9 de octubre de 1992

Vassula, escucha y escribe:

El demonio y sus ángeles están determinados a extender sus perniciosos designios y a hacer de las cosas buenas que te estoy enviando, pasadizos envenenados. Miro a la tierra con dolor, porque muchos ignoran las lecciones que Yo te he estado dando, y la muerte está penetrando en muchas casas. Sin embargo, muchos se niegan a entender que el mal atrae al mal. El mundo, hijita Mía, se está destruyendo a sí mismo por su apostasía…

¿Señor?

Yo Soy. Sí, confíate a Mí. Descarga tu corazón y dime. Te estoy escuchando.

¿Por qué quiere ese monje que evite acercarme a Ti de este modo? Yo estoy feliz de estar de esta manera Contigo, Tú y yo, a solas. Después de todo, es el Don que Tú me haces…

Sí, este es Mi Don para ti y tú eres Mi Don para todos. Una vez dije a Marta: “¡Marta! te preocupas y te inquietas por tantas cosas y, sin embargo, pocas son necesarias, realmente una sola. Y María es la que ha escogido la mejor parte: no ha de serle arrebatada.” Y por eso le digo a él y a cualquiera que se interponga en tu camino para prohibirte que vengas a Mis Pies, como ahora, que Me escuchen. Escribe y estemos juntos permanentemente:

“¡Os preocupáis e inquietáis por muchas cosas que Yo no necesito! Verdaderamente, hoy sólo necesito una cosa:

una conversación de corazón a corazón
una oración incesante a Mis Pies,
en adoración.

Unid vuestro corazón al Mío, ésta es la mejor parte…”

Y tú, hija Mía, ¡alégrate!, porque Yo te he dado gratuitamente este Don: no ha de serte arrebatado.