Se nos ha pedido que abordemos un tema que nos ha estado abordando a nosotros, y a toda la comunidad cristiana en el sentido más amplio, desde que nuestro Señor Jesucristo oró para que todos fuéramos uno como Él y el Padre son uno. La causa de la Unidad Cristiana no es sólo de interés para los teólogos y los eruditos cristianos. Es también una preocupación real para todos y cada uno de los que estamos aquí presentes. E igualmente para los millones de bautizados en el Nombre de Jesús, en las distintas partes de nuestro globo.

SOMOS UNO EN ÉL

Uno de los grandes dones de la Iglesia, así como para la Iglesia, es lo que llamamos la fraternidad cristiana, es decir, el acto de reunirse, de juntar nuestras manos y nuestros corazones, y unir nuestras voces en alabanza de Él, de Jesucristo, que nos consideró dignos de ser llamados Sus bienamados. ¿No hace esto eco a la oración de Jesús: “Padre…que sean uno, como nosotros somos Uno” ? (Juan 17,11). La unidad de Jesús con el Padre es divina. No sólo es indestructible; resiste la tensión más grave sin romperse. Esto es así porque se trata de una unidad fundamentada en un flujo incesante de amor mutuo auto-entregado. Sí, en el amor divino, o si queréis, en el divino amor. Tal es la unidad que Jesús desea e implora que tengamos también nosotros. Nuestra presencia juntos alrededor de Su Santa Mesa, pertenece a la esencia de nuestra fe y es también una parte sagrada de nuestro credo. O creemos y trabajamos hacia esa “UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA IGLESIA”, o es mejor que dejemos de engañarnos y engañar a otros a nuestro alrededor. Que Dios Todopoderoso nos de fuerzas con Su divino amor para que lo veamos realizarse.

¿AMOR, FE., ESPERANZA, DOCTRINA, TRADICIÓN?

Lo primero es lo primero. “Simón, hijo de Juan” preguntó Jesús, “¿Me amas más que éstos?” (Jn 21, 15) Jesús no preguntó acerca de la Fe y el Orden, ni acerca de la Doctrina y la Tradición. Quería estar seguro del amor de Simón hacia Él, que le capacitaría para cumplir la misión que le encomendaba. El amor de Pedro por Jesús movió montañas y allanó el camino para que el viejo mundo buscara a Jesús como Señor y Salvador.

El número de primeros discípulos era mucho menor que el número de los aquí presentes. Sus medios eran cero comparados a los que tiene hoy la institución de la Iglesia. Sin embargo, consiguieron cambiar el curso de la historia humana. Tenían lo que nosotros no tenemos: amaban a Jesús más que a nada. Pablo y Apolo eran secundarios. Lo que les importaba en su vida diaria y en la difusión de la buena nueva era dar a conocer a Jesús, a Jesús crucificado. No tenían el lujo de sentarse tranquilamente, discutiendo fechas y doctrina. Para ellos, “·ahora” era el momento oportuno, la hora de actuar. Para ellos el esposo es uno, y también la esposa, ¿por qué celebrar dos o tres bodas? Hoy día, el caos que resulta, por ejemplo, celebrar tres Navidades, dos Viernes Santos, dos Pascuas, dos…..cualquier cosa que se os ocurra, debilita nuestra misión en un mundo en el que dos tercios de sus habitantes no son cristianos

El miedo, más que la esperanza, sigue distanciándonos del día en que nos encontremos todos alrededor de Su mesa. Continuamos controlados por el miedo. El miedo a lo que podría desarrollarse parece ser mucho mayor que el amor que se necesita para acabar con ese miedo. No tengo la menor duda de que muchos miedos son genuinos. ¿Miedo a que la VERDAD se vea comprometida? Esa preciosa herencia podría perderse. El Obispo Hollis, uno de los principales negociadores de la unificación de la Iglesia de India del Sur, solía decir: “Esperar conseguir un entendimiento total antes de unirse es como pedir una total comprensión de lo que es el matrimonio como condición previa a realizarlo”.

