11 de noviembre de 1994

¿Señor?

Yo Soy…

Señor, cuando los mentirosos me acosan, ¡tienes que ayudarme!1

Nómbrame a alguien que pueda estar a Mi altura.

No hay nadie como Tú.

Entonces, confía en Mí… Ahuyentaré a tus opresores y defenderé Yo Mismo tu causa. Yo estoy contigo, luego, ¿a quién más necesitas?

Tú eres Santo y Poderoso.
Tu Presencia es Esplendor y Majestad.
No necesito a nadie
más que a mi Hacedor.

Yo juré no abandonarte nunca. Rama de la Viña, ¿cuánto más he de probarte que todo esto es Mi Obra? ¡Tierra! Rinde tu cosecha ahora, ¡habla! Transmite sin reserva todo lo que has aprendido de Mí. Mientras hablas, Yo Me glorifico y tú te santificas. Estás realmente en Mi Mano.

Seguiré ayudándote y refrescando tu memoria. Así que, ahora, “nosotros” vamos a descansar. Yo en ti y tú en Mí. IC.


1 Sal 119, 86.