por Padre René Laurentin (Católico Romano )

¿Por qué hablar hoy de la Trinidad?

Esto nos acerca a Vassula, quien vive en contacto íntimo, directo y personal con las tres Personas de la Trinidad y nos hace amarlas. Estoy impresionado por hablar de la Trinidad delante de ella, pues ella La conoce mejor que yo, intuitivamente, personalmente, pero a los místicos les gusta la verdadera teología, la que se funda en la coherencia de los misterios. Madame R, quien falleció el 14 de enero último y a quien yo presenté a Vassula, vivía también en la Trinidad. Ella había leído mi libro sobre la Trinidad y estaba contenta de encontrar, en el lenguaje de las Sagradas Escrituras, lo que ella sentía y vivía en directo.

La Trinidad es el programa del Papa para el año 2000, y vale la pena. Este programa viene de lejos: el año de los tres papas: Pablo VI murió durante el verano de 1978; Juan Pablo I acababa de ser elegido, no sin dificultad, el 3 de septiembre y al cabo de 33 días, cayó fulminado por la carga (de trabajo) aplastante. Era el 28 de septiembre. Esa mañana, yo estaba en Roma. Al salir de mi habitación, la mujer de servicio me dice: «-El Papa ha muerto». Yo creí que estaba atrasada de noticias. «-No, Pablo VI murió el 6 de agosto, pero su sucesor acaba de ser elegido.» Ella insistió: «- No, il papa è morto!» «¡El papa ha muerto!». «.

Los cardenales regresaron a Roma; el Cardenal Koenig abordó al cardenal Wyszynski, primado de Polonia y gran resistente pacífico del comunismo, quien hizo renacer la fe en su país, llevándolo a la victoria, y le confió: – Entre los cardenales italianos, yo no veo a ningún papable. ¿No habrá uno en otro lugar…? tal vez en su país?

El primado se sobresaltó y dijo:

– ¡Ni lo piense! ¡Si yo dejo Varsovia, el comunismo tendrá el camino libre!

El Cardenal Koenig sonrió:

– No estoy pensando en usted. ¿No hay otro cardenal, de apellido Wojtyla, aquí presente?

– Es demasiado joven, no tiene experiencia, no es conocido…

El cónclave fue muy laborioso. No se lograba encontrar la mayoría ni por el lado de Benelli, quien tenía enemigos, por haber sido fiel ejecutor de las duras decisiones de Pablo VI, -y quien de hecho murió al año siguiente- ni por el lado del cardenal Siri: 72 años, seis años más que el difunto Luciano.Los votos se dirigieron entonces hacia Carol Wojtyla. Al verle hacer su jogging cada mañana alrededor del patio San Dámaso, más de uno se dijo:

– ¡Este sí que no va a morir!

Para la séptima votación ya había obtenido 73 votos. Se necesitaban 75 para ser elegido. A la octava vuelta, se dio el triunfo: ¡97 sobre 111! El cardenal «deportista» fue elegido. Tan pronto pudo, se le acercó el cardenal Wyszynski. Veinte años antes, mientras el Padre Wojtyla se encontraba haciendo deporte, el primado de Polonia interrumpió su descenso en kayak por los rápidos de un río polaco para informarle que lo acababa de nombrar obispo de Cracovia. Y ahora, ¡era el primado de Polonia quien se arrodillaba a los pies del joven sucesor de Pedro! Una foto ha perennizado la imagen conmovedora de este momento. Sin embargo, por la foto no se adivinan las palabras del primado:

«- ¡Tú serás el que hará entrar la Iglesia en el tercer milenio!»

Estas palabras proféticas han orientado el programa del Papa Juan Pablo II para este gran acontecimiento: ante todo, un Adviento con María (Totus tuus), luego dedicar un año al Hijo, otro al Espíritu Santo y el tercero al Padre: los tres últimos años del milenio 1997-1999. Yo también decidí consagrar los tres últimos años de mi vida de teólogo a fundamentar e ilustrar este programa. Pensaba haber terminado en 1999, y he sido el primer sorprendido de tener que hablar todavía de la Trinidad, en el año 2000.

Durante este tiempo, profundicé mi contacto con cada una de las tres Personas y esto me ha enriquecido mucho. Cada una de las Tres Personas es cautivante, pero la Trinidad me estaba causando problemas.