En la raíz de la moderna fragmentación de la Iglesia en “DERECHA” e “IZQUIERDA” está la separación conceptual entre AMOR Y VERDAD. La IZQUIERDA insiste en el AMOR sin la VERDAD de una doctrina sólida. La DERECHA insiste en la VERDAD de una doctrina sólida, ignorando la necesidad de amor y de unidad dentro de la Iglesia. Pero el AMOR y la VERDAD, en su realidad más plena, no pueden existir por separado. Sin embargo, el AMOR es lo más grande. S. Pablo, en su primera carta a los Corintios, capítulo 13, afirma esto: “En una palabra, quedan estas tres (virtudes): la fe, la esperanza y el amor. La más grande es el amor”. Esto es lo que necesitamos hoy: AMOR DIVINO, como dice la canción: “Amor divino que supera todos los amores, alegría del cielo desciende a la tierra; fija en nosotros tu humilde morada, corónanos de tu fiel misericordia. Jesús, tú eres todo compasión, eres puro e ilimitado amor; visítanos con tu salvación; entra en cada corazón tembloroso.” Debemos atrevernos a amar en un mundo que no sabe amar.

Queridos amigos: Hemos consagrado muchos años a la búsqueda de la UNIDAD dentro del Cuerpo de Cristo. Se han dedicado miles de páginas a este tema. Diferimos en nuestras opiniones sobre cómo el Espíritu puede crear la unidad en medio de la diversidad. Algunos tratan de excluir del amor incondicional de Dios a aquellos que Dios insiste en incluir en Su compasión y gracia divinas. Mientras que, en aquel primer Pentecostés en Jerusalén, cada uno oía a los apóstoles hablar en su propia lengua (Hechos 2, 6), uno se pregunta si, debido a nuestra falta de amor divino, hemos sido devueltos a Babel “Puesto que son un solo pueblo con una sola lengua, y este no es más que el comienzo de su actividad, ahora nada de lo que decidan hacer les resultará imposible. Bajemos, pues, y confundamos allí su lengua, de modo que ninguno entienda la lengua del prójimo” (Génesis, 11) «Y el SEÑOR dijo:» He aquí, son un solo pueblo, y todos tienen un solo idioma, y ​​esto es solo el comienzo de lo que harán. Y nada de lo que se propongan hacer ahora les será imposible, bajemos y allí confundamos su idioma, para que no se entiendan el uno al otro al hablar «.

Qué desesperanzados se han vuelto algunos… Como los primeros discípulos en el mar de Galilea, oigo a muchos decir: “Hemos faenado toda la noche, pero no hemos pescado nada”. Cientos de años. Miles de reuniones y, sin embargo, no hemos obtenido nada que merezca el tiempo y la energía que hemos invertido. Estamos hartos. No tiene remedio y es una pérdida de tiempo”. La pregunta está justamente planteada: ¿Hemos estado echando las redes del lado adecuado, en profundidad? ¿O hemos estado buscando a los vivos entre los muertos? Quiero pensar que hemos sido sinceros y honestos en nuestra búsqueda. Lo que necesitamos es un toque del Espíritu Santo, una chispa de amor, de Amor Divino.

Queridos hermanos y hermanas, no perdamos jamás la esperanza. Los momentos más oscuros en cualquier noche, también en la noche de nuestra búsqueda de la unidad cristiana, son los momentos que preceden a la aurora. La aurora se está acercando. Permanezcamos despiertos.

La búsqueda de la unidad debe continuar. D.T.Niles, de India del Sur, solía decir: “Nos unimos con el fin de unirnos.” En nuestra liturgia, afirmamos: “Aunque seamos muchos, somos un solo cuerpo porque compartimos el único pan”. Si creemos que somos el pueblo de Dios, sabed entonces que estamos diseñados para encajar como las piezas de un rompecabezas, con el fin de formar una imagen unida de amor divino. Dios quiere que seamos uno. Pongámonos pues en marcha con mayor esperanza, con mayor fe y con mayor amor.

Permitidme acabar con S. Pablo, orando: “Que el Dios de la paciencia y del consuelo os conceda tener entre vosotros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús; de este modo, unánimes, a una voz, glorificaréis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 15, 5-6). Respondamos todos juntos: ¡A M É N!