15 de mayo de 1987
Ven, entrégate. Me encanta oírte decir que te entregas, porque tu entrega llena de gozo Mi Corazón. ¡Pequeña! Pídeme que Me sirva de ti…
Padre, si puedo ser de alguna utilidad, ¡utilízame, pues!
Te amo. Ven, ¿deseas escribir?
Escribiré, si es Tu deseo.
Entonces, escribe:
Haz saber que Yo, Yahveh, quise iluminarte. Tu único recurso soy Yo. Mi Corazón es un abismo de Perdón y Misericordia. Pequeña, como te he iluminado a ti, así también iluminaré a aquellos que se vuelvan a Mí.
Vassula, ven1, quédate más cerca de Mí, ¿quieres recibirme?
(Silencio por mi parte…)
No Me aflijas.
(Silencio…)
Quédate Conmigo, purifícate. Ámame…
(Silencio…)
No Me aflijas, bienamada…
(Silencio…)
¿Quieres recibirme? Lléname de alegría y quédate Conmigo. Ámame.Yo te amo. Ven a Mí más a menudo, recíbeme con más frecuencia. Te amo. ¿Quieres orar Conmigo?2 No Me hieras.
(Consentí.)
“Padre amadísimo,
purifícame con la Sangre de Tu Hijo.
Padre,
purifícame con el Cuerpo de Tu Hijo.
Padre amadísimo,
aleja al espíritu maligno
que me está tentando ahora.
Amén.”
(Jesús escribía esta oración, mientras yo la decía.
De repente, caí en la cuenta. Era como si me hubiese despertado después de la oración de Jesús. Me di cuenta de lo que estaba ocurriendo desde el comienzo del mensaje de hoy. Jesús me llamaba a la Sagrada Comunión, pero yo fingía no entender, incluso me sentía inclinada a responder negativamente. Le estaba hiriendo, y aun así, me resistía a contestar. Hice que me lo dijera explícitamente. Tuve la sensación de que estaba a punto de caer; Jesús corrió en mi auxilio. Justo después de Su oración, que Él rezó conmigo, me di cuenta de que era un espíritu maligno el que tiraba de mí. Qué extraño sentimiento tuve cuando el espíritu maligno soltó su garra sobre mí al oír las palabras, “Padre amadísimo, aleja al espíritu maligno que ahora me está tentando”. Jesús había puesto tanta fuerza en mi mano que la sentí muy pesada. Sentí a la vez que Su enorme fuerza, como la de un poderosísimo gigante, me sostenía. Después de la oración, tuve la sensación de despertarme de un sueño.)
Acércate más a Mí, santifícate. Te amo y te sostendré en tus caídas, no dejaré que te pierdas. Una flor necesita ser regada y fertilizada para mantener su belleza. Yo soy tu Fiel Guardián. Te amo.
Yo también Te amo.
(Jesús había visto al espíritu maligno que tiraba de mí. Yo no me daba cuenta. Mientras tiraba de mí, me sentía atontada. Jesús reaccionó rápidamente para socorrerme. Sólo cuando el espíritu maligno me soltó, comprendí que había estado a punto de caer. ¡No me lo puedo creer!)