9 de septiembre de 1992

(Nuestra Santa Madre)

La paz esté contigo.

Di a mis hijos de Rusia que Yo Misma los prepararé espiritualmente. Yo soy su Madre. Yo soy la Mujer del Apocalipsis. Rusia, hija Mía, sé paciente. El olor a muerte ya no se extenderá más. En efecto, tus sufrimientos llegarán pronto a su fin, porque el Señor, en Su Misericordia, te quitará la mortaja que te ha envuelto durante tantos años. Tus ojos, Rusia, hija Mía, pronto se posarán sobre tu Rey, tu Salvador en todo Su Esplendor, que es conocido bajo los Nombres de Fiel y Veraz. Tu Rey está en Su camino de retorno. Rusia, escúchalo:

(Nuestro Señor habla ahora.)

Aquellos que están muy lejos vendrán y se arrepentirán. Ellos reconstruirán Mi Iglesia y Yo, por Mi parte, ungiré cada corazón. Y como alguien que despierta de su sueño, Rusia se despertará temblando de impaciencia por ser consumida por Mí. Yo te liberaré y te colocaré a la cabeza de muchas naciones1. Los extranjeros sentirán desfallecer su corazón al contemplar tu belleza. Tu mano derecha estará en Mi Mano. Te levantaré muy por encima de los demás y realizaré en ti lo que me complace. Con deleite y gran alegría, tu Hacedor expondrá tu belleza a Su pueblo2, a Sus ángeles y a todos Sus santos. Y los cielos manifestarán abiertamente su gozo. La bóveda del cielo proclamará Mi gloria por los cuatro extremos de la tierra.

Rusia… estabas muerta y Yo Me había puesto un sayal para manifestar Mi dolor y, como un padre en duelo por su hijo, anduve dando vueltas inconsolable y afligido. Ahora te he escogido entre muchas naciones para manifestar Mi Gloria a través de ti.

Pronto, tu Santa Madre derribará por tierra el trono de Satanás y aplastará la cabeza de la Serpiente. La pérdida de hijos y la viudez se acabarán al instante. El dragón será entregado a su suerte y el mundo tendrá un periodo de paz. La Madre de toda la humanidad prevalecerá al final y Yo, el Señor tu Dios, triunfaré en cada nación, en cada corazón y en cada raza3.

(Más tarde:)

Hija Mía, el mundo Me está ofendiendo a diario, careciendo de reverencia hacia Mi Santidad. Abusan de la libertad que les he dado, destruyéndose a sí mismos. Esta generación se ha convertido en una mancha repelente a Mis Ojos. Devuelven mal por mal, por eso no perdonaré a esta generación. Nadie puede decir que Yo no les haya advertido. Nadie puede decir que Yo no haya sido paciente.

La tierra pronto temblará y el cielo desaparecerá con un estruendo, dejando a todos en una oscuridad total y, con gran violencia, los elementos de la tierra, los montes y las islas, se incendiarán y se consumirán. Cada brizna de hierba se quemará y, desarmada, te encontrarás ante Mí, generación. En tus labios está la capacidad de clamar hacia Mí y arrepentirte. Pero prefieres estar sin techo y errar en pecado. Prefieres vivir en desiertos.

Señor, siento que Tu Sagrado Corazón está tan afligido… Tú me dices que sienta pesar por mis hermanos y hermanas, en vez. Lo hago, pero también me siento afligida por Tu tristeza, porque Tu Corazón está lacerado. Con Tu Gracia, mi Señor, puedes volver a cualquiera aceptable a Tus Ojos. Puedes volvernos dispuestos a hacer Tu Voluntad. A mí, que soy, como dijiste, lo último de lo último, me has confiado esta misión con Tu Gracia, ¿por qué no a otros? Yo he recibido un don gratuito, Tu Gracia, ¿por qué no lo pueden recibir también otros?

Eres atrevida, Vassula, al cuestionar Mi Sabiduría4.

Quizás sea atrevida, pero es porque sé cómo siente Tu Corazón. A Ti no Te complace tampoco castigarnos ni humillarnos.

Todo lo que proviene de la tierra5 vuelve a la tierra. Los pecados de tu generación han traspasado toda la Eternidad, han atravesado Mi Corazón. Ora e intercede, Vassula Mía, para que aún haya tiempo de marcar con Mi Sello a tantos como pueda antes de que llegue Mi Día. Porque tanto buenos como malos sufrirán en esos días.


1 Espiritualmente, creo.
2 La Voz de Jesús era alegre, y Su Rostro mostraba felicidad. Parecía un padre levantando a su hijo en el aire.
3 Este último pasaje significa que todos los pueblos del mundo reconocerán a Jesús como el Cristo, el Cordero. Alusión a Ap 6,15-16.
4 Jesús pronunció estas palabras con majestad.
5 Comprendí que por nuestra apostasía nos estamos autodestruyendo.