por Vassula Ryden
Grecia, 2004.

Dios siempre se ha manifestado a Sí Mismo al hombre, no para darnos algo nuevo sino para volver a decir todo lo que Él nos ha dado, recordándonos Su Palabra, recordándonos nuestros cimientos. Dios se hace convierte en cognoscible al hombre, sin perder Su Trascendencia. La visión de Dios en el Cielo será en Su Plenitud, pero nuestro Creador hace que sea posible para nosotros, Sus criaturas, el tener una visión y unión con Él, mientras todavía estamos aquí en la tierra.Esto es, básicamente, de lo que se tratan los Mensajes de la Verdadera Vida en Dios: Dios, el Creador, haciéndose reconocer a Sí Mismo, de una manera completamente conciente, conversando con nosotros y escuchándonos como un amigo, para sembrarse a Sí Mismo en nuestra alma.

Los Mensajes de la Verdadera Vida en Dios nos llaman a tener una transformación radical de nuestro yo, mente y alma. Esta transformación se lleva a cabo durante la purificación y al morir a nosotros mismos. Es una resurrección mística hecha con el Poder y la Gracia del Espíritu Santo. Lo pueden llamar Bautismo del Espíritu Santo, o Bautismo de fuego, o la Visitación del Señor, o el Día del Señor, o el Nuevo Pentecostés.A partir de ahí, el Señor nos está conduciendo a ascender por el camino de la deificación del hombre. Podemos alcanzar niveles de Luz pura, niveles de divinización, donde nos convertimos en dioses por participación a través del efecto del Espíritu Santo. Si seguimos y vivimos todo lo que la Verdadera Vida en Dios nos está dando, lo cual es, repito, solo un recordatorio de la Palabra de Dios y cumplimos la Ley de Dios, adquiriremos en nuestras vidas la libertad del Espíritu y las virtudes evangélicas, porque el Espíritu Santo nos dará una luz intelectual, una comprensión más profunda y divina de los Misterios de Dios y de Su Palabra. Vendrá a nuestro intelecto como destellos de luz brillante, llevándonos a niveles más altos y más profundos dentro de la Luz Misma. Todos pueden obtener estos ascensos y todos son llamados a la divinización. Nadie está privado de esto, así que no tenemos excusa. ¡Desafortunadamente, la deificación no es muy perceptible para la gente, porque muy pocos alcanzan estos niveles y sin embargo, todos nosotros quienes somos bautizados estamos llamados a alcanzarla!

“tú has sido llamada a participar en este Divino Plan Salvífico, y a entrar también en la vida Trinitaria; ven a respirar en Mí y llena tu alma de Nuestro Divino Amor, este Divino Amor que te atrae a una perfecta unión con Nosotros”. [3.3.1999, habla el Espíritu Santo]

«“sólo Yo puedo revestirte de Mi esplendor y darte la Luz imprescindible; sólo Yo, en Mi Divinidad, puedo imprimir en tu alma Mi Imagen de Santidad; ven a Mí y prolonga tu mirada sobre Mi Santo Rostro para que puedas comprender plenamente que tú eres coheredera Conmigo, unida a Mí y en Mí… recibe más de Mí, permitiéndome recibir más de ti. Mi deseo es darte más de Mí Mismo, para que puedas darme más de ti misma; de esta manera obtendré todo lo que ya Me pertenece; por Mi Divino Amor, que será derramado en ti, serás divinizada, transfigurando tu alma de tal modo que Mi Padre te identifique Conmigo el Día del Juicio”. [25.4.99,habla Jesús]

Como dije antes, todos estamos llamados a ser Uno con Dios y nadie está privado de ello ¡Pero si estamos dispuestos, seriamente, a abandonar nuestra voluntad y morir a nuestro yo y a nuestro ego, entonces, he aquí que una transformación tendrá lugar! Para empezar, necesitamos arrepentirnos, luego de allí en adelante, confesar nuestros pecados, vaciándonos a nosotros mismos de todo lo que no le pertenece a Dios y permitir que Su Espíritu Santo nos invada con Su Luz Divina y que nos posea para que de ahí en adelante, podamos vivir bajo Su Gracia. Permitan que Dios escudriñe cada una de sus acciones y, así como alguien que entra a una cueva obscura con una antorcha, permitan que Dios entre en su corazón y que ponga en llamas y queme hasta la raíz todo lo que no es Divino, Santo y que no sea de Él. Dejen que Dios los arrase hasta el suelo y que los arrastre al desierto al cual Él arrastra a Sus ungidos, para que Él les traiga a su memoria, en el silencio del desierto, todas sus desconfianzas y su mala conducta para que se aborrezcan a ustedes mismos. Dejen que Dios los golpee con amargo remordimiento por su indiferencia hacia Él y a Su Ley de Amor. Permítanle hacer todas estas cosas para que esta transformación tenga lugar dentro de ustedes. Y de ahí en adelante, Él será su Maestro, su Educador y también su Amigo y Hermano.

