesucristo puso en evidencia su unidad con sus Apóstoles: “Padre, quiero que también los que me has confiado estén conmigo donde yo estoy» (Juan 17, 24).

San Pablo recomienda la unidad en el Espíritu Santo, para que se puedan realizar la paz y la unidad en el seno de la Iglesia. “Poned empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz.» (Efesios 4,3). La unidad de la Iglesia se mantiene, pues, mientras se mantenga la unidad del Espíritu Santo. De esta unidad resulta una sola fe. Dios ofrece dones a los fieles dentro de la Iglesia, en vista de la unidad de la fe: “Y así los puso Dios en la Iglesia, primeramente como apóstoles, en segundo lugar como profetas; en tercer lugar como maestros, luego los milagros, luego el don de las curaciones, de asistencia, de gobierno, y el don de hablar en lenguas.» (I Corintios 12, 28-29)

La unidad de la fe representa la garantía de la presencia de Cristo en Iglesia. Los atributos de la Iglesia de Cristo son: Una, Santa, Católica -que en la Ortodoxia es dada por la palabra “conciliarismo” – y Apostólica.

La unidad de la Iglesia de Cristo se funda en la comunión de la plenitud, pues la eclesiología ortodoxa es trinitaria y es también una teología de la comunión de la Iglesia que puede definirse como misterio de comunión de la Santísima Trinidad en el mundo.

Conforme a Efesios 4, 5-6: “Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solos Dios y Padre de todos, que está sobre todos y que actúa por todos y en todos..» La revelación divina asegura la unidad de fe y la salvación de los fieles: “Nadie puede venir a mi, si el Padre que me ha enviado no le atrae» (Juan 6, 44).

Los Santos Sacramentos son necesarios para la salvación de la gente, y existe una unidad por medio de la gracia entre fe y sacramentos; aquel que recibe el Sacramento del bautismo se convierte en miembro del cuerpo místico de Cristo y de la Iglesia.

De todos los textos de las Sagradas Escrituras resulta una unidad de amor ente todos los fieles que han recibido el bautismo, así como una unidad del amor en Dios. El Amor a Dios y el amor a las personas se completan recíprocamente, y todo esto lleva a la unidad, pues conforme a las palabras de San Pablo en 1 Corintios 13: “el amor no acaba nunca.» Igualmente, el Nuevo Testamento nos habla claramente de la unidad de la Santísima Trinidad. «Yo y el Padre somos uno.» (Juan 10,30). “El Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en Mi nombre, os lo enseñará todo, y os recordará todo lo que Yo os he dicho.» (Juan 14, 26), al igual que de la unidad de la fe y de la unidad de la Iglesia. “Pues así como nuestro cuerpo, en su unidad, posee muchos miembros, y no desempeñan todos la misma función, así también nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y somos todos miembros unos de los otros.» (Romanos 12, 4-5)

LA RECONCILIACION

En el Nuevo Testamento, se utiliza esta palabra en el sentido religioso de reconciliación del hombre con Dios, por Jesucristo: “Y no solamente eso, sino que también nos gloriamos en Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido ahora la reconciliación.» (Romanos 5, 11). “Todo proviene de Dios, que nos reconcilió Consigo por Cristo y nos confió el ministerio de la reconciliación.» (II Corintios 5,18) “y reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en Si mismo muerte a la Enemistad» (Efesios 2,16) “y reconciliar por Él y para Él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de Su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos.» (Col 1, 20).

La reconciliación es enteramente obra de Dios y es considerada como una nueva creación que se transmite por el bautismo: “Fuimos pues con El sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva».(Romanos 6, 4) «Pues Dios por medio de Cristo estaba reconciliando el mundo Consigo, no teniendo en cuenta los pecados de los hombres, y haciéndonos a nosotros depositarios de la palabra de la reconciliación» (II Corintios 5, 19).

El Señor Jesucristo ha reconciliado por su sangre a la humanidad con Dios y ha pacificado el universo entero: “Porque si su pérdida ha servido para la reconciliación del mundo, su readmisión será como un volver de la muerte a la vida» (Romanos 11, 15).

