25 de septiembre de 1990

(Mensaje de Nuestra Santa Madre para todos nosotros.)

La paz esté con vosotros, queridísimos hijos. Permitidme recordaros que el Señor conoce cada corazón. El Señor está en busca de vuestro corazón. Venid a Él con un corazón puro y Él os enseñará. El Señor reconfortará vuestra alma. Él os guiará por Su Camino y en la Verdad. Yo os ruego a los que todavía vaciláis que no cerréis vuestros corazones a la razón. Regresad al Señor y Él regresará a vosotros. Un Gozo del Cielo descenderá ahora sobre vosotros, una Luz brillará en medio de vosotros. Estad preparados para recibir esa Luz, estad preparados para encontraros con el Señor.

Hoy día, ¿quién tiene las manos limpias? ¿Y quién puede decir verdaderamente que su corazón es puro? ¿Quién tiene el alma en perfecta armonía con el Señor? ¡Amadísimos Míos! Hijos Míos… El camino hacia el Señor está en medio de vosotros, se halla en la tierra de los vivos. Extended pues las manos hacia Su Santuario y el Señor se inclinará desde el Cielo para atraeros hacia Él. Extended las manos hacia Él, y Él, lleno de Compasión, se inclinará hasta vosotros. Venid al Señor sin tardar. Alzad los ojos al Cielo y no miréis a nadie más que a Él, el Señor vuestro Dios. No os deleitéis en nadie más que en Él, vuestro Salvador. Buscad, pero no busquéis a nadie más que al Señor, vuestro Redentor. Cantad, pero no cantéis a nadie más que al Santísimo.

¿Debo recordaros que el Señor es Ternura y Compasión, lento a la ira y rico en Gracia? Jesús fue la Piedra que desecharon los constructores y que se convirtió en la Clave de Bóveda. En verdad os digo que el Reino de Dios está entre vosotros y que Su Espíritu Santo de Gracia está ahora soplando suavemente sobre vuestras naciones, para reviviros. Así pues, venid a contemplar las Bodas del Espíritu Santo que se desposará con vuestras tierras. No rechacéis al Espíritu Santo que se derrama tan manifiestamente sobre vosotros. No seáis como los “constructores” que rechazaron la piedra que resultó ser la piedra angular.

Dios quiere que todo el mundo se salve. Ésta es Mi solemne advertencia a todos los que escuchen las profecías de este libro:

No reprimáis al Espíritu

…el Espíritu que sopla ahora sobre vosotros, en medio y en el apogeo de vuestra apostasía. No digáis más tarde, el Día del Juicio: “Yo nunca lo había oído, yo no lo sabía”. Jesús y Yo estamos revelándoos cosas de antemano, antes de que sucedan, para que no podáis decir cuando os encontréis cara a cara con Dios: “Yo lo ignoraba…” La ciudadela de los soberbios será derribada… Y los demonios serán extirpados de su vientre.

Benditos seáis. Benditos seáis todos por escucharme. Yo soy vuestra queridísima Madre, la Theotokos que os ama a todos.