– ¡Es politeísmo! objetan Judíos y Musulmanes.

– ¡Es algo absurdo! dicen los racionalistas, como si se tratara de una fórmula matemática: 1=3.

Estuve tentado en tres ocasiones de abandonar este proyecto, que consideraba imposible… Pero, después de cincuenta años de estudios miopes y sectoriales, ¡de pronto se me hizo la luz! ¡Todo se me aclaró: la teología, la espiritualidad, la filosofía e incluso las ciencias, sobre todo el hombre, la familia, la sociedad… y nuestro futuro! Toda la Biblia se me apareció con la unidad de un sólo trazo que reúne la primera Revelación del Nombre de Dios hasta la última del Nuevo Testamento.

1. El punto de partida, Dios se revela a Moisés, en el Sinaí:

– “Yo soy el que soy” (Ex 3, 14)

Luego, más lacónica y concentrada:

– “Yo soy” una sola palabra libre: EHYÉH

Cerca de mil años antes de que los filósofos griegos lo descubrieran, Dios se reveló a través del verbo ser,empujado más allá de sus límites, como el Ser absoluto, fuente de todo ser, pero también como Dios personal, un Yo que dialoga con los hombres; lo cual los Griegos no pudieron percibir con la sola razón humana. Dios seguiría siendo para ellos algo abstracto.

Al otro extremo de la Biblia, en elúltimoescrito del Nuevo Testamento, hacia fines del siglo I dC, Juan Evangelista entregó la última palabra: «Dios es amor» (Jn 4, 8 y 16). El Dios personal que se reveló a Moisés, no es un ser solitario sino solidario. No es narcisista sino social. No es el egoísmo supremo, sino el altruismo supremo. Él da eternamente nacimiento al Hijo como Dios total, con Él y en Él con quien comparte Su vida misma, Su mismo Ser. El Hijo da eternamente gracias al Padre por todo lo que de Él recibe. Y este intercambio íntimo que Los une es una tercera Persona; Su vínculo, Su amor mismo, es el Espíritu Santo.

La pedagogía de Dios es genial y simple. Él se lo dijo todo a Moisés en una sola palabra hebrea (estando el sujeto incluido en el Verbo): «EHYÉH»: YO SOY. Al final de la Revelación, Él revela su esencia, ignorada por los filósofos, en tres palabras: Dios es amor. Dios es ciertamente el Ser supremo, el Ser absoluto; pero la cumbre de Su Ser, su forma transcendente y suprema, no es tanto la Inteligencia o el Poderío o la densidad sino más bien el Amor. El Ser supremo es sólo Amor. Ese es el secreto último del Ser, el secreto íntimo, coherente y luminoso de Dios, pues las relaciones de las tres Personas entre sí no multiplican el Ser de Dios, sino que constituyen la unidad suprema: la unidad del amor supremo. De manera similar, una mujer puede tener uno, cinco o diez hijos, pero es una sola mamá. Ella vive en la unidad, estas múltiples relaciones.

Los teólogos sintetizan cada problema en un principio abstracto y teórico. Dios mismo resume todo en la frase más simple, más concreta que puede haber, pues no hay nada más concreto que el amor, ni nada más iluminador. Nosotros lo comprendemos en la medida en que amamos. Esta luz es la fuente de todas las otras.

2. Luz sobre toda la teología

Esta Revelación bíblica ilumina cada vez más de cerca toda teología. Dios es sólo Amor. El Amor es Su vida misma. Él crea por Amor y para el Amor. Él nos invita a compartir Su Amor eternamente.

Cuando yo era seminarista, en un tiempo en que la teología era terriblemente abstracta, mis camaradas del seminario francés de Roma habían comprendido bien que para ser verdaderamente sacerdotes, tenían que repensar toda su teología de nuevo, a partir del amor que es todo en (para) Dios y para nosotros: «Y nosotros, hemos creído en el amor»dice Juan (1 Jn 4, 16). Por último, la teología sólo habla de amor.

La Encarnación, es el Amor de Dios derramado y comunicado.

La Redención, es el Amor de Dios que se hace hombre para salvar a los hombres. Asume nuestra humanidad para darnos Su divinidad. Admirable intercambio, dicen los padres de la Iglesia.