Y con gran ternura, Él vestirá sus heridas y los elevará a Su Corazón mientras Él pronunciará en sus oídos estas palabras:

“Ahora, ustedes deben mantener seguras todas Mis enseñanzas, recordando siempre el principio, para que aumenten su Conocimiento de Mí, su Dios”. (31.5.03)

La Verdadera Vida en Dios es un llamado a perfeccionar nuestra alma para elevarnos a los Cielos. Al inicio de estos Mensajes, sabemos que Jesús me pidió que muriera a mí misma y que Él no quería ver ningún rival dentro de mí, sino que dejara espacio para Su Espíritu Santo. Morir a uno mismo no es sólo morir a la propia voluntad, sino también a todas las cosas materiales a las que un alma puede estar sujetada. A esto, nuestro Señor lo llamó desprendimiento. Pero el Señor no quiere que permanezcamos ahí. Él quiere atraernos a niveles más altos de perfección, es decir, del desprendimiento al desapasionamiento y del desapasionamiento a la impasibilidad.

¿Cuál fue el significado de Sus Palabras cuando Él me dijo en el principio:

“si tú permites que Mi Espíritu Santo invada tu alma, Él puede transfigurarla, de un desierto en un jardín donde Yo puedo descansar en ti. Si tú permites a Mi Espíritu Santo, Él puede transfigurar tu alma en un palacio, donde Yo puedo ser Rey y reinar sobre de ti. Si tú permites a Mi Espíritu Santo que transfigure tu alma, Él puede transfigurarla en un cielo, y en este cielo, tú me podrás glorificar…”

Déjenme explicarles. Para empezar, cuando nuestro Señor usa la expresión “si tú permites”, esto significa si están dispuestos a dejar su voluntad por Su Voluntad, para que el Espíritu Santo sea libre de actuar en ustedes. Y Él nos puede elevar a tres niveles: de un desierto a un jardín, y luego a un palacio, y después, de un palacio a un cielo. Estos son tres ascensos. Por lo tanto, al enseñarles a desprenderse, el Espíritu Santo les enseñará, por medio de Su Gracia, a subir a un grado más alto de perfección: a ser liberado de las pasiones terrenales, a lo que Él llama desapasionamiento. El desapasionamiento los lleva, también, a niveles más altos de contemplación.

Cuando el Señor dice que el arrastra a las almas al desierto donde Él les muestra sus pecados y los llena de remordimiento para odiarse a sí mismos. Esta experiencia, por si misma, los lleva a darse cuenta de que Dios está por encima de todas las cosas y sin Dios su mesa está vacía. De ahí en adelante, nada más importará ante sus ojos como antes, las cosas que pensaban y consideraban importantes, repentinamente se convierten como en cenizas para ustedes. Ya no las desean como antes, de hecho, se vuelven insoportables para ustedes, porque esta especie de desprendimiento, llamado desapasionamiento, es tan poderoso. Como nuestro Señor describió este estado diciendo:

“Y aunque todavía estés entre los hombres, tu mente estará en el cielo. Aunque tu cuerpo se esté moviendo entre los hombres, tu alma y mente serán como las de los ángeles. Yo te enseñaré a vivir en Nosotros, a moverte en Nosotros y a respirar en Nosotros…

” Aquí, con estas Palabras de Jesús, podemos entender que el desapasionamiento significa un nivel muy alto de contemplación y, al mismo tiempo, una aversión a todas las cosas mundanas, una aversión a todos los pensamientos y actos malos. Es un rechazo total del mal, es deshacerse de sus ataduras. Después de haber renunciado al pecado, a una vida sin Dios, a la propia voluntad, entonces se realiza una unión divina entre el Creador y la criatura, ante la cual podemos decir: “ahora estamos caminado con Dios”.

Después, nuestro Señor habló de volver nuestra alma en un cielo, añadiendo que en este cielo, lo glorificaremos. Esta es la perfección final del alma que entra en la virtud angélica de la impasibilidad. Este es un aspecto mucho más amplio del desapasionamiento. Es un desprendimiento de la lujuria y la pasión de los placeres y deseos de la carne. En un Mensaje, nuestro Señor dijo que después de la unión divina entre el Creador y la criatura, y después de habernos dado la Unción del Espíritu Santo, esto es en lo que nos convertimos:

“Ahora, te convertirás en parte de Mí y uno Conmigo, adornando cada uno de tus miembros con divinidad y luz, incorruptibilidad y bendición para ser adecuada para Mí, tu Dios y Rey; de repente, el mundo del pasado, con todas sus implicaciones, parecerá que se desvanece suavemente, lejos de ti para siempre; y en un momento, la impasibilidad, la virtud angélica, florecerá en tu corazón, e instantáneamente, tendrás una sensación espiritual de lo que sería estar cerca de la Visión Beatífica.

Todas las virtudes angélicas serán tu corona de ahí en adelante, porque éstas serán las que Yo te ofreceré como un don para lograr la perfección; el Dios Absoluto, entonces, Se entrelazará contigo en los delicados aromas de la Cámara Nupcial y será uno contigo, rodeándote completamente con Su Luz hasta que tú misma te conviertas en luz. Envuelta en Mi Espíritu Santo tu boca será Mi Boca; tus miembros, Mis Miembros; tus ojos, Mis Ojos; tus palabras, Mis Palabras. Todos tus actos y pensamientos serán divinos. En lo sucesivo, todo tu lustroso ser y tu alma serán animados por Mí; esto será el principio de tu nueva vida en Mí…”

En otras palabras, la libertad de todas las pasiones puede ser obtenida a través de la libertad del Espíritu, muriendo al yo, muriendo a la propia voluntad.