Cuando vinimos al mundo, nuestro corazón fue creado por el Amor Sublime de Dios a fin de que le devolviéramos ese Amor Divino; desde el principio, nuestro corazón sólo se colma con la presencia de Dios, que es Luz. Es un corazón perfecto. Está creado de un modo tan inefable que puede ser capaz de mantener el Amor Sublime de Dios y la Dulzura de Su Presencia. Desgraciadamente, a medida que pasa el tiempo y nos hacemos mayores, empiezan a crecer zarzas y espinas en ese corazón hasta que lo atraviesan y, como una cisterna perforada, comienza a perder su contenido, el Amor Divino, e incluso la Presencia de Dios que estuvo en él; las espinas son las preocupaciones del mundo, los pecados y el señuelo de las riquezas que perforan el corazón y lo secan de la Fuente que da la Vida.
Y así empezamos a apartarnos de Dios, la Fuente de todo Bien. Quienquiera que luche verdadera y sinceramente por participar de la Gracia de Dios debería ser capaz de mantener un desapego de este mundo, para no perder la Sustancia Sublime que estaba ahí desde el principio, en su corazón.
Dios, en estos Últimos Tiempos, Se está manifestando con tantas Señales, llamándonos a la divinización y a amarle tanto como Él nos ama. Nos pide una reciprocidad en el amor. Amor por amor. La reciprocidad de amor vence a la Muerte; el amor no muere nunca, el amor nos hace conocer a nuestro Dios y reconocerle como el Altísimo.
La pregunta es: ¿cómo podemos amar a Dios en la misma medida que Él nos ama? Dios es el amor mismo. De nuestra parte, nosotros no podemos alcanzar el mismo grado de amor que Dios nos tiene, porque Él es un Océano Infinito de Amor. Por lo tanto, tenemos que depender de la Gracia – ya que nada es imposible para Dios, porque el Santísimo que trasciende cielo y tierra puede ayudamos a alcanzar el Amor Divino mediante Su Gracia y liberamos de sentimientos y tentaciones carnales, dándoles muerte, aniquilando los actos malvados y reemplazándolos con una Luz Fragante; Dios, que es el Absoluto, infundirá en nosotros el deseo de adorarle, el deseo de vivir permanentemente en Él, que es la Vida, el deseo de estar revestidos de Luz Perfumada, el deseo de permanecer respirando Su esencia sobre nosotros y conservar viva Su Llama de Amor en nosotros; y, mediante esta cercanía, estaremos injertados en Él.
Una vida vivida con Dios es, en efecto, una vida vivida en contemplación de lo Divino, recibiendo inefables bendiciones que trascienden la mente y el entendimiento; entonces las delicias de esta tierra perderán sencillamente su valor, porque el Todopoderoso nos saturará en cambio del agua de la Vida, elevándonos al tercer cielo; el Paraíso es estar, incluso en esta vida, entrelazados con Dios. Entonces, inmersos en Dios, sólo tendremos un deseo, que será abandonamos incesantemente a Su Voluntad, mientras que Dios, también, Se estará dando incesantemente a nosotros.
La cuestión es: ¿Es tan difícil entender que descendemos todos de una única Fuente, que es la Divinidad? Aún cuando seamos diferentes en apariencia, en color, en tradiciones y creencias, y en culturas, ¿cómo puede ser que hayamos olvidado tan fácilmente Quién es el que ha alentado en nosotros el mismo Aliento de Vida que ha alentado en todos los otros seres?
Debemos ser un ejemplo para los demás, demostrando que los humanos puedenvivir en paz y armonía y pueden reconciliarse entre sí. Debemos aprender a ser misericordiosos y aprender a perdonar.¿Podemos, verdaderamente, unimos y reconciliarnos los unos con los otros? ¡Sí! Sí, podemos unirnos
siempre que aprendamos a amar
acordándonos de nuestro origen Divino. Acordándonos de lo que Jesús dijo a Sus discípulos: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améislos unos a los otros; que, como yo os he amado, así os améis también entre vosotros. Todos reconocerán que sois discípulos míos en una cosa: en que os amáis los unos a los otros»(Jn 13, 34-35)
Tenemos que acordarnos de convertimos en Imagen del Dios vivo, que no tiene ningún vestigio de impureza, ningún vestigio de prejuicio, ningún vestigio de venganza, ningún vestigio de odio.
Así, ligados juntos por la caridad, seremos capaces de vivir en unidad, de vivir juntos en paz de mente y de alma. San Pablo dice sobre el amor y la paz: «El amor es lo que os mantiene a todos juntos en perfecta unidad. «
Por tanto, después de que sometamos nuestra libre voluntad a Dios, Dios podrá perfeccionamos en una unión de Amor Divino con Él; sólo Dios puede llevarnos a un amor filial y a una unión Divina, expandiendo nuestro corazón para que reciba más de Él, a fin de que Él reciba más de nosotros, y que Él se dé más a nosotros para que nosotros nos demos más a Él; en ese intercambio, estaremos dando a Dios lo que ya Le pertenece.
El Amor Divino es la virtud principal porque del amor brotan todas las demás virtudes. El Amor es vivir en la Verdad. Cuanto más grande es el don del Amor, más completo es nuestro conocimiento de Dios; cuanto más ardiente es nuestro amor a Dios, más ardientes son nuestras oraciones; cuanto más perfecto es nuestro amor, más santa es nuestra vida…
Envueltos en Dios, nuestros actos y pensamientos serán todos divinos; en adelante todo nuestro ser y toda nuestra alma, resplandecientes, estarán animados por Dios; éste será el principio de nuestra nueva vida en Dios. Estaremos saciados por el Amor Divino… y Dios, después de conquistar nuestro corazón para que vivamos sólo para Él, seguirá incrementando nuestro amor, símbolo de nuestra santidad; símbolo de una perfecta unión Divina; símbolo de que hemos saboreado la Vida.
Entonces el Todopoderoso será el refrán de nuestros Salmos, el Sol Dorado de nuestros ojos, nuestro Tangible Vestido de Bodas, nuestro Reposo y Descanso; será nuestro íntimo Compañero, el Soplo Perfumado de nuestra alma.
(17 de junio de 1991) ¡Oh, ven! Tú que aún andas errante en este desierto, diciendo: «He buscado a Mi Redentor pero no Lo he hallado»; encuéntrame, amadísimo Mío, en la pureza de corazón, amándome sin interés propio; encuéntrame en la santidad, en el abandono que deseo de ti; encuéntrame observando Mis Mandamientos; encuéntrame sustituyendo el mal por el amor; encuéntrame en la sencillez de corazón; no peques más;, deja de hacer el mal; aprende a hacer el bien, busca la justicia, ayuda a los oprimidos, que este desierto y esta aridez exulten; que tu tibieza se inflame en una llama ardiente; renuncia a tu apatía y cámbiala por fervor; haz todo esto para que puedas decir: «He buscado a mi Redentor y Lo he hallado; estaba cerca de mí todo el tiempo, pero, en mi oscuridad, no podía verlo. ¡Oh, Gloria a Dios! ¡Bendito sea nuestro Señor! ¿Cómo he podido ser tan ciego?».
Entonces te recordaré que guardes y atesores Mis Principios,para que puedas vivir. «
Este mensaje nos da la visión de que el pecado nos impide sentir la presencia de Dios. Así que, sólo a través del arrepentimiento uno puede renacer y ver a Dios….
Terminaré diciendo que allí donde está Dios, allí están el amor, la misericordia y la paz. Al final, el que vive para Dios, vivirá con Dios en la Eternidad. Y Dios lo envolverá en el resplandor de la inmortalidad …