23 de diciembre de 1989

La paz esté contigo, hija. Toca Mi Corazón… Siente lo lacerado que está Mi Corazón.

(En espíritu percibí el Corazón de Nuestro Señor.)

Arranca las espinas que se clavan ahora en Mi Corazón.

Enséñame cómo arrancar esas espinas, Señor.

Las espinas pueden arrancarse con amor. Ámame, ámame. Vassula, sé Mi bálsamo. Consuélame y tráeme almas pequeñas. Muéstrales Mi Corazón, háblales de Mi Amor. Arranca cada espina y reemplázala con un alma pequeña…

Han de hacerse tremendas reparaciones a Mi Casa, pero Yo la reconstruiré, ladrillo a ladrillo, hilada a hilada. A pesar de los tremendos ataques que sufre Mi Casa, Yo, el Señor, prevaleceré al final. Entonces llenaré Mi Casa de almas puras. Como palomas que llenan su palomar, así será también en Mi Propia Casa. Y Yo permitiré que esas almas puras coman directamente de Mi Mano para que aprendan a decir: “Abba”. La Divinidad vencerá a la corrupción, corrupción que, debido los vicios mundanos, ha hecho de Mis hijos unos ateos.

Me propongo hacer de esas almas puras seres divinos que reflejen Mi Divinidad. Por eso, en estos días, os estoy recordando incesantemente la Verdad, aunque Me esté repitiendo. Aunque a algunos de vosotros les moleste que Me repita, continuaré recordándoos las mismas verdades. Esta es la única manera de sacudir a algunos de los espíritus letárgicos.

Hoy Mi Espíritu Santo de Gracia es rechazado por los incrédulos, pero ellos no saben lo que están rechazando. Como dice la Escritura: “…la piedra desechada por los constructores se ha convertido en piedra angular; una piedra de tropiezo, una roca que hace caer a los hombres”1. Estos incrédulos tropiezan en la piedra angular porque no creen en las Obras de Mi Espíritu Santo. Sí, hoy Mi Espíritu Santo de Gracia que desciende para mostraros el Camino, la Verdad y la Vida, es realmente la Clave de Bóveda, la Piedra Angular que no reconocéis y que rechazáis totalmente.

Hija, incluso con tu imperfección, Yo seré capaz de llevar a cabo Mis Mensajes. Toma tus sufrimientos como bendiciones. Piensa en lo que Yo tuve que sufrir para realizar Mi Obra y sanaros a todos a través de Mis Llagas. Yo, el Señor, necesito almas generosas, deseosas de inmolarse por los demás y convertirse en pequeños crucifijos. Todos esos sacrificios no serán en vano. Deben hacerse enormes reparaciones y el tiempo apremia.

Así pues, pequeña, apóyate en Mi Hombro cuando estés cansada. No vayas a caer, apóyate en Mí. Nosotros estamos unidos, Vassula Mía. Ora por la salvación de tu era. Acaríciame a Mí, tu Dios, con tu pequeñez. Acaríciame con oraciones que salgan de tu corazón. Yo quiero sinceridad, no quiero obligaciones. Quiero vuestro corazón. ¡Sed perfectos!

Venid. Mis Ojos no se apartan de vosotros. Todas vosotras2 sois Mi Alegría. Mi Felicidad.


1 1P 2,7-8.
2 Las almas pequeñas.