7 de abril de 1987

(Siento como si esta enseñanza entera me estuviera presionando y que estoy sola con la Palabra de Dios, que pesa enormemente sobre mí, sin tener dónde descargarme. ¡No sé qué hacer! Me siento indescriptiblemente incapaz y sola, sola con este peso.)

Vassula, ¿te abandono Yo jamás? Yo soy Dios, apóyate en Mí, confía en Mí.

Debería hacerlo, sí, pero hay momentos en que esto me sobrepasa. No lo puedo remediar. Me siento responsable.

Hijita Mía, ten paciencia, confía en Mí, ven a Mí, Yo te confortaré.

Te amo, Padre, más de lo que puedo expresar.

(Sentí hasta qué punto estaba dispuesto a consolarme.)

Te amo, hija Mía.

Mis sufrimientos te los haré sentir cuando se aproxime Mi Crucifixión. Vendré a ti y te dejaré Mis clavos y Mi corona de espinas. Te daré Mi Cruz. Bienamada, comparte Conmigo Mis sufrimientos. Tu alma sentirá la angustia que Yo padecí, tus manos y tus pies sentirán los dolores atroces que Yo sufrí. Vassula, te amo y, puesto que eres Mi esposa, deseo compartir todo lo que tengo contigo. Créeme, estarás Conmigo. No tengas miedo porque Yo, Jesús, estoy contigo.

Ven, irás comprendiendo por etapas cómo obro Yo. Recibe Mi Paz, bienamada. Yo he preparado un lugar para ti.