La Redención, es más todavía: «Nadie tiene mayor amor» dice Jesús: «que el que da su vida por sus amigos»(Jn 15, 13) Él va hasta el final de este admirable intercambio. Él toma sobre Sí nuestro pecado y nuestra desgracia, para darnos su santidad y su felicidad. «A quien no conoció pecado, Dios lo identificó con el pecado por nosotros» llega a decir el apóstol Pablo (2 Cor 5, 21) para que en Él, participáramos de la plenitud de Su amor.

La Iglesia es la unidad de los hombres en Su «Cuerpo Místico», «Una sola Vid», dice más radicalmente Jesús: «Yo soy la Vid y vosotros, los sarmientos» (Jn 15,5). Él no dice «Yo soy el tronco... sino «Yo soy la Vid entera». Y Él explica tanto como puede:«vosotros en Mi y Yo en vosotros»y lo repite a lo largo del Evangelio de Juan (10,38 a 17,21)

Los sacramentos son actos de Su Amor Salvador: infalibles cuando los sacerdotes hacen en Su Nombre las señales sensibles que Él ha fundado para realizar Su promesa. – Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. (Mt 28,20)

Mucho más: la Eucaristía, sacramento de sacramentos, es el don total de Sí mismo: cuerpo, alma, divinidad, en la unidad inseparable de las tres Personas, en la unidad de Su Cuerpo Místico, inseparable también en la comunión de todos los santos. Es la anticipación de Dios «todo en todos»(1Co.15,28).

3. Luz sobre la espiritualidad

Si se repiensa y contempla de esta manera toda la teología en el amor, ella es ipso-facto, espiritualidad. Ya no es necesario completar las laboriosas abstracciones de la escolástica con los «corolarios de la piedad», como decían los manuales de antes. La teología del amor es espiritualidad.

4. Luz sobre la filosofía

La Trinidad también me ha iluminado respecto a la filosofía. Yo comencé mis estudios universitarios mediante dos licencias en filosofía, una en La Sorbona y otra en el Instituto Católico, donde fui formado en la filosofía tomista por Jacques Maritain, en contacto personal con Henri Bergson, quien descubrió a Dios por el testimonio de los místicos cristianos después de toda una vida de investigación a partir de una formación más bien materialista.

He admirado mucho a los filósofos griegos que llegaron a descubrir a Dios por la razón. Todo comenzó con Parménides (+ca. 450aC). Él tuvo una intuición tan profunda del ser, que a través de los seres contingentes, él percibía al Ser Supremo:

««La Nada no es nada, la nada no es: el Ser es necesario, el ser es uno. Él es perfecto», decía. Nuestra percepción del ser múltiple y móvil no es más que ilusión, concluía él y su discípulo Zenón de Elea, brillante dialéctico, lo demostraba con brío:

– La flecha que parece volar hacia el blanco está inmóvil, decía. Ella no puede estar en varios lugares a la vez. Esto sería contrario al principio fundamental de identidad.

Sus sucesores dejaron atrás estos sofismas. A partir de esta problemática, paradójica pero profunda, Platón y luego Aristóteles captaron progresivamente la hendidura entre los seres contingentes, múltiples y móviles, que nos manifiesta nuestra experiencia y el ser necesario, único, inmutable: principio, causa final y punto de abstracción de todo el resto. Él es uno, perfecto, acto puro.

Pero al no poder penetrar la vida de Dios, esta admirable filosofía se topaba con un escándalo. El Ser uno y perfecto sólo podía amarse a Sí Mismo: él sería pues el egoísmo supremo, el narcisismo supremo. Aristóteles, quien escribió un tratado sobre la amistad, percibía el amor como un valor supremo. Él no se atrevió a decir que Dios es una Persona. Él se quedó pues en el rigor de sus conclusiones abstractas. Pero después de él, la filosofía, expuesta a este mismo escándalo latente y a esta frialdad, osciló siempre entre el panteísmo (o “todo es Dios”) y el ateísmo (o “nada es Dios”).