La reconciliación debía transmitirse a lo largo de los siglos, a todos los pueblos, mediante Su Iglesia, Sus servidores, obispos, sacerdotes y fieles. Regresando al presente, las dos Iglesias hermanas, Católica Romana y Ortodoxa, después de su separación en el año 1054, han hecho el esfuerzo de reconciliarse.

Para la Iglesia Ortodoxa, el problema del dialogo y de la reconciliación fue promovido sobre todo después de la segunda guerra mundial, en el seno del Consejo Ecuménico de las Iglesias, pero en la Conferencia de Rhodas en 1961 y en otras que se han llevado a cabo, las dos Iglesias: la Iglesia Católica Romana y la Iglesia Ortodoxa, decidieron cultivar relaciones dentro de un espíritu ecuménico, en el amor de Cristo.

El Concilio Vaticano II afirmó por primera vez la autoridad del colegio episcopal y decidió la iniciación de un diálogo teológico en pie de igualdad entre las dos Iglesias hermanas. Luego, el Patriarca Ecuménico de Constantinopla se reunió con el Papa Pablo VI en Jerusalén, entre el 4 y el 6 de enero de 1964. Después, ambas autoridades anularon los dos anatemas recíprocos de 1054, el 7 de diciembre de 1965, en las Catedrales San Jorge de Constantinopla y San Pedro de Roma. En 1967, el Papa Pablo VI y el Patriarca Athenagoras de Constantinopla se reunieron en Phanar y luego el Patriarca Athenagoras visitó Roma. El 28 de agosto de 1968 se nombro en Chambesy, Suiza, la Comisión ortodoxa para iniciar el diálogo con la Iglesia de Roma y se crearon simultáneamente comisiones paralelas para preparar el dialogo entre las Iglesias hermanas. El Papa Juan Pablo II ha visitado el Patriarcado de Constantinopla y ha firmado la declaración común ‘en vista no solamente del progreso para el restablecimiento de la plena comunión entre las Iglesias Católica Romana y Ortodoxa, sino también buscando la contribución de los diálogos en vista de su unidad’ (L’Osservatore Romano No 49, dic. 1979).

En diciembre de 1987, el Patriarca Ecuménico visitó Roma. Uno de los momentos más destacados del encuentro fue cuando se leyó el Credo Niceno-Constantinopolitano, sin Filioque. El actual Patriarca de Constantinopla, Su Santidad Bartholomeos I, visitó Roma en julio de 1995.

Las relaciones de la Iglesia Ortodoxa Rumana con la Iglesia Católica Romana han sido excelentes a lo largo de los años. Pero la primera vez desde 1054 que un Papa de Roma visita un país mayoritariamente ortodoxo aconteció entre el 7 y el 9 de mayo de 1999.

La visita se desarrolló bajo el signo del trabajo del Espíritu Santo. El encuentro fue un gesto histórico de reconciliación. Permítanme citarles algunos pasajes de lo que declararon oficialmente los dirigentes espirituales de las dos Iglesias:

«Agradezco especialmente a Su Beatitud, el Patriarca Teoctist» -dijo Su Santidad, el Papa Juan Pablo II- «por las expresiones fraternas que habéis tenido la amabilidad de dirigirme, igual que por su amable invitación a visitar la Iglesia Ortodoxa Rumana, Iglesia mayoritaria en Rumania. Por primera vez me regala la Providencia divina la posibilidad de dedicar un viaje apostólico a una nación mayoritariamente ortodoxa; esto no hubiera podido realizarse sin la disponibilidad fraterna del Santo Sínodo y de la venerable Iglesia Ortodoxa Rumana.

En este momento histórico, no puedo dejar de mencionar la visita que Su Beatitud me hizo hace diez años en el Vaticano, manifestando su firme voluntad de establecer libremente relaciones eclesiásticas de amistad, en beneficio de los fieles de las dos Iglesias. Tengo la convicción de que mi visita a Bucarest contribuirá a cicatrizar las heridas producidas en las relaciones entre nuestras Iglesias y hará nacer una colaboración reciproca, plena de confianza.

