4 de marzo de 1994
Dios, Todopoderoso,
Tú que me has hecho diana de Tu arco,
y una criatura a quien se escupe en la cara,
¿cómo puede Tu Majestad hablarme todavía?
Las Manos que te formaron nunca te abandonarán, ni te rechazarán… Mi afecto por ti crece cada vez que te escupen1. No tengas miedo, no te avergonzarán en Mis Atrios. No, no abras la boca para responder si alguien te trata duramente. Pero ¡ay de los que llaman mal al bien, y bien al mal!
¿Padre?
Yo Soy.
Ponme pues a trabajar incansablemente para Ti, y susúrrame Tu Mensaje al oído.
Déjame entonces convocar a naciones enteras, utilizándote a ti. Da todo lo que Yo te he dado, pásales todo lo que recibes, éste es Mi Mandamiento para ti. Incluso aquellos que desconocen Mi Santo Nombre, vendrán corriendo hacia ti en Mis Asambleas y Yo sanaré su deslealtad. El Corazón de tu Rey no les fallará. Yo, Yahveh, soy vuestro Sanador.
Continuaré demostrando Mi dulzura a todos Mis hijos y los guiaré hacia Mí. Date prisa, hijita Mía, y muéstrales Mi Retrato a todos ellos, desde el menor al mayor, y se salvarán. Ven, descenderemos una vez más al valle donde todos los huesos secos yacen esparcidos…
“Vosotros, los que indagáis mis faltas e investigáis mis pecados, sabéis muy bien que soy inocente…”2.
Vamos3, hijita Mía, ¿por qué te sorprendes? Te dije que no te privaría de nada. ¿No he dicho que todo lo que Yo experimenté sobre la tierra, lo experimentarías tú, de acuerdo a la capacidad de tu alma? ¿Ves qué honor te estoy otorgando? Mira, escucha, si uno que se sentó a Mi lado en la mesa Me traicionó a Mí, que soy tu Maestro, ¿no te tenderán ahora trampas a ti también, discípula? ¡Sí! ¿Incluso los que comieron pan contigo? ¡Alégrate! Tu Maestro está contigo y te pide que ores por estas almas, porque son tan preciosas para Mí como lo eres tú. Ven, sé Mi Reflejo…Yo te daré ánimos, hija. Te amo y te bendigo.