13 de junio de 1991

(Mensaje de Nuestra Santísima Madre.)

¿Vassula? ¿Quieres escribir Mis Palabras para aliviar este desierto?

Sí, Santa Madre, Madre de Dios.

Escribe, hija Mía.

Benditos de Mi Alma, amadísimos de Mi Corazón, hoy os pido a cada uno que apliquéis vuestro corazón a caminar con Dios. Dios es vuestra Fuerza, vuestra Vida y vuestra Felicidad. Ningún hombre puede vivir sin Dios.

Jesús es la Verdadera Vid y vosotros los sarmientos. Un sarmiento cortado de la Vid se seca y se marchita inmediatamente. Entonces ya no sirve más que para ser echado al fuego. Caminad con la Luz y no tengáis miedo de abandonaros enteramente a Él. Entregaos a Dios y vuestros corazones se llenarán de Gozo.

Comprended, hijos bienamados, que Dios, en estos días, viene a salvaros y a desenredaros de las redes de Satanás y traeros de vuelta a Su Sagrado Corazón. Nuestros Dos Corazones están unidos a pesar de las discusiones y las negaciones del mundo ante esta Verdad, porque no todos han aceptado esta Verdad, sino que utilizan esta Verdad para combatirse entre sí.

Nuestros Dos Corazones están unidos y, juntos, tienen sed de vuestra salvación, hijos. Venid a escucharnos esta vez: haced las paces con Dios, reconciliaos. Levantad vuestro rostro hacia Dios y pedidle que llene vuestro corazón de Su Luz. Aprended a amar a Dios como Padre vuestro, Aquel que os ama más de lo que nadie puede imaginar y os envía sin cesar, desde Su Corazón, Su corriente de Paz que fluye como un Río para aliviar el desierto interior de vuestra alma.

No viváis sólo de palabras, actuad y vivid cada palabra que os ha sido dada en los Evangelios. No os quedéis muertos en la letra de la Ley, vividla. No temáis si alguien se mofa de vosotros o se niega a creer en las Maravillas que Dios os está ofreciendo hoy, porque Yo os digo: si alguien os reduce al silencio, las piedras gritarán1 con más fuerza. Sólo Dios puede daros Paz y Felicidad. Yo estoy orando por vosotros incesantemente, para que el corazón de esta generación, duro como la piedra, pueda volverse a Dios y ser como un jardín regado, pueda convertirse de desierto deshabitado en Ciudad Santa llena de la Luz de Dios, una Luz que proviene de Dios y no del sol o de la luna2. Después de que se calme la tormenta y se haya alejado, las flores3 brotarán, transformando la superficie de esta tierra.

Yo, vuestra Santa Madre, os bendigo a cada uno.


1 Las imágenes de Jesús y María que derraman lágrimas de sangre son una manifestación divina, cuando los hombres tratan de sofocar al Espíritu Santo (Lc 19,40).
2 Ap 21,23.
3 Las flores: las primicias, los recién convertidos (Alusión a Ap 21,1-3).