18 de agosto de 1988

(Arriba en el Monasterio.)

(Pedí al Señor que ayudara a un grupo de personas que conocí y que viven angustiadas. Se sienten perseguidas por el demonio.)

¿Señor?

Yo soy. Hija Mía, todas las almas pueden ser liberadas, pero sólo cuando ellas mismas se abran y lo quieran. He dado a cada alma esa libertad, y su voluntad sólo le pertenece a ella. Ahora, si un alma está firmemente decidida a no abrirse a Mí, ¿cómo entraré en su corazón? Yo soy el Señor y Dios, pero os he dado a todos vuestra libertad y vuestra voluntad. Si creéis y Me ofrecéis vuestra voluntad, entregándoos a Mí, entraré en vuestro corazón y os sanaré. No entraré a la fuerza. Estoy ante su puerta, esperando que la abran y Me inviten a entrar.