16 de junio de 1992
(Esta mañana fui tentada y tuve una ligera duda de que Dios me estuviera hablando realmente.)
“Yahveh,
que mis palabras lleguen a Tus oídos,
atiende a mis suspiros,
escucha mis gritos de auxilio,
Rey mío y Dios mío”1
Vassula, Yo, Yahveh, te amo. ¿Recuerdas, hijita Mía, lo afligido que estaba2 cuando te hablaba entonces de que Mis hijos Me abandonaban? Vassula, dime, ¿dónde has adquirido este gran acopio de sabiduría sobre las Escrituras si no es de la Sabiduría Misma, que te ha sonreído y se ha convertido en tu Maestro personal?…
Vassula, Yo soy tu Abba. Déjame decírtelo: al principio tú vivías con un solo objeto, vivías para ti misma, servías a tu vanidad. Creías entonces que estabas revestida de esplendor y de gloria, pero en realidad estabas completamente desnuda. Nadie había venido a decirte lo desnuda que estabas hasta que Yo Mismo vine a brillar sobre ti en tu oscuridad. Sólo entonces te viste a ti misma con tus propios ojos, por primera vez, a la Luz de la Verdad. Te viste como eras realmente. Si no hubiese sido por Mi Compasión, te habría esperado una espada.
Sin embargo, Me apiadé de ti y, en Mi Misericordia, exhalé Mi aliento en tu nariz, reviviéndote. Entonces te devolví la memoria de nuestra relación. Hice grandes cosas por ti:
Me desposé contigo
y te volviste Mía3
Luego te formé para que fueras una hija según Mi propio Corazón, que cumpliera por entero Mi designio: devolver a Mi pueblo a la verdadera fe basada en el Amor, y compartir la Cruz de Mi Hijo, la Cruz de la Unidad. Te he formado para que vivas, no para ti misma, sino para Mí. Te he enseñado, hijita Mía, cuánto más grande es servir a Mi Casa que servir a tu vanidad.
Ahora, pasa tu vida Conmigo, pues ése es el destino que se te ha asignado en esta vida y en esta Era de Gran Apostasía. De modo que, cualquier trabajo que Yo te proponga que hagas, hazlo de todo corazón, con un solo propósito: glorificarme. El mundo está adormecido y corre graves riesgos, ya que no saben lo que les va a ocurrir. Por culpa de su pecado, su apostasía les acarreará la muerte. Nadie puede saber cuándo llegará Mi Día. Esa hora caerá de repente sobre ellos.
Hoy he realizado grandes cosas para salvaros. He plantado Viñas por todas partes, he convertido desiertos en jardines y huertos. Soy un Padre afligido por un duelo prematuro, porque veo cuánto más dispuesto está este mundo a matar que a amar. Surgen diariamente iniciativas para el asesinato masivo de niños. A dondequiera que se vuelven Mis Ojos, ven traición, asesinatos, corrupción, adulterio, fraude, desorden en el matrimonio, gente que se mofa de la religión, almas polucionadas, perjurio, pecados contra toda natura. ¿Cómo pues he de guardar silencio? Por eso es por lo que la Justicia se abatirá de improviso sobre esa gente. Estoy hablando aquí abiertamente, como un Padre, preocupado pero ofendido y afligido. Mi Voz gime desde los Cielos, escuchadme: ¿Queda entre vosotros algún hombre recto?…
(De repente los Ojos de Dios se volvieron hacia mí. Detuvo abruptamente Su dictado.)
Vassula, ve a hacer también tus otros deberes. Soy consciente de tu tiempo y de tu capacidad. Amada de Mi Alma, sacia tu sed en Mí. Yo Soy una Fuente Viva de Pureza y te amo.
Ven. Nosotros4 te bendecimos. Ven.
(Más tarde:)
Pequeña atiéndeme. ¿Estás preparada?
Sí, Señor.
Entonces, escúchame: Generación, ¿cuánto tiempo aún tengo que verme ofendido porque tú no quieras escuchar cuando te grito al oído “¡arrepiéntete!”? Pero mira, estoy reanimando a los muertos, esa gente despreciable cuya conducta fue horrible y ajena a la santidad. El mundo se llenará de Mi Conocimiento y Mi Gloria, porque igual que las aguas aumentan el nivel del mar, Mi Espíritu irrumpirá también como una marea, y ninguno podrá impedir que Mi Espíritu lo inunde.
Vassula, ora Conmigo:
“Señor,
con Tu Fuerza y Tu Sabiduría,
me has resucitado, me has criado.
Con Tu Amor me has ayudado
y me he convertido en Tu esposa.
Señor, me has confiado Tu Mensaje.
Alabado sea el Señor.
Ven, Señor, ¡maranatha!
Amén.”
Y Yo te digo: Estoy en el Camino del Retorno. Como un viajero que se fue, Yo, Jesús, estoy realmente en el camino de regreso a vosotros.
Señor mío, háblame de ello, ¡me hace feliz!
Hijita Mía, he hablado ya una vez… No hablaré más.
¿Qué quieres decir, Señor mío?
Mis palabras son claras…
Sigo sin entender lo que quieres decir, Señor.
Mira, hijita Mía, ¡vuestro Dios está llegando! El Amor está llegando. Llega para vivir entre vosotros.
¡Háblame más de ello, Señor!
A todos nos encanta oír a la Esperanza
hablar donde hay desesperación;
al Amor pronunciarse donde hay odio;
a la Paz anunciarse donde hay guerras y conflictos.
¡Ánimo! No te asustes ni te entristezcas por estos pocos días que faltan. Confía en Mí de todo corazón. Sé fuerte, mantente firme. Sí, mantente firme y Yo haré llegar tu voz hasta las nubes, proclamando Mi Mensaje. Acércate a Mí, acércate a Mí…