Mons. Isidore Battikha Arzobispo emérito de Homs, Siria
Obispo de Puerto La Cruz, Venezuela Iglesia Católica Greco-Melkita
DIÁLOGO INTERRELIGIOSO
En un himno a la Paz, con palabras del Papa Francisco y música de Odino Faccia, esta bella melodía se expresa así: “Para que todos sean uno / los muros ya no existen / sino sólo el valor del encuentro / que es el puente hacia la paz / la unidad es el camino / una alianza siempre abierta al amor y a la verdad”.
Paz – Paix – Peace – Salam – Shalom – Pace – Irene – Mir……
Hermanas y hermanos,
Esperábamos la paz, pero nada va bien… ¿Quién no quiere la Paz? PERO… ¿Cómo alcanzarla en un mundo agitado por numerosos y complejos problemas?
El Cristianismo anuncia la Paz con el Príncipe de la Paz (Jesús) (Isaías 9, 6) y continúa anunciándola en todas las asambleas de las comunidades cristianas. El Islam anuncia la Paz entre todos los adherentes de su religión, con un saludo que se ha convertido en un símbolo mundial de la lengua árabe: ¡Al Salam Aleikum! Los hebreos ponen las raíces de la Paz con el Shalom muy conocido de todos…Shalom, Shalom, Shalom… y así sucede con las demás religiones de la Tierra.
¿Dónde está el problema para conseguir la paz?
San Agustín dice: “Pax tranquillitas ordinis”- La paz es la tranquilidad del orden (cf. De Civitate Dei – La Ciudad de Dios, XIX, 13). Sí, la tranquilidad del orden, porque el orden es la justa disposición de las cosas de acuerdo con su fin, y el fin de toda humana criatura es volver a Dios, del que proceden… Es un puente entre Dios y la humanidad, un puente que trae la Palabra de Dios a través de los canales trascendentes de los Libros Sagrados de las diferentes religiones, que encuentran su origen en la conciencia humana que está siempre buscando al Creador y discerniendo entre el bien y el mal.
Pero ese Puente con Dios debe materializarse en los puentes que tenemos que construir entre los hombres, aunque tengan caminos diferentes hacia Dios, una diversidad que es una señal de nuestra libertad.
En este mundo de paradojas y cambios constantes, la sociedad global tiene cierta homogeneidad, al mismo tiempo que resulta evidente su enorme diversidad en los espacios comunes de coexistencia. Los esfuerzos que se llevan a cabo en todo el mundo para fomentar el diálogo interreligioso aumentan, a la vez que aumentan el sentido de uniformidad y la desconfianza hacia la diferencia.
La respuesta a los conflictos de identidad es cada vez más intensa a través de propuestas para establecer lazos entre las diferentes comunidades de creyentes. Lazos que no buscan resolver las diferencias o diluirlas en un marco homogéneo donde las divergencias no se respetan, sino asumirlas como parte de una labor más compleja, llena de matices, menos marcada por una ideología impuesta, en la que destaquen la buena voluntad de compartir el trayecto y el reconocimiento mutuo. Son labores básicas, día tras día, marcadas por principios prácticos que no quieren perderse en debates estériles o en supuestos anhelos de dominio.
El ámbito religioso es sensible a la irrupción de conflictos de identidad, es cierto, pero también contiene su propio antídoto: es el ámbito que nos habla más sobre la condición humana.
¿Diálogo o coexistencia?
Diálogo en la coexistencia y el respeto….
El objetivo no es competir, sino conocer, compartir, tender puentes y dar testimonio…
La idea de diálogo no consiste en confundir identidades, ni realizar ninguna clase de sincretismo, porque para tender puentes necesitamos tener una base sólida en ambos lados, necesitamos ‘comprimidos de yodo’ para equilibrarnos y fortalecernos…. Esos ‘comprimidos de yodo’ son la humildad. la misericordia, el perdón, la oración y conocernos unos a otros…
Su Santidad el Papa Francisco, dirigiéndose a los embajadores en 2013, les exhortó a “tender puentes entre las religiones por la Paz”. El diálogo ayuda a tender puentes entre todos los hombres para que cada uno encuentre en el otro, no a un enemigo, no a un adversario ni a un contendiente, sino a un hermano a quien acoger y abrazar, no podemos tender puentes entre los hombres ignorando a Dios y Su misericordia, pero tampoco podemos vivir una auténtica relación con Dios ignorando a otros.
No puede haber verdadera paz si cada persona considera sólo su propia medida, si cada persona no hace más que revindicar sólo sus propios derechos, sin preocuparse al mismo tiempo por el bien de los demás, de todos, empezando por la naturaleza que los seres humanos de la tierra tenemos en común, creados igualmente a imagen y semejanza de Dios.