7 de marzo de 1988

(Pedí a Dios que me levantara el velo sólo por un momento. Estaba de pie, ante toda esta revelación, contemplándola. De repente me sentí impresionada por su volumen y por el trabajo incluido en esas páginas que yo no habría podido llenar nunca sola, en tan poco tiempo. Me invadió un sentimiento extraño, una especie de sacudida. Era como si empezara a darme cuenta de todo más profundamente. Me sentí muy conmocionada.)

Jesús ¿realmente hemos estado trabajando juntos?

Vassula, ¡Sí, hemos trabajado juntos!1 ¿Quieres besarme ahora?

(Me levanté, totalmente conmocionada, me acerqué vacilante a la imagen del Santo Sudario y besé a Jesús.)

¿Lo ves? ¿Ves cómo te sientes cuando levanto un poquito el velo que he puesto ante tus ojos? Ven, no dudes nunca de Mis Obras providenciales. Todas ellas son para restaurar Mi Casa y reunir a Mis corderos. Son para regar Mis macizos. Ven, Yo, el Señor, te recordaré siempre Mi Presencia.

Vassula, ¿Nosotros?

¡Oh! ¡Sí, Señor! Nosotros.

Ven.


1 Conmocionada yo temblaba y lloraba