Su Beatitud, hermanos en el Episcopado, démosle nuevamente unidad visible a la Iglesia!… He buscado la unidad con todas mis fuerzas y continuaré dedicándome a ella hasta el fin, para que a la unidad se le de un lugar importante entre las preocupaciones prioritarias de las Iglesias y para que esta unidad se sostenga en el trabajo apostólico… Este deseo de cooperación fraterna, apoyado por las oraciones, la estima y el respeto reciproco, debe ser sostenido y promovido, porque la paz edifica, mientras que la discordia destruye. En nombre de esta gran inspiración ecuménica, me dirijo a todos los que creen en Cristo y que viven en Rumania. Me encuentro entre vosotros, animado únicamente por el deseo de la verdadera unidad y por la voluntad de llevar a cabo el ministerio de Pedro, que Dios me ha confiado, entre los hermanos y hermanas en la misma fe. Mi mas vivo deseo es que la oración de Jesús en el Cenáculo “para que sean uno, como Nosotros somos uno» (Juan 17.1) continúe siempre viva en nuestros corazones.»

El Santo Padre pronuncio la mayoría de sus discursos en rumano y llamó a la tierra rumana ‘el jardín de la Santísima Virgen’, expresión que caracteriza desde hace mucho tiempo al pueblo rumano ortodoxo, por su fe apostólica en Cristo, porque hace dos mil años, el Apóstol San Andrés predicó el Evangelio en territorio rumano.

A su vez, Su Beatitud Teoctist, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rumana, se dirigió a Su Santidad Juan Pablo II, primado de la Iglesia Católica Romana, con estas palabras:

«Su Santidad, tenemos la convicción de que nuestro Señor Jesucristo se encuentra entre nosotros y la reunión del día de hoy ha sido voluntad del Padre y obra del Espíritu Santo. Esperamos que la visita de Su Santidad sea una exhortación positiva al dialogo comprometido de la Iglesia Ortodoxa Rumana con la Iglesia Greco-Católica de Rumania, pues nuestra Iglesia tiene hoy en día una gran responsabilidad frente al renacimiento moral y espiritual de la sociedad rumana. Respecto a las Iglesias y confesiones cristianas de Rumania, hemos retomado la práctica de las conferencias teológicas interconfesionales; en cuanto al ecumenismo, queremos aportar al seno del movimiento ecuménico, la experiencia de nuestra misión especifica. Cada Iglesia local goza de carismas específicos. La simbiosis entre nuestra lengua de origen latino y la fe ortodoxa, que sostiene la identidad de nuestra Iglesia, ha constituido un vínculo fuerte entre el Occidente y el Oriente. El carisma y la responsabilidad de la Iglesia Ortodoxa Rumana con el de la Iglesia Ortodoxa Universal ha sido mantener y atestiguar a lo largo de la historia ‘la fe que ha sido transmitida a los santos de una vez para siempre’ (Judas 1,3), como se ha cristalizado en la tradición patrística y en la confesión dogmática de los Sínodos Ecuménicos, a través del Consenso de la Iglesia Universal. He aquí por qué tenemos la convicción de que las energías de la Iglesia deben dirigirse hacia el trabajo misionero y ecuménico común.”

“Su Santidad, hoy en día vivimos un momento santo, pues nos encontramos juntos ante Dios, ante el mundo, ante la historia y ante las gentes. Creemos que todas las Iglesias cristianas deben concentrar todas sus energías al trabajo de la salvación del hombre, porque el mundo de hoy necesita más que nunca a Dios y Su Gracia divina.”

“Le agradezco en nombre de la Iglesia Ortodoxa Rumana por su presencia en la Santa Liturgia Ortodoxa, que usted aprecia tanto, como leemos en la carta pastoral Orientale Lumen»

Todos los miembros del Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Rumana han apreciado muy favorablemente la visita de Su Santidad Juan Pablo II a Rumania. La apreciación más interesante pertenece al Arzobispo de Cluj, Su Eminencia Bartholomeos, quien declaró: ‘La cristiandad da su primer gran paso hacia la normalidad del primer milenio’.