El panteísmo confunde al Dios transcendente con la Creación. Pero los estoicos recurrieron al panteísmo para encontrar en Dios el calor moral de una solidaridad que une todo. El apóstol Pablo alaba esta intuición, en su discurso en el Areópago de Atenas, al citar al mejor de ellos: Aratus: «En Él vivimos, nos movemos y existimos, ‘somos de su raza’ como dicen los poetas» (Act 17). Pero corrigiendo su conclusión:«Dios es quien hizo el mundo y todo lo que hay en él». En cuanto a los ateos, ellos han apostado sólo por el hombre.

5. Luz para la humanidad

La Trinidad es luz para el hombre. Desde su primera página, la Biblia lo expresa diciendo:

-«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Dios hizo al hombre a Su imagen y semejanza. A su imagen, Él Lo creó. Hombre y mujer Él LOS creó. Para crear al hombre, Dios dice NOSOTROS.

Él creó al hombre en singular: «ÉL LO creó»pues el hombre es uno: (todo hombre tiene una sola y misma naturaleza: la humana) El relato de la creación excluye de esta manera todo racismo. Pero él lo crea también múltiple: «ÉL LOS creó hombre y mujer», múltiple y diferenciado. Él los crea incompletos y complementarios, destinados por naturaleza al amor que los hace uno y los llama a crear con Dios y con otras personas humanas: a sus hijos. «Multiplicaos»,les dice Dios (Gen 1, 28)

el hombre es ante todo familia, la sociedad natural, es la obra maestra íntima de la Creación. El hombre es un ser social a todo nivel: y los hombres toman cada vez mayor conciencia de la unidad y de la solidaridad del género humano, gracias a la explosión de las comunicaciones. «Que sean uno, como el Padre y yo somos uno» repite Jesús en Jn 17, 21-22.

La unidad de las tres Personas en la Trinidad fascinaba a Feuerbach y a Marx, fundadores del comunismo ateo. Ellos hablan de Ella. Mi libro los cita (p g. 321s). Ellos querían liberar radicalmente al hombre de su individualismo y de su egoísmo, al suprimir la propiedad privada, que repliega sobre sí al hombre posesivo, a fin de realizar de esta manera la unidad: «la internacional ser el género humano» cantaban. Desgraciadamente al convertirse Feuerbach al materialismo, en oposición al idealismo de Hegel, le hizo substituir el amor por la lucha de clases y la comunión por el colectivismo. De donde resultan la dictadura del proletariado y el gulag.

Sin embargo, Feuerbach y Marx extrajeron las fórmulas de su ideal de las Sagradas Escrituras. Querían llegar progresivamente a una sociedad socialista que daría a cada uno según su trabajo,luego a la sociedad comunista que daría a cada uno según sus necesidades:fórmula copiada literalmente de los hechos de los Apóstoles (Act 2.45 y 4.35) que describe el modelo social de la comunidad cristiana primitiva. Además «comunismo»es todavía una palabra que termina en «ismo», lo que indica exceso. (La palabra ‘comunismo’ deforma la palabra latina comunión(en latín: communio, en griego: koinonia), que define la sociedad cristiana primitiva según los Hechos de los Apóstoles: «la multitud de los creyentes tenía un sólo corazón y una sola alma» (Act 4, 32 y 1, 14).

6. Luz sobre las fuentes y el cosmos

La Trinidad ilumina también el conocimiento sobre el mundo. Las ciencias descifran admirablemente el cómo, los mecanismos del cosmos, de lo cual la revelación no nos dice nada. La Trinidad da luces sobre el por qué.

El gran problema filosófico, que tuvieron los griegos de la Antigüedad, es: «¿Por qué parece el mundo a la vez uno y múltiple?pues esto parece contradictorio.

Parménides eliminaba lo múltiple, pues para él era sólo una ilusión. El ser es uno. No hay múltiples. Todo era necesario, inmutable. Para Heráclito, por el contrario, todo era múltiple y no había unidad: «Todo fluye»decía él (en griego: panta reiy «uno no se baña dos veces en el mismo río».

-Pues no, ése no es un dilema. No se trata de eliminar el uno o el múltiple.El mundo es a vez uno y múltiple.Dios es Uno en grado supremo, absolutamente Uno, pues no hay nada más Uno que el amor; pero Dios es igualmente múltiple, porque para amar se necesita más de uno. En Dios-Amor, las tres Personas no son individuos, las tres Personas son sólo Relaciones, dice genialmente santo Tomás de Aquino. De esta manera se constituye eternamente la Unidad suprema por correlación, reciprocidad, interioridad recíproca: «Yo y el Padre somos uno»(Jn 10, 30) «El Padre está en Mí y Yo en el Padre» (passim en Jn 10, 38 hasta 17, 20-21). Esta unidad múltiple la refleja el mundo en todos les niveles.

