8 de marzo de 1989

¿Señor?

Yo soy. Te he llevado a leer a Jonás porque quiero que tú y Mis hijos comprendáis que siempre puedo atenuar el Castigo que tengo reservado para vuestra malvada generación. Yo no deseo que Mi Copa de Justicia se desborde como lo hace ahora, y por eso os digo: ¡Arrepentíos, ayunad y sed santos!

Señor.

Yo soy.

Señor, algunos ayunan, se arrepienten y tratan de mejorar. ¿No es suficiente? ¿No estamos en el buen camino?

(Yo tenía la impresión de que estábamos ligeramente mejor estos últimos años, y en el buen camino).

Vassula Mía, muchos están en el camino de la perdición a causa del mal que se ha acumulado en ellos. En su interior, son como la noche. ¿Cómo puedes decir entonces que esta generación está en el buen camino?

¿Qué podemos hacer para que todos sepan que estamos al borde de un desastre? ¡Algunos no tienen ni idea!

Mientras Mi Espíritu sea aplastado y mientras los Míos ahoguen Mis Advertencias, sofocando Mi Espíritu, tratando las profecías con desprecio y casi disfrutando al anunciar que las apariciones de Nuestra Presencia son falsas, Yo no lo soportaré por más tiempo, Mi Justicia prevalecerá… Hoy vengo todavía a vosotros como el Amigo más Misericordioso, pero mañana descenderé sobre vosotros como un Juez severo. Sofocan Mi Espíritu, ridiculizan Mis Bendiciones: ésos son los Caínes de hoy día.

Yo os amo a todos con locura. Recordad siempre esto: atenuaré Mi Justicia sólo cuando se lleven a cabo enormes reparaciones.

El Amor te ama. Aquí está San Miguel:

Hija de Dios, nada es imposible para Dios.

Deben hacerse enormes reparaciones. Si vuestra generación se convierte, el Santo de los Santos atenuará Su Castigo. Que los que tengan oídos, oigan, porque Su Misericordia se extiende de edad en edad sobre los que Le temen. Estate alerta, no dejes nunca de reparar. Los que ahora se burlan de ti, luego rechinarán los dientes. Yo, San Miguel, oro sin cesar por esta generación perversa.

Ora, hijita, y obedece al Señor. Alaba al Señor por la efusión de Su Espíritu sobre todos vosotros.

Gracias, San Miguel.

Paz a ti.

Vassula,

Sí, Señor.

Añade esto: ¿Cómo pueden los Míos orar en paz el Credo de los Apóstoles y decir, “yo creo en el Espíritu Santo”, cuando la mayoría de ellos rechazan las obras de Mi Espíritu, Lo niegan y Lo ahogan? En verdad os digo: No encuentro ninguna santidad en ellos. Cuando en esta oscuridad divisan de lejos una llamita, caen sobre ella como un vendaval, para apagarla, a fin de continuar sus malvadas obras en la oscuridad y no estar así expuestos a la luz. No, Vassula, ellos no parecen querer vivir en la Luz.

Te adoro, Señor, mi Luz, Luz del mundo1.

Ven, tú Me llenas de alegría. ¡Un día, hijita Mía, no verás nada más que la Luz, solamente la Luz! No te desanimes jamás, porque Yo estoy contigo hasta el fin.

Gracias, Señor Jesús. Bendito seas. Alabado sea el Señor.


1 Mientras estaba escribiendo “Luz de este mundo”, dudé, borré “de este” y escribí “Luz del mundo”, pensando en nuestro mundo actual donde reina la oscuridad. Esto hizo sonreír a Jesús.