22 de octubre de 1991
Jesús,
revísteme de humildad, de pureza
y de observancia de Tu Ley,
porque eso agradará al Padre.
La paz sea contigo. Para lograr eso te digo: sé como el publicano porque muchos de vosotros condenáis a vuestro prójimo, olvidando que, tan sólo ayer, vosotros también estabais atrapados en el mismo sueño. No digáis: “He ordenado mi casa y la he dispuesto para el Señor. Él puede ahora venir a mí en cualquier momento. Estoy preparado para recibirlo. Yo no soy como mi vecino que no ayuna, no ora y sigue llevando una mala vida”. Recobrad la vista, os digo. Vuestros labios ya os han condenado. Curaos primero a vosotros mismos y no condenéis a los demás que no saben distinguir su mano izquierda de su derecha.
Ven a Mí como el publicano, a pedirme que sea misericordioso contigo, pecador1. Porque todos estáis sujetos al pecado. ¡Templo! Levántate y sírveme a Mí, tu Dios: ayudando a la viuda2 me servirás a Mí.
Ve ahora en Paz, Yo estoy contigo.
Gloria a Dios.