Conferencia de S. Ex. Rvma. Riah Hanna Abu El-Assal Iglesia Episcopal de Jerusalén y el Oriente Próximo Diócesis Anglicana de Jerusalén

Jesús dijo: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios». Y San Pablo en su 2ª Epístola a los Corintios 5, 18, desafía a los creyentes para que sean ellos los que reconcilien: «Todo es obra de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo, y nos encomendó el ministerio de la reconciliación.»

A) Introducción: Permitidme, antes que nada, que os salude con el salaam, y transmita ese mismo saludo de parte de nuestra gente, de la tierra a la que muchos llaman Tierra Santa, y a la que yo ahora llamo “La Tierra agujereada”. Esto es porque holy, en inglés, también puede querer decir “llena de holes”, o sea agujeros, “una tierra con muchos agujeros”, cosa que me temo es cierta en estos momentos, como resultado del conflicto que está ocurriendo en Medio Oriente.

B) Reunión con el primer ministro Tony Blair:

Esto me lleva a compartir con ustedes una reunión que tuve con el entonces Primer Ministro del Gran Bretaña, Sr. Tony Blair, el 18 de febrero de 2003, días antes de la guerra de Irak. Yo era uno de los cuatro obispos, (dos de Inglaterra, uno de los Estados Unidos y yo), que estábamos tratando de desviar su atención de la guerra a los medios pacíficos. Su idea era: «Vamos a hacer la guerra contra Irak con el fin de allanar el camino hacia la paz en Medio Oriente” (.!!!???) A lo que yo le contesté: “Sr. Primer Ministro: el camino más corto hacia Bagdad pasa por Jerusalén. Una vez que haya paz en Jerusalén, la paz se extenderá por el mundo entero.»

Y todos sabemos lo que pasó, sabemos qué clase de paz llevó él a Oriente Medio y cómo, no sólo Irak, sino todo el Oriente Medio terminó hecho pedazos.

C) La paz es el camino.

Amigos míos: Las guerras nunca traen una paz verdadera. La verdadera paz no es la ausencia de guerra, ni el cese de las hostilidades, y ciertamente no es la calma que resulta del sometimiento y la opresión. La paz es el camino. No hay ningún otro lugar bajo el sol en donde la palabra “paz” /Salaam/ Shalom sea utilizada como lo hacemos nosotros en Israel, en Palestina, la llamada Tierra Santa, o en los países árabes. Nos saludamos con Salaam, Shalom o Asalamu Alaikum. Los líderes de la Iglesia, los rabinos y los imanes predican largos sermones sobre la palabra paz. Los niños la reciben como nombre: Salaam y Shalom. También está en carteles muy altos en Tel Aviv y en diferentes centros y ciudades. Y, sin embargo, no hay mucho de Salaam ni de Shalom. El término ha sido tan usado, tan mal usado y tan abusado que no sólo se ha devaluado, sino que hasta hace dudar de la sinceridad con que lo están usando. Me hace recordar el Salmo 120, donde se cita a Dios que dice: «Yo estoy por la paz, pero cuando hablo, ellos están por la guerra».

D)La paz donde hay conflicto.

La búsqueda de la paz y la reconciliación no significa que haya que evitar el conflicto. Sólo podemos contribuir a la paz, o involucrarnos en actos de reconciliación, allí donde hay un conflicto. Y no faltan conflictos alrededor nuestro: no sólo entre las naciones, sino también entre las personas, dentro de las familias y entre los vecinos. Nadie que tenga suficiente sentido común deja a las partes en conflicto para ocuparse de reconciliar a las partes que se aman. Los que se aman no nos necesitan, ni a vosotros ni a mí. Y fijaos que para hacer las paces no se pueden usar controles remotos. Uno necesita estar allí presente. Atención, que nunca es fácil.

E) ¿Cuál es nuestra misión? ¿A quién le compete esta tarea?

¿Qué es realmente este Ministerio que nos ha sido dado como creyentes en Dios? Es el trabajo de derrumbar muros de desconfianza y hostilidad, dondequiera que existan, y particularmente los que se construyen alrededor de las diferencias culturales, raciales, nacionales, religiosas y económicas. Reconciliar es llevar a la relación correcta, reordenar nuestras relaciones y restablecer la unidad con Dios y con los demás. Esto no es tarea para políticos. Esta es una tarea vuestra y mía. Estamos llamados a ayudar a la reconciliación. Estamos llamados a luchar contra el mal. ¿Cómo?

Ghandi, el gran Mahatma de la India, solía decir: «Negarse a luchar contra el mal y las injusticias del mundo es renunciar a la humanidad; luchar contra el mal con las armas del malvado es entrar en la humanidad; luchar contra el mal, las injusticias y la opresión, con las armas de Dios, es entrar en la divinidad».

F) Hermano de tu hermano y hermana de tu hermana.

Permítanme terminar con una anécdota que debió de haber sucedido en algún lugar de Moscú, y que en mi opinión ayudó a dos personas a entrar en la divinidad:

Hermano de tu hermano y hermana de tu hermana. Tolstoi, el famoso escritor ruso, fue abordado por un menesteroso en una de las calles de Moscú. Tolstoi, como muchos escritores de esos días, no pudo encontrar ni una moneda en sus bolsillos. Se volvió hacia el mendigo y le dijo: «Hermano, si hubiese tenido algún dinero conmigo, se lo habría dado a usted. Pero no tengo nada, lo siento». A lo que el mendigo respondió: «Usted me ha dado más de lo que yo esperaba. Me ha llamado hermano.”

¿Estamos en actitud de relacionarnos unos con otros como hermanos y hermanas? ¿Estamos dispuestos a reconocer la “alteridad” del otro, de la misma manera que deseamos que él reconozca la nuestra? ¿O continuamos siguiendo los pasos de Caín: “Soy yo el guardián de mi hermano”?

Queridas hermanas y hermanos: estamos llamados a ser: no sólo los guardianes de nuestros hermanos, sino además el hermano de nuestro hermano y la hermana de nuestra hermana.