En lo infinitamente pequeño, el tomo es un núcleo en torno al cual gravitan uno o varios electrones, y el núcleo mismo está compuesto por una multitud de partículas que los sabios identifican progresivamente, en más de diez protones, neutrones, neutrinos, mesones, bozones, leptones, muones, etc…

En lo infinitamente grande, nuestro mundo está constituido por una multitud de planetas que gravitan en torno al sol, en analogía con el tomo. En nuestra galaxia, hay billones de estrellas similares, en torno a las cuales giran otros planetas: y más allá de nuestra galaxia, hay millones de otras galaxias proyectadas en el universo por la explosión original del big-bang: una inconcebible concentración de energía y de calor constantes, que se extiende y se diluye en el universo en expansión a la velocidad de la luz. La energía es la que unifica y constituye la unidad de este mundo múltiple, aunque originalmente concentrado en una partícula minúscula, millones de veces más pequeña que la cabeza de un alfiler. La energía que unifica el mundo a todo nivel es una imagen lejana del Espíritu Santo, que la Tradición designa como el Vínculo y el Amor que realiza la unidad del Padre y del Hijo.

Se encuentran otras imágenes de Dios en todos los niveles de la vida. Ante todo la célula, con su núcleo y su protoplasma, luego la vida orgánica, vegetal o animal: la unidad autónoma de vida en una multiplicidad orgánica de células, análoga al espíritu, principio de toda vida. Los animales superiores se reúnen en torno a sociedades organizadas y comunicantes, como las colmenas de las abejas y los hormigueros. Y nosotros –la sociedad humana- nos encontramos en la cumbre, donde Dios ha puesto su mejor imagen. No es una réplica. Si bien la familia es una: Padre, madre, hijo, ése no es el orden de la Trinidad, donde el Hijo viene en segundo lugar y el Espíritu (femenino en hebreo) en tercer lugar. Pero el amor es el mismo.

El estudio de la Trinidad me hizo comprender también la convergencia profunda entre la teología bien comprendida y las ciencias. Las dos son muy diferentes. Las ciencias descifran el cómo; la teología, el por qué; pero su evolución las acerca culturalmente.

Los Griegos, fundadores de las ciencias modernas, pensaban en «substancia». Para Aristóteles, la relación era sólo una propiedad de la substancia (el cuarto medicamento). Las ciencias modernas sólo piensan en relación; y si se comprende bien la última palabra de la Revelación:Dios es amor, se comprende que todo es relación: Dios esrelación, puesto que es amor. Y la Creación sólo existe por su relación con Dios. En resumen, la Revelación hace comprender:

– por una parte, que Dios es únicamente Relación

– por otra parte, que el mundo es pura relación transcendente con Dios, más allá de la relación predicamental de Aristóteles, puesto que todo ser creado tiende a relacionarse con el Creador. Igualmente, la gracia es pura relación con Dios, quien nos recrea a Su imagen y San Luis María Grignon de Montfort decía muy bien que María es toda relativa a Cristo, que ella es «relación de Dios»(Relación hacia Dios, decía antes que él, Bérulle).

«Todo es relación, y sólo esto es absoluto»,me decía un prestigioso científico contemporáneo, Olivier Costa de Beauregard. Él lo decía siguiendo a Henri Poincaré (1913) quien formuló antes que Einstein las ecuaciones de la relatividad (la no generalizada). Pero para Poincaré la fórmula no está muy bien acuñada: ella se refiere a los invariantes de la relatividad. Yo quedé fascinado por esta fórmula.

-Esa es la mejor definición filosófica de la Trinidad, le respondí. Dios es amor, Él es sólo amor, Él es sólo relación. La Creación es relación con Dios. Ella viene de Dios. Ella tiende hacia Dios, su causa final, como lo percibía ya Aristóteles. Ella gravita (o gira) de alguna manera en torno a Dios. ¿Es ésta una nueva señal de que el combate histórico entre ciencia y fe se torna armónico y convergente?

