23 de julio de 1991
“Porque tu Creador es tu Esposo,
Yahveh Sabaoth es Su Nombre.”1
Yahveh, Padre mío,
a quien adoro y anhelo,
Tú que me has sacado de las regiones subterráneas,
y has elevado mi alma, entrando en ella,
consumiéndola con Tu Fuego
y dejándome en un arrebato total por Ti,
Yahveh, Majestad y Rey de Reyes,
Tú que me conduces por esta ruta maravillosa,
guárdame libre del pecado y de las caídas.
Yo soy una pecadora,
más inclinada a pecar que a hacer el bien.
Fortalece Tu ciudad…
Queda en paz. Yo, el Señor, te amo. Toma Mi Mano y sígueme. Ora, Vassula Mía, pues todavía te queda mucho camino que recorrer para tu perfección. No estás exenta de pecado ni de caer, y caídas tendrás, pero Yo estoy cerca de ti para ayudarte a levantarte y para estrecharte contra Mi Corazón, a fin de que puedas sentir Mi Amor y cuánto te aprecio. Ven, vamos a orar juntos:
“Padre,
ven en nuestro auxilio
y guía nuestros pasos hacia la perfección.
Devuélvenos nuestra divinidad
y haz de nosotros la perfecta morada
de Tu Santidad.
Amén.”
¿Jesús?
Yo Soy.
Mi Espíritu Santo, Vassula Mía, irá hasta los confines de la tierra, para buscar incluso a los más insignificantes de entre vosotros, para libraros de la desastrosa abominación que habita ahora en muchos de vosotros… Pronto los Cielos descargarán un diluvio con Mi Venida sobre vosotros. Yo, el Señor, he hecho muchas maravillas por vosotros y haré más en los días venideros2.
Ora, hijita Mía, ora por aquellos que ofenden Mi Santidad y blasfeman de Mi Espíritu Santo, llamando necio a Mi Espíritu. Acaso no he dicho: “… todo el que diga una palabra contra el Hijo del hombre será perdonado3, pero ninguno de los que blasfemen contra el Espíritu Santo será perdonado”, porque el Espíritu no es opuesto al Hijo, ni el Padre al Espíritu, puesto que Nosotros tres estamos de acuerdo4. Muchos de vosotros estáis condenando Mis manifestaciones Celestiales y persiguiendo a aquellos a través de los cuales habla Mi Espíritu, porque no creéis que provengan de Mí.
Hija, mira las Llagas de Mi Cuerpo5… Me queda poco tiempo ya antes de que la Mano de Mi Padre golpee a esta generación. Escuchad a vuestro Padre de quien procedéis. Escuchad Su Voz:
He tratado por todos los medios de reuniros y recordaros que viváis en santidad puesto que Yo soy Santo, pero sólo un resto de entre vosotros presta atención cuando Yo hablo. He hablado a través de los que vosotros llamáis despreciables. He hablado a través de la debilidad y la pobreza, ¡¡pero vosotros habéis erigido en culto, hasta el frenesí, la persecución a Mi Espíritu Santo que los guía!!
Os he estado enviando, a través de ellos, el espíritu de Elías y el espíritu de Moisés, esos dos testigos vestidos de sayal6, para profetizar y recordaros Mi Ley, antes de Mi gran Retorno. Ellos han de hablaros en Mi Nombre y llevaros de vuelta a la Verdad y a vuestro sano juicio.
Pero sobre vosotros se extiende una densa oscuridad y vuestras pretensiones de conocimiento se han convertido en un campo de batalla contra Mi Conocimiento: la Mentira ha perseguido y sigue persiguiendo a la Verdad, pero las Escrituras nunca mienten. Ha sido dicho que “la bestia7 que surja del Abismo les hará la guerra, los vencerá y los matará”8. Ciertamente, vuestro campo de batalla está ahora empapado de sangre inocente, porque Mi Espíritu Santo de profecía se ha convertido en una plaga para aquellos que pertenecen al mundo9. Sus persecuciones frenéticas y el rechazo total que tienen hacia Mis portavoces son semejantes a los de Sodoma. Su obstinación en no abrir su corazón y someterse, su rechazo a abrir sus oídos y escuchar hoy Mi Voz, han sobrepasado la obstinación del Faraón de Egipto10.
Hoy día, Yo os estoy dando “cosas que ningún ojo vio ni ningún oído oyó, cosas que están más allá de la mente del hombre”11, todas esas cosas que elevan vuestro espíritu para llamarme Abba. Mi Espíritu Santo os está llamando a todos a la verdadera devoción y a un mejor conocimiento de Dios Mismo. Por eso es por lo que estoy repitiendo continuamente las mismas verdades que os fueron dadas. Continuaré llamándote hasta atravesar tu sordera, generación. No dejaré de llamarte con angustia, no hasta que oiga de ti la palabra:
“¡Abba!”
Los nuevos cielos y la nueva tierra pronto estarán sobre vosotros.