9 de abril de 1987
(Durante mi estancia en Suiza me preguntaba cuál llegaría a ser un día mi casa. Estábamos aún buscando, dando vueltas y vueltas… Vi a Jesús señalando Su Corazón.)
Siente Mi presencia. Tu hogar está aquí… ¡justo en el centro de Mi Corazón! Hija, glorifícame atrayendo almas a Mí.
(Mi hermana mayor se enteró por primera vez de este Mensaje. Leyó los últimos cinco cuadernos. El efecto fue tal que puso fin a una disputa familiar de ocho años con nuestra prima hermana. Han vuelto a ser buenas amigas. Yo no dije jamás una palabra. Después volvió a Rodas, donde ella vive.
Esa misma noche habló con su marido que se impresionó más que ella. Leyeron juntos los cuadernos V y VI y se fueron a dormir. Pero él no podía hacerlo. Empezó a rezar y a pedir a Dios que perdonara sus pecados. Entonces ocurrió un milagro ¡Dios le dio la misma visión que a mí! La del precioso jardín con aquel “sol” alrededor, guardado por millones de ángeles. Dios le hizo penetrar, como a mí, en el interior de esa luz redonda, y cuando sintió tan cerca la presencia de Dios empezó a tiritar y a llorar, y despertó a mi hermana para contárselo. Estaba asombrada. No pudieron esperar hasta la mañana siguiente para decírmelo.
Un tiempo después, al comprar el Libro de Enoch que siempre quise, antes de empezar a leerlo lo abrí por la página 102, completamente al azar. ¿Y qué leo? Enoch tuvo la misma visión que yo, ¡la Luz brillante y redonda, guardada por millares de ángeles!1 Era demasiado para que la visión que vi en Bangladesh, el 26 de marzo, fuera una coincidencia. Luego, el 11 de abril de 1987, estando en París, mientras buscaba libros en una biblioteca, me topé con un libro llamado “Metanoia” y lo que me llamó la atención fue su cubierta. La imagen de la cubierta era exactamente mi visión, la de Enoch y la de mi cuñado: la luz redonda con los ángeles guardándola… Después de irse mi hermana, escribí de nuevo, dejando que Dios me guiara la mano. Y Dios dio entonces a Strato, mi cuñado, un mensaje escrito).
Yo amo a Mis corderos. Une a Mis corderos. Todo el que lea Mi Mensaje estará comiendo Mi Pan. Los que reciban una señal de Mí serán aquellos que deseo iluminar con Mi Gracia2. Dibuja Mi Signo.
ICHTHIS
Vassula, empieza a resumir esta enseñanza y vuelve a escribir en limpio Mi Mensaje. Yo te guiaré, iluminándote. Todo lo que está repetido, lo ha sido para tu educación: lo necesitabas. Para vuestra orientación: Mi Mensaje debe llamarse Paz y Amor3.
(Es terrible, soy demasiado realista, demasiado escéptica. No puedo remediar sentirme hoy de nuevo llena de dudas: ¿por qué está sucediendo esto? ¿Por qué otros creen tan plenamente y con tal constancia, mientras que yo soy tan inconstante? Yo que sé muy bien que no puedo controlar mi mano y que sé cuán impotente me vuelvo cuando Dios toma posesión de ella, cómo puede arrojar el lápiz fuera de mi mano y cómo puede moverlo sin que yo lo toque apenas…
¡Todo esto me ocurre a mí! Él me ha dado tantas pruebas y, sin embargo, ¡aún tengo oleadas de dudas! Y además, pienso muchas veces que podría estar confundiendo a todos. ¡Hay tanta gente que participa de esta enseñanza que no la puedo contar! Y aún no está publicada…)
¡Bienamada! Yo soy Yahveh, dame tus debilidades y deja que Mi Fuerza las aniquile.
(Qué paciencia debe tener Dios conmigo para soportarme… Creo que soy yo la causa principal de mis propias dudas, porque me conozco y me comparo con los que han tenido un acercamiento sobrenatural a Dios y han recibido mensajes: ¡qué buenos eran y qué devotos! Esto es lo que me impresiona; es como comparar la noche con el día. Sin embargo, admito una cosa positiva: al menos amo a Dios profundamente y nadie puede decirme que esto es fruto de mi imaginación. Como un sacerdote que me dijo que incluso eso nos lo puede meter el demonio en la cabeza… Si yo fuera débil e hiciera caso de todo lo que oigo, me habría vuelto loca.
Hoy, una señora que está estudiando a Freud me ha dicho que todo esto podría estar en mi subconsciente: ¡un complejo de amor a Dios! Así pues ¿amar a Dios significa estar enfermo psicológicamente? Pero su teoría, o la de Freud, no me afecta en absoluto. Dios me advirtió ya sobre estas teorías, con las que me acusarían. Además, no me gusta especialmente Freud que era ateo y que nos considera sólo materia. ¡Hasta Jung lo abandonó!)
Hijita Mía, los hombres siempre han juzgado de un modo humano. Yo soy un Dios lleno de Misericordia y Amor, pero tan mal comprendido…
Pero, Señor, tú has elegido una persona que no es buena, y ¡ésa es la razón por la que yo a veces tengo dudas!
¡Tú también eres Mi hija! Yo amo incluso a los más miserables de entre vosotros.