¿Qué es el amor?

Casi he terminado…

– Pero no ha explicado usted lo esencial, me diréis: puesto que Dios es amor y nos llama al amor eterno, ¿qué es el amor?

Nada más difícil de definir, pues nosotros experimentamosel amor. Lo vivimos, lo percibimos intuitivamente, pero no podemos definirlo distintivamente, como no podemos definir al ser. Podemos decir: «Es un sentimiento, una atracción que une a las personas»; o incluso «es comunión, compartir, felicidad de estar juntos, es gratuidad, más allá del interés, es lo que queda cuando se ha perdido todo».

La palabra «amor» es ambigua, puede expresar cosas contrarias. Cuando un enamorado dice«yo te amo» esto puede significar cosas muy diferentes, sino contrarias. -O bien el simple deseo, el eros: «yo quiero poseerte, aprovecharme de ti, dominarte, fagocitarte.»Este amor egoísta da origen a los mal-amados, a las víctimas que concluyen amargamente: «se aprovechó de mi». En casos extremos, el perverso viola, luego mata a la víctima, mujer o niño (atacado por los pedófilos) como relatan los periódicos.

Pero «te amo»puede significar también (lo cual es normal) – yo quiero tu bien, tu felicidad y daré mi vida por ti. El amor verdadero es don, don de si hasta la muerte, mas allá de la muerte. –«Hay mayor felicidad en dar que en recibir» dice Jesús según Act 20, 35.

Freud fue quien santificó el deseo. No voy a decir que el deseo es malo, pues en realidad es una dimensión de nuestro ser: es el dinamismo de nuestra naturaleza salvaje; pero es sólo la puerta, el primer movimiento hacia el amor. En esto, la Trinidad nos ilumina: En Dios no hay deseo, pues Él posee todo. Él va más allá del deseo. Él es únicamente don.

Él nos llama a convertir el deseo en don. Él ha programado esta conversión en la naturaleza misma. El bebé es vida. – «No es más que un tubo digestivo» decía un médico amigo mío, exagerando un poco.

Los jóvenes a menudo siguen siendo egoístas. Ellos despiertan al altruismo cuando descubren al hombre o a la mujer de su vida. Ellos, al enamorarse, quieren la felicidad del otro, que redunda en la felicidad de ambos.

Esta etapa falta, a veces. Esto origina parejas desgraciadas y posteriores divorcios. Pero la etapa siguiente, cuando vienen los hijos, esta etapa tiene éxito mayoritariamente. Los egoístas se tornan dispuestos a hacer cualquier sacrificio por sus hijos. Velan por ellos, los cuidan ida y noche cuando están enfermos. Mi abuelo decía:

– Lo que les damos a nuestros hijos, ellos no podrán jamás devolvérnoslo, pero se lo devolverán a sus propios hijos.»

¿Cuál es pues la esencia, lo específico y lo paradójico del amor? El secreto del Amor vivido es pasar del amor deseo al amor don: del eros (de donde viene erotismo) al Ágape. El Nuevo Testamento no emplea nunca la palabra eros(tan corriente en griego). Emplea, mas bien, la palabra Ágapepara designar al Amor verdadero: el que está en Dios.

Pues Dios está más allá del deseo: Él lo tiene todo, Él lo es todo. Él es sólo don, gratuidad, sobreabundancia. Él nos invita a purificar y a transfigurar el deseoen don, que es lo que sucede, como decíamos, en el plan natural del matrimonio. Ese es el sentido del misterioso adagio tan frecuentemente repetido en los cuatro Evangelios.

– Quien quiere salvar su vida la perderá, y quien la pierde la encontrará, pues en la comunión uno se encuentra en el otro (y finalmente en Dios). Y Jesús enuncia más claramente este mismo secreto diciendo: – Hay más felicidad en dar que en recibir.

1). El amor pone en pie de igualdad a los que se aman. Un lord inglés definía de esta manera la amistad: – Es lo que hace que un lord prefiera a veces a sus jardineros por sobre sus pares. 2). Más todavía: el amor hace que el más grande se ponga al servicio del más pequeño. El rey de los cuentos, a los pies de la joven pastora; los padres al servicio de sus hijos, más aún que el más devoto de los servidores.