Al final de la visita, Su Santidad el Papa Juan Pablo II invitó a Su Beatitud, el Patriarca Teoctist, a visitar Roma, invitación que fue gustosamente aceptada. El pueblo rumano ha manifestado un gran gozo con ocasión de la visita del Papa a Bucarest. Ortodoxos, Católicos y Protestantes participaron en este gran evento demostrando una gran esperanza de reconciliación, pues la Iglesia Ortodoxa Rumana ha logrado, en esta ocasión, dar la imagen de la reconciliación en Cristo.

La visita histórica del Papa a Bucarest, un país mayoritariamente ortodoxo, ha sido inscrita en el marco del diálogo más amplio dentro de la Iglesia Ortodoxa Rumana y la Iglesia Católica Romana. El camino hacia la unidad de la Iglesia es difícil, pero no imposible. Siglos de separación han hecho nacer entre ellas dificultades que el hombre solo no puede sobrepasar; la solución solo la pueden ofrecer Dios y sus servidores.

Como signo de unidad y de reconciliación, recordamos que Su Santidad el Papa Juan Pablo II, igual que Su Beatitud Teoctist, Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Rumana, se obsequiaron mutuamente, al final de la Santa Liturgia Ortodoxa, cálices de oro, que representan el deseo de comulgar juntos, con el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor, en la Sagrada Eucaristía.

Después de haber expuesto brevemente, desde el punto de vista ortodoxo, el problema de la unidad y de la reconciliación, se puede sacar la conclusión de que su base siguen siendo la Santísima Trinidad y Jesucristo. A pesar de las diferencia s doctrinales surgidas entre las Iglesias cristianas, estas se mantienen unidas en Cristo, mas allá de las barreras confesionales.

El objetivo del ecumenismo contemporáneo es que la unidad espiritual de las Iglesias en Cristo se mantenga también como unidad visible, para que “todos sean uno, como Nosotros.» (Juan 17, 11) , y también, como nos dice San Pablo en Colosenses 1, 16-20: «porque en El fueron creadas todas las cosas en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por El y para El, El existe con anterioridad a todo y todo tiene en El su consistencia. El es también la Cabeza del Cuerpo de la Iglesia: El es el Principio, el Primogénito entre los muertos, para que sea el primero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer residir en El toda la Plenitud, y reconciliar por Él y para Él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de Su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos.»

En la Sagrada Liturgia ortodoxa encontramos igualmente el modelo de unidad y de amor de todos los Cristianos, antes de dar testimonio de su fe, en el Credo, cuando el sacerdote exhorta a los fieles a amarse: «Amémonos unos a otros, a fin de confesar unánimemente» y el pueblo responde: ‘al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, Trinidad consubstancial e indivisible’.

Todas las Iglesias cristianas se preparan para festejar los 2000 años del nacimiento de Jesucristo, “para que todos sean uno” (Juan 17, 11), en Su Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica, es decir la Iglesia Universal, Comunitaria, Ecuménica y Apostólica.

Rev. Vasile Axinia, Sacerdote ortodoxo, Bucarest, Rumania (Texto original en francés)

Bibliografía:
– Nouveau Testament, Traduction Oecuménique de la Bible, Les Editions du Cerf, Première Edition ; – Rév. Dr. Ioan Mircea, Dictionnaire du Nouveau Testament, Bucarest, 1995 ; – Rév. Prof. Dr. Ion Bria, Dictionnaire de Théologie Orthodoxe, Bucarest, 1994 ; – Rév. Prof. Stefan Buchiu, L’Incarnation du Christ et Unité, Bucarest, 1997 ; – Vestitorul Ortodoxiei (La Bonne Nouvelle de l’Orthodoxie), Périodique – d’information ecclésiastique, Théologie et Spiritualité du Patriarcat Roumain, n° 225, 226, 227/1999 ; – Rév. Prof. Dr. Petru Rezus, La Théologie Orthodoxe contemporaine, Timisoara, 1989 ; – Rév. Prof. Dr. Dumitru Popescu, Christologie commune, Réconciliation en Christ, en «Glasul Bisericii» (La voix de l’Eglise), revue officielle de la Métropolie de Mountenie et de Dobroudja, n°1-5, janvier – mai 1995, pp. 91-96 ; – Diacre Prof. Petru I. David, L’Oecuménisme, facteur majeur de stabilité dans le monde aujourd’hui, Bucarest, 1998.