Así es el amor de Cristo por nosotros. Él, igual al Padre, «se hizo esclavo por nosotros» dice San Pablo (Fil 2, 7) 3). Él lo simbolizó al lavar los pies de sus discípulos, confusos e intimidados, antes de la última Cena (Jn 13). En una parábola, Él promete que en el banquete celestial, ser Él quien se pondrá el delantal para servir a los servidores que se aprestaban a prestarle tal servicio (Lc 22, 15-17). Y ésta es una señal escatológica (Lc 22, 18; 1Cor 11, 27) que él dio antes de la Cena.

El apóstol Pablo dice que Cristo se hizo esclavo por nosotros (Fil 2, 7) «No hay mayor amor que dar la vida por sus amigos»dijo Jesús. Él lo dijo modestamente, púdicamente, sin decir«yo»pero Él lo llevó a cabo hasta el final y de manera atroz. Mi libro detalla y justifica todo esto mediante las Sagradas Escrituras y la Tradición cristiana. Gospels.

Conclusión

Ya es tiempo de concluir. Lo haré simplemente con expresiones bíblicas del mismo Jesús. Todo está contenido en dos o tres frases pequeñas, sin teoría, sin abstracción, pero que hacen estallar el lenguaje y nuestra finitud:

– primero: «el Padre y yo somos uno» (Jn 10, 30) – luego: y es casi lo mismo: que sean uno como nosotros (tú y yo) somos uno. (Jn 17, 22)

Él explica esta identidad en términos (complementarios) de interioridad y de intimidad: «Tú en mí y yo en ti, como yo estoy en el Padre, Él en Mí y Yo en Él» (Juan Passim, 10, 38 a 17, 21-22).

El amor va más allá de las palabras. Jesús lo expresa en términos de habitación, de unión, de inmunidad y finalmente de identidad: «Yo soy la vid, vosotros sois las ramas.» Uno no se cansa de repetir estas palabras vertiginosas. Él no dice: «Yo soy el tronco»sino «Yo soy la vid». Nosotros estamos en Él. Él nos diviniza como parte de Si-Mismo: «Quien pierde su vida(por Dios y por el prójimo) la salvará « dice Jesús.

Dios nos llama a un amor ilimitado en duración, en perfección, en calidad. Esto es algo que confunde, que trastorna. Es el riesgo de nuestra vida, prometida no la muerte sino a la felicidad en Dios. El Amor es reciprocidad. El Amor perfecto es reciprocidad perfecta. Dios se forma y se expresa mediante el amor a los otros. Quien dice: «yo amo a Dios pero no amo a los otros, ése es un mentiroso» dice el apóstol Juan (1Jn 4, 20). Así ser el juicio: «tuve hambre y me disteis de comer»(Mt 25). Y nos sorprenderemos de esto, dice Jesús.

-Pero ¿cuándo lo hicimos, Señor?
– Lo que hicisteis a uno de estos pequeñitos, a mí me lo hicisteis.

Así de grande es la unidadentre Él y nosotros. Y el apóstol Pablo parece fallar al teocentrismo cuando dice, incluso sin evocar el Amor de Dios: «El que ama a su prójimo cumple toda la ley» (Rom 12, 8-9;(Ojo, verificar: Rom 13, 10) cf 1Jn 4, 8; 19-20).

Gracias, oh, Dios, por ser Todo; para Tí-Mismo e igualmente estar a la misma altura que nosotros; de ser así plenitud para Tí-Mismo y para nosotros, en la plenitud de Dios todo en todos.

El amor no es un objeto, es don, unión, unicidad. Es más que un conocimiento; es una praxis, una unión más allá de todo conocimiento, pues el conocimiento mismo se termina y se reabsorbe de alguna manera en la unión. Cuando dos personas se abrazan, ya no se ven, están demasiado cerca una de otra. El niño cierra los ojos cuando siente el consuelo del calor materno. Uno se pierde en el amor, pero se reencuentra más allá de sí mismo, en el otro, y finalmente en Dios todo en todos. Cada una de las tres Personas de la Trinidad ama personalmente a las otras dos, pero las tres constituyen un único y mismo amor. El Padre es el único principio del Amor. El Espíritu Santo es el término de él y el principio de su difusión, el que inspira, unifica y llena la faz de la tierra y el que habita en cada uno de nosotros.